Una sabia decisión: René Préval de Haití
Tras tres aplazamientos y en un creciente clima de inseguridad, una segunda vuelta en la elecciones presidenciales haitianas hubieran supuesto un verdadero riesgo, máxime cuando la voluntad mayoritaria dejaba lugar a pocas dudas y el ex Presidente Préval era con gran diferencia el candidato más votado. Por tanto, la decisión del Consejo Electoral Provisional (CEP), avalada por el Primer Ministro interino Gerard Latortue, de reconocer la victoria de Préval, distribuyendo proporcionalmente los votos en blanco, parece no sólo razonable sino prácticamente la única decisión posible si no se quería ahondar la violencia y caminar hacia la guerra civil. El CEP y el gobierno interino han dado muestras de un gran sentido común y de visión política patriótica, tomando una decisión que supone concluir el proceso electoral de modo democrático. Unos resultados del 51,15% de los votos, con el 96% del total escrutado, suponen una victoria indudable y una diferencia abismal con el resto de candidatos, que no se acercan ni al 12%. Cualquier sombra de duda que el candidato del RDNP (Agrupación Democrática Nacional Progresista), Leslie Manigat, quiera arrojar sobre la legitimidad de la elección está totalmente injustificada.
No obstante, no conviene olvidar que la cronología de los hechos de los últimos días en Haití, arroja demasiados elementos de confusión en los que la comunidad internacional, encargada de la vigilancia y supervisión de los comicios, no sale muy bien parada, y en las que algunas decisiones de última hora parecen reflejar el escaso compromiso real con el país más pobre de América Latina. Si tras los primeros recuentos parecía claro el aplastante triunfo del candidato del Partido de la Esperanza , de la noche a la mañana su porcentaje de votos se estancaba por debajo del 50% con lo que, según los observadores, se hacía necesaria la segunda vuelta. En un clima de caos, y con los partidarios de Préval echados a la calle, fue necesaria la aparición de urnas con votos no contabilizados en un basurero de Porto Príncipe para que las sospechas de intento de fraude electoral se generalizaran y las evidencias de estos intentos fueran meridianamente claras. Aún así, pasaron casi dos días hasta que se tomó la decisión de reconocer la victoria de Préval. Decisión que fue propuesta, primero, por el responsable brasileño de la Misión de Estabilización en el país (MINUSTAH), y aceptada por todos los candidatos excepto uno, y adoptada finalmente por el CEP y el Primer Ministro interino, tras mantener reuniones también con miembros de la OEA (Organización de Estados Americanos) y de los gobiernos de Estados Unidos, Canadá, Brasil y Chile. Aunque al final se haya llegado a una solución que respeta la democracia y que debe permitir avances en el país, la capacidad de la MINUSTAH para cumplir con su misión fundamental ha quedado en entredicho y el papel del resto de observadores internacionales también. Por ello, es destacable que el Consejo de Seguridad de la ONU haya reaccionado rápidamente, ampliando por seis meses más el mandato de MINUSTAH. Resulta, sin embargo, inaceptable la decisión del Ministro de Defensa de España de retirar el escaso contingente español- 200 infantes de marina de un total de 9.000 soldados en la fuerza de estabilización-, argumentando que tras las elecciones la misión está concluida. Es justo en estos próximos meses cuando es fundamental acompañar con presencia internacional de seguridad el proceso haitiano, y esta propuesta de retirada muestra la alicorta visión del Ministro español respecto a la participación en misiones internacionales de paz. En este caso, la retirada de las tropas españolas es más criticable por dos motivos. El Ministerio de Defensa español ha hecho un uso propagandístico intensivo sobre el carácter “humanitario” de la presencia en Haití, y no parece que las necesidades básicas de la población vayan a reducirse por haberse concluido el proceso electoral. En segundo lugar, el carácter multinacional de MINUSTAH y el nuevo protagonismo que en ella han tomado otros países de América Latina- como Chile o Brasil-, deberían hacer a España ser más solidaria con sus socios “iberoamericanos” en misiones que, con mandatos claros de la ONU , tratan de incorporar a nuevos países a los mecanismos multilaterales de seguridad.
El regreso de Préval a la presidencia, que ya ocupó entre los años 1996 y 2001, está lleno de incógnitas. Es cierto que su mayoría es indiscutible y que su figura y su programa- con el acento puesto en educación, seguridad, justicia,…- han ilusionado a los sectores populares y más pobres de la población, y eso fue evidente en la gran participación en las votaciones. Pero es cierto también, que el Haití que va a presidir es un Estado que no ha llegado nunca a consolidarse como tal y en el que el periodo de su antiguo aliado Jean Bertrand Aristide fue funesto. La inseguridad, la debilidad institucional, la miseria, la corrupción, están tan generalizadas que el esfuerzo va a ser titánico. Y el apoyo internacional durante un largo periodo también debe serlo. Ahora que la ONU estrena su Comisión de Consolidación de la Paz es buen momento para poner en práctica sus orientaciones. Y es papel de los Estados miembros implicarse en la tarea.