investigar. formar. incidir.

Menú
Actualidad | Artículos en otros medios

Túnez, segunda oportunidad

TUNEX

Apurando al máximo el plazo marcado por el presidente de la república, Moncef Marzouki, y a la espera del preceptivo aval parlamentario, Ali Laridi ha logrado conformar un nuevo gobierno. En principio, atendiendo a los treinta nombres que configuran el nuevo gabinete, el ex ministro de interior parece haber logrado atender a las principales demandas planteadas tanto desde la oposición como desde la calle. Así, ha logrado evitar el peligro de descontrol que había desencadenado el asesinato de Chokri Belaid el pasado 6 de febrero, con riesgo de hacer descarrilar el proceso iniciado tras la caída del dictador Ben Ali. También se ha atrevido a dejar los cuatro principales ministerios en manos de independientes- con el diplomático Othman Yarandi al frente de exteriores, el jurista Loffi Ben Yedu en interior, el también jurista Najib Ben Ammu en justicia y Rachid Sabagh en defensa.

De este modo, y mientras En Nahda conserva al menos 9 carteras, Laridi ha transmitido su voluntad de ampliar la base de representatividad política de su gobierno, aunque sin llegar en ningún caso a crear un gabinete exclusivamente tecnocrático, como había intentado sin éxito su antecesor en el cargo, Hamadi Jebali (desautorizado por su propio partido).

Para ello, como en la etapa anterior, Laridi ha logrado mantener en la coalición gubernamental tanto al partido laico Congreso para la República como al centroizquierdista Ettakatol (que conserva la delicada cartera de finanzas, de la mano de Elyess Fakhfakh). Asistimos, por tanto, a una nueva versión de la misma coalición que ya había acordado incorporarse al gobierno tras las elecciones de octubre de 2011.

El problema no es tanto que se repita la fórmula del tripartito, como el hecho de que desde la caída del dictador no se ha logrado todavía consolidar un rumbo de avance democrático irreversible. En el plano económico la situación no ha hecho más que empeorar, tal como muestra la estadística de un desempleo que oficialmente supera ya el 18% y el notable deterioro de la actividad turística (auténtico balón de oxígeno para las arcas nacionales) y de la inversión extranjera. Para tratar de enderezar el rumbo todavía queda por cerrar la negociación con el Fondo Monetario Internacional para la concesión de un préstamo de 1.780 millones de dólares; pero las autoridades económicas son bien conscientes de que para ello será necesario comprometerse en la adopción de reformas impopulares que, a buen seguro, llevará a los afectados a aumentar de nuevo la tensión en las calles.

En el social, nada ha logrado frenar el impulso de los salafistas (con el grupo Jabhat al Islah como más destacado), empeñados en forzar un modelo rigorista que no encaja con la tolerancia tradicional del islam tunecino. Cuentan con unos militantes progresivamente crecidos en sus críticas a lo que consideran escaso perfil islamista de En Nahda, mientras van ganando terreno en determinados círculos (incluyendo las universidades y la administración), en los que tratan de imponer vestimentas y comportamientos públicos que ponen en peligro la convivencia.

Además, en el terreno político, sigue pendiente la elaboración de una Constitución, mientras en el sur del país se repiten con frecuencia episodios de violencia protagonizados por grupos armados que no terminan de ser neutralizados por unas fuerzas de seguridad crecientemente cuestionadas.

De momento, lo que representa Laridi es el inicio de una nueva oportunidad para Túnez, limitando la vigencia del gobierno hasta la celebración de nuevas elecciones legislativas, previstas para octubre o noviembre de este mismo año, en las que habrá que ver cómo rinde la plataforma opositora laica, Nida Tunis, encabezada por el ex primer ministro Beji Qaid Esebsi. Un ejercicio de alto riesgo, en definitiva, cogido con alfileres.

Publicaciones relacionadas