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Una visión escéptica sobre la hoja de ruta para Palestina

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(Para Radio Nederland)
Con la presentación, el pasado 29 de abril, ante el Consejo Legislativo Palestino del nuevo gabinete liderado por el primer jefe de gobierno de la Autoridad Palestina (AP), Mahmoud Abbas (Abu Mazen), parece cumplirse la última de las exigencias que tanto Washington como Tel Aviv han impuesto para poner en marcha la Hoja de Ruta que permita desbloquear el Proceso de Paz entre palestinos e israelíes. Aparentemente, se trata de un intento diplomático similar al realizado tras la operación «Tormenta del Desierto » (1991) cuando, tras obligar a Sadam Husein a retirarse de Kuwait, se puso en marcha en Madrid la Conferencia de Paz que permitió alcanzar los, actualmente abandonados, Acuerdos de Oslo.

Sin embargo, es inevitable que se vaya imponiendo un alto grado de escepticismo sobre la viabilidad de esta iniciativa para permitir la instauración de una paz global, justa y duradera en la zona. Varios son los factores que así lo señalan:

– En el marco de las nuevas reglas de juego que Washington está tratando de imponer en la región, esta iniciativa sirve fundamentalmente tanto a sus intereses como a los de su principal aliado en la zona (Israel). Las preocupaciones y aspiraciones palestinas quedan relegadas a un segundo plano, entendiendo que su reducido margen de maniobra les impedirá ofrecer una seria resistencia a las presiones de ambos actores para que acepten lo que ahora se les ofrece (un teórico Estado palestino en el horizonte del año 2005). Así debe entenderse la comprensión de Bush con cada una de las exigencias expresadas por Sharon, lo que lleva a pensar que los intentos de este último por reinterpretar la Hoja de Ruta serán aceptados en su momento sin mayor problema.

– Para hacer viable esta iniciativa, es imprescindible lograr la total marginación de Yaser Arafat y su sustitución por otro liderazgo más acomodaticio al nuevo clima internacional. Al margen del, por otro lado real, significativo grado de corrupción y de ineficiencia en la gestión de las limitadas competencias que le fueron conferidas en estos últimos años, la AP en manos de Arafat ha sido reiteradamente acusada de promover la violencia o, como mínimo, de utilizarla como un instrumento básico de su estrategia política de oposición a Israel. El nombramiento de Abu Mazen es la evidencia más clara de ese intento por iniciar otra etapa, imaginando que tendrá la voluntad y la capacidad para desactivar a los grupos violentos que se enfrentan a Israel.

– En cuanto a la voluntad, cabe decir que Abu Mazen es una figura central en la historia del movimiento de resistencia palestina, que ha recorrido un amplio camino de la mano, muy estrechamente, del propio Arafat; tanto en el exilio como en los Territorios y tanto en Fatah como en la OLP o en la AP. Entre los 24 ministros de su gabinete hay 17 miembros de Fatah, principal sostén de la OLP, y doce de ellos han formado parte de anteriores gabinetes liderados por el mismo Arafat. Suponer en todos ellos una conversión espontánea y radical hacia la vía propugnada por los promotores de la Hoja de Ruta es un ejercicio con una alta carga de idealismo, poco acorde con la historia reciente de la región.

– Por lo que respecta a su capacidad, y al margen de que la erradicación de la violencia debería ser un objetivo central de las propias autoridades palestinas (por ser contraproducente para sus intereses), será fundamental controlar a los dispersos servicios de seguridad que ha ido generando la AP y desarmar a los grupos violentos. El nombramiento de Mohamed Dahlan, punto central del aparente enfrentamiento entre Abu Mazen y Arafat, como encargado de estos servicios (mientras que Abu Mazen se reserva inicialmente la disputadísima cartera de Interior), no soluciona el problema. En primer lugar, porque el mismo Dahlan ha estado implicado en actos violentos en el pasado y, además, porque, hasta podemos conocer de momento, nada indica que realmente vaya a ejercer la autoridad sobre la totalidad de esos servicios. Basta con señalar que tanto los grupos Tanzim como las Brigadas de los Mártires de Al Aqsa- todos ellos bajo la órbita de Fatah y que, evidentemente, no son servicios oficiales de seguridad- seguirán controlados por Arafat. ¿Será capaz Abu Mazen o Dahlan de desarmar a estos grupos, con lo que no solamente podrían provocar un enfrentamiento interno sino que, además, aparecerían ante los ojos de una población palestina cada vez más crítica con el gobierno de Sharon como los subalternos de Israel en su afán por desactivar la resistencia a su renovada ocupación de los Territorios?

– En función de lo que se ha difundido de la Hoja de Ruta, se entiende que la clave para iniciar ese camino es la inmediata desaparición de la violencia. Eso implica, lógicamente, que los palestinos dejen de realizar actos violentos (¿se dejará, una vez más, en manos de Sharon que sea él quien certifique ese punto?). Pero también debería suponer que el gobierno israelí deje de llevar a cabo la eliminación selectiva de dirigentes palestinos, la imparable ampliación de los asentamientos, la construcción del muro de separación, el castigo colectivo a la población civil…¿ Es ésta una pretensión creíble, teniendo en cuenta el comportamiento que ha tenido hasta ahora Sharon?

– Pero mucho más allá de esas cuestiones inmediatas que, en cualquier caso, pueden hacer naufragar este nuevo intento de pacificar la región, ¿se puede considerar que el objetivo planteado por la Hoja de Ruta augura un Estado palestino viable a partir de 2005? La estrategia seguida por los sucesivos gobiernos israelíes desde 1967 ha estado orientada a hacer inviable ese supuesto, pero aún más: los perfiles que se adivinan para ese teórico Estado futuro apuntan a que no podrá tener espacio aéreo propio, ni aguas territoriales, ni fuerzas armadas, ni posibilidad de establecer ningún acuerdo sobre temas de seguridad con ningún otro Estado sin el consentimiento previo de Israel, un país que, por otro lado, se reservará el derecho a reocupar determinadas zonas de Palestina si percibe alguna amenaza contra su seguridad. ¿Es esto lo que entendemos por Estado viable?

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