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Tormentas, huracanes y algo más

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(Para Radio Nederland)
La tormenta tropical Alex, primera de la temporada 2010, comenzó a formarse estos días al oeste del Caribe y según las últimas noticias se ha ido trasformando en huracán de categoría uno en la escala Saffir-Simpson a su paso por el Golfo de México, amenazando con subir a categoría dos en los próximos días.

Tanto México como Belice o los Estados Unidos han decretado diversos estados de alerta y, bien puede decirse que, en todos los países se es consciente de que dan comienzo unos meses en los que el riesgo de este tipo de eventos se va a multiplicar. La letanía de nombres de personas, siguiendo el alfabeto (Alex, Bonnie, Colin, Dannielle,…), va a acompañarnos sin duda en las próximas semanas, y los primeros datos que nos hablan de previsiones para esta temporada son preocupantes.

Una temporada de huracanes previsiblemente fuerte
En efecto, desde primeros de junio de 2010, los organismos especializados en predicción y previsión de huracanes como CSU y TDR (siglas en inglés de los centros de la Universidad de Colorado y del Tropical Storm Risk, entre otros) coinciden en que la temporada de 2010 va a ser bastante activa, y que tanto en número de eventos como en gravedad de los mismo va a ser mayor que la de 2009.

Evidentemente, los datos de previsiones deben ser tomados con prudencia. Sin embargo, según estas agencias de predicción, el pronóstico para el año 2010 se presenta mucho más fiable y menos incierto que el del año pasado, debido a dos factores:
1. En los últimos 15 años, a un año poco activo le ha seguido uno más activo. El 2009 fue poco activo tras un 2008 muy fuerte.
2. El año 2009 ha sido un año de El Niño (fenómeno que inhibe la formación de ciclones tropicales). Es extremadamente raro que un Niño perdure dos temporadas consecutivas, por lo que es de esperar que el año 2010 sea como poco «neutro» y por tanto, favorable para la formación de ciclones tropicales.

Con estos datos, la Administración Nacional de Océanos y Atmósfera de Estados Unidos (NOAA) pronosticó para la temporada de huracanes en el Atlántico que comenzó el primero de junio y finaliza el 30 de noviembre, la formación de 14 a 23 tormentas y entre 8 a 14 huracanes, que descargarían su furia en Estados Unidos, el Caribe, Centroamérica y el Golfo de México.

¿Y además de los huracanes?
Pero más allá de este análisis rutinario de datos y previsiones que hacemos anualmente, algunas cuestiones deben ser tenidas en cuenta durante el año en curso, pues pueden incidir en la mayor o menor gravedad del impacto de estos fenómenos meteorológicos sobre las comunidades afectadas. En un mundo como el nuestro, ningún fenómeno puede ser analizado aisladamente y, como dice el refrán, puede llover sobre mojado.

Haití
En primer lugar, y no está de más recordarlo, Haití. Las tareas de recuperación del país caribeño tras el terremoto caminan con mucha lentitud y, aunque se han producido avances, los logros en materia de alojamiento y cobijo temporal pueden verse duramente afectados por la llegada de tormentas y, mucho más, de huracanes.

Todas las agencias humanitarias, los organismos internacionales y el propio gobierno haitiano, coinciden en que estos próximos cuatro meses son cruciales y que la vulnerabilidad del país sigue siendo tan grande que cualquier evento climático puede convertirse en un gran desastre. Durante estos casi seis meses tras el terremoto, poco ha podido hacerse en materia de gestión de riesgos y en la elaboración de planes de contingencia, y esto debería ser una prioridad a partir de ahora. El riesgo de un recrudecimiento de la crisis haitiana es real y debemos prepararnos para ello.

Golfo de México
En segundo lugar, la fuga de petróleo del Golfo de México puede verse muy agravada, y las tareas de lucha contra la marea negra complicadas si alguno de los huracanes o tormentas afectara a esa zona, lo cual es bastante probable. La interacción entre fenómenos de carácter natural como los que estamos citando, con desastres nada «naturales» como la fuga de petróleo debida a la imprudencia de BP, puede ser devastadora y por ello, la urgencia por limitar el flujo de petróleo vertido es muy grande, como ha manifestado el propio presidente Barack Obama.

Zonas costeras
En tercer lugar, la elevada exposición al riesgo de las poblaciones de zonas costeras, especialmente las de carácter turístico. Un patrón que se ha repetido en los últimos años y que ha agravado, es el elevado número de nuevas edificaciones en zonas costeras de diversos países del Caribe y el Golfo de México en general, que suelen ser habitadas, además, por gente que no conoce los mecanismos de prevención y mucho menos de respuesta ante estas situaciones. Y hacia ellas no se dirigen normalmente los dispositivos de protección de los que disponen los países.

En definitiva, ante eventos de carácter repetido o crónico, como estos a los que nos referimos, no queda otra opción que la de mejorar los dispositivos de gestión de riesgos y de reducción de desastres. Entendiendo también que la concatenación y las perversas sinergias entre unos y otros fenómenos pueden complicar aún más sus efectos.

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