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Tres meses después del tsunami

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(Para Radio Nederland)
El pasado fin de semana se han cumplido tres meses del terrible maremoto que arrasó las costas del sur de Asia, en el mayor desastre natural de las últimas décadas. Las cifras de la tragedia hablan por sí solas: 288.376 muertos contabilizados, a los que habría que añadir una cifra difícilmente calculable de desaparecidos; efectos especialmente graves sobre la infancia- casi un tercio de las víctimas mortales eran niños- y sobre las mujeres; provincias enteras de Indonesia o Sri Lanka totalmente destruidas; más de un millón y medio de personas sin hogar; daños incalculables en los sistemas económicos y productivos; … en fin, una tragedia con pocos precedentes en la historia reciente.
El análisis pormenorizado de los datos del desastre arroja evidencias aparentemente sorprendentes. En un reciente informe publicado por OXFAM Internacional se dice que entre las víctimas mortales hubo casi cuatro veces más mujeres que hombres, lo que puede tener implicaciones demográficas en el corto plazo. Las causas de esta situación son diversas, pero parecen tener que ver con que las mujeres se encontraban trabajando en las zonas costeras, mientras que muchos varones o bien se encontraban pescando mar adentro, o en las zonas cultivables del interior. En cualquier caso, una vez más se pone de manifiesto la especial vulnerabilidad de ciertos sectores de población, mujeres y niños ante los desastres de todo tipo.
Tras estos noventa días, las labores de emergencia se dan por concluidas y la mayor parte de cooperantes enviados ya han abandonado la zona. El caso más significativo es el de los contingentes militares desplegados en la región, que han vuelto ya a sus respectivos países, en una de las operaciones de socorro en las que los efectivos militares han sido más numerosos: cuarenta mil soldados de una veintena de países llegaron a coincidir en la región. El balance de la ayuda en esta fase de emergencia es todavía confuso, pero los datos disponibles muestran que, salvo en algunas zonas especialmente difíciles en Banda Aceh (Indonesia), la población ha podido acceder a la ayuda internacional y que ésta se ha realizado con razonable eficacia dada la magnitud de la catástrofe. Los afectados van regresando poco a poco a la normalidad y en estos días algunos abandonan los campos de desplazados en los que han permanecido en estos meses. En otros casos, su estancia en los campos durará aún cierto tiempo.
Las tareas de reconstrucción parecen, como suele ser habitual, topar con muchas más dificultades, dado que en ellas la coordinación es esencial y el protagonismo de las estructuras locales, también. «Si hubiéramos actuado como queríamos, probablemente ya habríamos completado los proyectos. Sin embargo, aún estamos en una fase en la que la reconstrucción de estructuras está por comenzar», decía el otro día el presidente de la «task force» del gobierno de Sri Lanka para la reconstrucción, Mano Tittavella. Este tipo de quejas están empezando a ser habituales y la complejidad en la toma de decisiones, cuando existen muchas organizaciones implicadas, es grande. Durante la emergencia y la post-emergencia inmediata el papel de las Naciones Unidas y especialmente de OCHA (Oficina de Coordinación de los Asuntos Humanitarios) ha sido primordial, pero ahora- en la rehabilitación de medio largo plazo- el testigo debiera ir pasando a las autoridades locales. Obviamente, con las necesarias precauciones y controles sobre la orientación social de los fondos, pero permitiendo la apropiación del proceso de recuperación por parte de las comunidades afectadas y sus responsables, instituciones y líderes.
Las cifras estimadas para las labores de reconstrucción son astronómicas y se calculan en 7.800 millones de dólares, de los cuales 4.722 serían para Indonesia, 1.424 para Sri Lanka, 1.212 para India y cantidades inferiores para el resto de países afectados. En cualquier caso, estas cifras sólo incluyen la recuperación de unas condiciones mínimas de vida y de sustento y el inicio de proyectos de desarrollo de más largo plazo, que deberán completarse a lo largo de los próximos años. Es precisamente en esta necesaria temporalización de los proyectos donde se encuentran algunos de los problemas. En esta ocasión, la enorme respuesta ciudadana tras la crisis puede permitir que muchas agencias humanitarias cuenten con fondos para la rehabilitación. Pero la experiencia de muchas de ellas no es la necesaria para emprender estas tareas y, no nos engañemos, el «know how» preciso para el trabajo de medio plazo de reconstrucción no es el mismo que para el trabajo de socorro tras el desastre.
Otro aspecto que ya está comenzando a aflorar es que los compromisos tomados por los gobiernos donantes y organismos internacionales hace dos meses están tardando en materializarse. Tampoco se ha avanzado en la condonación de la deuda y, tan sólo, se han obtenido aplazamientos por parte del Club de París que no resuelven el problema.
Por último, y volviendo al inicio del artículo, la reconstrucción debe ser consciente de la necesidad de incorporar los datos de los informes sobre impacto en las mujeres y los niños y establecer garantías de protección para estos dos colectivos. Tanto en los campos de desplazados como en los procesos de toma de decisiones, evaluación de necesidades y acceso de las mujeres a los programas de generación de ingresos. En definitiva, se debe abordar el lado humano de la reconstrucción.

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