Veinte años de acción humanitaria en diez claves
Nuestro codirector Francisco Rey Marcos ha participado en el informe »La salud en la cooperación al desarrollo y la acción humanitaria» de Médicos del Mundo y medicusmundi, con el artículo »Veinte años de acción humanitaria en diez claves».
Veinte años de acción humanitaria en diez claves
Como dice el tango, “veinte años no es nada” y puede que en ciertos ámbitos eso sea verdad. En el humanitario, sin embargo, las cosas cambian a tal velocidad que cualquier mirada retrospectiva a estos últimos veinte años, desde que se pusieran en marcha los informes sobre “La Salud en la Cooperación y la Acción Humanitaria” de Médicos del Mundo y Medicus Mundi, nos permite ver que la necesaria capacidad de adaptación que ha tenido la acción humanitaria desde sus inicios se ha acelerado en estas dos décadas y que muchas de las cuestiones que dábamos por inmutables o, al menos, bastante estables, se han ido modificando de modo importante. Nuestro Instituto también conmemoró su vigésimo cumpleaños en el año 2020 y eso nos sirvió, como ahora para los colegas de las ONG del sector salud, para reflexionar sobre nuestra trayectoria, pero, sobre todo, para hacerlo sobre el sentido de nuestra acción en un mundo tan cambiante. Por ello, felicitando y alegrándonos por la permanencia de un proyecto como el del Informe, compartimos aquí algunas de esas reflexiones que miran sobre todo al futuro, pero atentos al retrovisor y a los aprendizajes de nuestra práctica y la del sector humanitario en general.
De una manera muy sintética resumimos aquí algunas de las claves de las transformaciones de la acción humanitaria en estas dos décadas. Claves que se complementarán con las que sugieren el resto de los artículos.
- Las causas de las crisis y del sufrimiento humano han variado pero las necesidades humanitarias siguen creciendo. La pertinencia de la acción humanitaria en el cambiante escenario internacional está fuera de dudas. Todos los informes tanto de Naciones Unidas como de otros organismos muestran un crecimiento de los colectivos en riesgo y de la complejidad de las causas que generan este aumento de las necesidades. La pandemia generada por la COVID-19 ha venido a confirmarlo, dramáticamente. Los informes muestran también una brecha de respuesta a las crisis cada vez mayor.
- La convicción de que la ayuda basada en principios e independiente es fundamental ha ganado peso, aunque a veces no se plasma en la realidad sobre el terreno. Claro que subsiste el debate en torno a la neutralidad o sobre la necesidad de ampliar la mirada en torno a los principios incluyendo otras visiones culturales. Pero no nos confundamos, si el humanitarismo no se basa en principios claros y en una visión de los seres humanos como sujetos de derecho portadores de dignidad, dejará de tener sentido. Dejemos de usar mantras simplificadores como el de “salvar vidas” y fortalezcamos la propia idea de vida digna. De vida que valga la pena ser vivida.
- El deterioro de los marcos jurídicos de protección de derechos ha seguido creciendo. Ya no solo se trata de violaciones graves del derecho internacional humanitario (DIH) por parte de grupos irregulares, sino de incumplimientos de los marcos jurídicos que rigen la acción humanitaria (DIH, derecho internacional de los derechos humanos, derecho de las poblaciones refugiadas) por parte de los Estados. La mezquina actuación de la Unión Europea en materia de asilo y refugio ha sido una de las cuestiones más graves en materia humanitaria en este periodo.
- En este escenario, se ha afianzado la urgencia de dedicar mas atención a las tareas de protección y a la necesidad de complementar diversos modos de actuación: desde la diplomacia humanitaria, hasta la presión política, la incidencia o la denuncia. La recuperación de los aspectos testimoniales y críticos del humanitarismo se ha hecho evidente y deberá reforzarse en el futuro.
- El llamado “sistema humanitario” se ha reforzado, pero, al mismo tiempo, se ha hecho más complejo y burocrático. La Reforma humanitaria de 2005, la Cumbre Humanitaria de 2016, entre otras iniciativas, han tenido impactos positivos como el Gran Pacto. Pero el liderazgo de ciertas visiones periclitadas de lo humanitario debería ser sustituido. Una simple pregunta capciosa ¿por qué los vicesecretarios generales para asuntos humanitarios en Naciones Unidas deben ser siempre ciudadanos o ciudadanas británicos cuando el Reino Unido ha sido el país que más ha recortado sus fondos para estos temas con consecuencias dramáticas en ciertas crisis? No parece que los cambios en el sistema vayan a venir, como algunos están intentando, de los que han liderado y sesgado el sistema que ahora quieren reformar.
- El énfasis en la acción local, incluida la de los gobiernos y autoridades sub- estatales debe ampliarse. Estamos convirtiendo la famosa “localización” en algo excesivamente retórico, cuando no usándolo con cierto oportunismo desde los países donantes de ayuda. Localizar debe suponer que “la respuesta sea tan local como sea posible, tan internacional como sea necesario”. Y eso supone no solo transferir fondos sino fortalecer y reconocer el rol protagonista de los actores locales. Otra pregunta capciosa ¿está el sistema humanitario dispuesto a eso?
- Debemos establecer nuevas formas de trabajo en común con otros actores. La solución para las crisis humanitarias no vendrá de los actores humanitarios. Vendrá, en el mejor de los casos, del trabajo mancomunado entre organismos de desarrollo, de construcción de la paz, de derechos humanos, de organizaciones feministas, ambientales, etc. Debemos abrirnos a esas colaboraciones huyendo de recetas previas. Propuestas como el “triple nexo” deben ser abordadas con cautela para evitar instrumentalizaciones de lo humanitario con otros fines.
- La anticipación y la incorporación de enfoques preventivos, basados en el riesgo y de reducción del riesgo son cada vez más relevantes. Rara es la crisis o el desastre que se presenta de modo súbito. Debemos mejorar los sistemas de alerta temprana y de preparación ante diversas amenazas rompiendo los esquemas basados solo en la respuesta. Además, la respuesta mejora si es anticipada.
- Iniciativas de calidad y rendición de cuentas (Q&A): algo más que una moda. En estos veinte años se han consolidado lo que antes eran meras propuestas. La Norma Humanitaria Esencial (CHS) y el resto de los estándares relacionados (Esfera, INEE…) deben ser cada vez más referencias inexcusables en todo el sector.
- Flexibilidad, flexibilidad, flexibilidad. Si algo han ido mostrando las crisis humanitarias en estos veinte años es la necesidad de analizarlas sin dogmatismos ni esquemas previos. Los principios, los marcos jurídicos, las normas de calidad… deben aplicarse contextualmente, adaptándose a cada realidad y evaluando sus resultados. Además, con esta apertura de mente, hemos ido incorporando otras dimensiones y enfoques a los que antes no prestábamos atención: por supuesto el enfoque de género y feminista, y otras interseccionalidades; la atención a cuestiones de colonialismo en el trabajo humanitario y la perspectiva decolonial; la consideración más rigurosa de elementos ambientales y de lucha contra el cambio climático…
Suena algo cínico decirlo, pero todo parece indicar que la acción humanitaria independiente va a seguir siendo necesaria en las próximas décadas. Algunas de las cuestiones que hemos citado, y otras que los colegas de MdM y Medicus Mundi abordan en el Informe, serán esenciales para que nuestro trabajo siga aportando “una cama por una noche ” a las personas y colectivos que sufren a consecuencia de conflictos y desastres. Ese y no otro es el desafío. No nos confundamos.