investigar. formar. incidir.

Menú
Actualidad | Artículos en otros medios

Turquía empieza un nuevo juego

ea13

(Para Radio Nederland)
A pesar de las apariencias, que darían a entender que estamos ante un inminente conflicto violento entre Bagdad y Ankara, cada día siguen fluyendo sin problemas unos 400.000 barriles de petróleo desde los campos iraquíes hacia Turquía, a través de un oleoducto que pasa por zonas de clara mayoría kurda. Como éste, existen otros intereses mutuos de suficiente calado como para descartar un choque de grandes dimensiones entre vecinos. Sin embargo, los tambores de guerra suenan ya con estrépito en la zona kurda del norte de Iraq, en un proceso que ofrece múltiples lecturas como resultado de las diferentes agendas en juego.

Hablamos de una zona que ya ha sufrido sucesivas oleadas de violencia. Así fue con Sadam Husein, cuando aplastó, a finales de los años ochenta y primeros noventa, sus ansias independentistas. Así ocurrió con Turquía que, en su intento por eliminar al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK)- que desde 1984 lleva a cabo, en sucesivas fases, una confrontación directa con Ankara-, no ha dudado en entrar violentamente en el área cada vez que se ha sentido fuerte. Y así lo han provocado incluso las propias facciones kurdas- con el Partido Democrático del Kurdistán (DKP), de Massud Barzani, y la Unión Patriótica del Kurdistán (PUK), de Jalal Talabani, como principales actores enfrentados-, mostrando a las claras que sus diferencias partidistas son más acusadas que sus sentimientos de pertenencia a un mismo pueblo.

La excepción a esa regla es, de hecho, que en estos últimos diez años, y con la evidente protección y apoyo estadounidense, la región haya gozado de una paz y una prosperidad envidiables para el resto de los iraquíes y de los propios kurdos dispersos entre Turquía, Siria, Irán, Armenia y Azerbaiyán. En esas condiciones- y cuando Iraq parece dirigirse a una fragmentación que podría, tal como lo ven en Ankara, desembocar en una independencia kurda- no cabe extrañarse de que el régimen turco renueve sus mensajes de fuerza, tratando de abortar un proceso que les afecta hasta el punto de cuestionar su propia identidad nacional, en la medida en que los casi 15 millones de kurdos que habitan en Turquía puedan verse tentados a iniciar un camino parecido al de sus vecinos.

Turquía ha desplegado decenas de miles de soldados en la frontera con Iraq (algunas fuentes llegan a hablar de 100.000), lo que lleva a pensar en una ofensiva a gran escala. Aunque no se suele hablar de ello, conviene recordar ahora que ya hay unos 2.000 soldados de unidades especiales turcas desplegados en el interior de Iraq desde hace meses. En estos últimos días se han sucedido los episodios violentos a ambos lados de la línea fronteriza (con militantes del PKK matando en suelo turco a 12 soldados, el pasado día 21, y con una serie de bombardeos aéreos y de artillería que han causado una treintena de muertos entre la milicia en apenas dos días) y todo parecería apuntar a un inmediato y relevante ataque en fuerza.

Las fuerzas armadas turcas disponen de la aprobación de su parlamento para materializar la ofensiva a lo largo de un año. Los militares turcos llevan demandándola desde hace mucho tiempo y pueden aprovechar ahora la necesidad del dominante Partido Justicia y Desarrollo de demostrar que son más nacionalistas que nadie. Siria, y hasta Irán, apoyan una ofensiva de esa naturaleza- interesados igualmente de apagar un fuego kurdo que también les afecta. Pero, incluso en esas condiciones, no basta para garantizar el éxito de una operación en fuerza que permita eliminar definitivamente la amenaza del PKK, y mucho menos la emergencia de un nacionalismo kurdo que, como se demuestra ahora en el caso de los kurdos iraquíes, entienden que se les presenta una magnífica oportunidad para ver materializada su histórica aspiración de independencia.

Por una parte, es preciso considerar que, en el tiempo que queda hasta que el invierno impida operaciones a gran escala y sostenidas, no es posible realizar la tarea que cabe imaginar en la mente de los planificadores de la operación. Por otra, sin el explícito apoyo estadounidense y de los partidos kurdos que lideran tanto Barzani (presidente del Gobierno Regional Kurdo) como Talabani (presidente de Iraq), es imposible garantizar el éxito de la ofensiva, aunque ésta sólo fuera dirigida a eliminar al PKK. Por el contrario, Washington sigue jugando con los kurdos iraquíes como contrapeso al dominio chií en Bagdad y, hasta ahora, no ha querido ni actuar directamente en la zona (dejándola en manos de los peshmergas kurdos) ni siquiera presionar a sus aliados para que cierren todas las puertas a los violentos que hay en su seno.

Además, el gobierno iraquí ni está en condiciones que atender ese frente local, cuando muestra una total incapacidad para controlar el núcleo del país, ni parece inclinado a facilitarle las cosas a una Turquía que empieza a mostrar nítidos signos de volver a convertirse en un referente regional.

En definitiva, cabe imaginar que se sucederán las operaciones puntuales de castigo, con incursiones de entidad limitada, que vayan eliminando ciertos objetivos, mientras se mantenga el despliegue actual como medio principal de presión para que otros (especialmente Washington, el gobierno regional del Kurdistán iraquí y hasta Bagdad) se impliquen en la tarea de abortar, una vez más, la amenaza kurda. En el fondo Ankara no quiere atacar, pero puede hacerlo. A nadie- que no sean los militares turcos y, paradójicamente, el propio PKK (para obligar a todos a tomar partido y evitar convertirse en el único blanco de los ataques)- le interesa añadir un nuevo foco de violencia a una región ya sobrada de ella. Pero no cabe imaginar que Ankara vaya a soltar la presa fácilmente. En el mejor de los casos, tenemos hasta la próxima primavera (cuando el tiempo permita sostener prolongados ataques en fuerza) para comprobar si la diplomacia evita un nuevo desastre.

Publicaciones relacionadas