Tormenta en auge en torno a Irán
(Para Radio Nederland)
Es incesante el cúmulo de noticias inquietantes en torno a Irán, todas ellas concentradas en los avances de su programa nuclear y en el cruce de declaraciones prebélicas que apuntan a un pronto conflicto violento.
Parecería, en consecuencia, que el choque militar está muy próximo- incluso algunos se aventuran a fijarlo para abril- y que no queda espacio para ningún otro tema en la agenda. Y, sin embargo, ni cabe considerar como evidente que el ataque militar contra Irán (nadie se plantea que Teherán pueda ser el atacante) se vaya a producir, ni se puede olvidar que muchas otras cosas están ocurriendo hoy en ese país.
En cuanto a la inminencia del ataque, y desde una perspectiva estrictamente militar, cabe concluir que por muchos que puedan ser los deseos del gobierno israelí por desencadenarlo, el panorama resultante de cualquier cálculo racional impone un freno nada desdeñable. Es bien conocido que Israel posee un arsenal militar- tanto convencional como nuclear- incomparablemente más moderno y operativo que el que pueda presentar hoy Irán.
Pero- asumiendo que en este caso no valdrían los ejemplos de los ataques quirúrgicos contra Irak (1981) y Siria (2007), sino que sería necesario realizar una campaña prolongada en el tiempo- esta ventaja de partida queda neutralizada por otros factores que pesan sobremanera en cualquier planificación militar. Por un lado, porque su tamaño (1,7 millones de km2) le permite una dispersión de sus instalaciones nucleares que dificultan su eliminación de un solo golpe.
A esto hay que añadir que los elementos más sensibles- como las planteas de enriquecimiento de Natanz y Fordo- se encuentran enterradas a tal profundidad que ni siquiera las bombas más potentes del arsenal israelí (las GBU-28, de procedencia estadounidense) tienen garantizada su destrucción. Además, el mero hecho de que los cazas israelíes tendrían que recorrer no menos de 3.200 km de distancia, para llegar desde sus bases hasta sus hipotéticos objetivos, supone un reto insuperable para unas fuerzas aéreas que no cuentan más que con ocho aviones cisterna de reabastecimiento en vuelo. Demasiado poco para los miles de salidas aéreas que serían precisas.
Dicho de otro modo, sin la participación militar directa de Washington, Israel no tiene capacidad por sí solo para implicarse en un ataque que, a buen seguro, activaría la respuesta iraní, no solo en términos militares- con su diversidad de medios antiaéreos, de misiles que pueden alcanzar territorio israelí o de medios navales que pueden crear muchos problemas para el tráfico en el estrecho de Ormuz- sino también empleando aliados tan inquietantes para Tel Aviv como Hesbolá, en Líbano, o Hamás, en Gaza; todo ello sin olvidar su enorme influencia en Irak, pero también en Bahrein, Yemen o Arabia Saudí.
La próxima visita de Benjamín Netanyahu a EE UU, el próximo 6 de marzo, será una buena ocasión para comprobar el grado de sintonía/desacuerdo entre ambos países hacia la guerra o hacia la diplomacia.
Mientras se sigue tensando la cuerda en este terreno, otros asuntos reclaman también atención. Por un lado, la AIEA acaba de rematar su visita a varias instalaciones nucleares iraníes, sin haber logrado (como ya cabía suponer) forzar al régimen a ser más transparente en sus actividades.
Las autoridades iraníes se siguen mostrando como unos aventajados especialistas en el juego de las apariencias y la ambigüedad, lo que les permite denunciar lo que consideran una confabulación internacional contra el régimen de los ayatolás, al tiempo que amenazan con un ataque preventivo contra cualquier posible atacante, sin olvidarse de ofrecer un regreso a la mesa de negociaciones al grupo 5+1 (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania) para resolver los problemas que pueda plantear su programa nuclear.
Por otro, el país se apresta a celebrar las elecciones legislativas- el primer proceso electoral celebrado en Irán dese la controvertida reelección de Mahmud Ahmadineyad en 2009- en mitad de crecientes tensiones internas entre diferentes facciones del sistema revolucionario inaugurado en 1979. Como ya ha ocurrido en ocasiones anteriores, la votación será bastante transparente porque la auténtica depuración de posibles candidatos molestos ya se ha realizado previamente.
En un entorno en el que las diferencias entre el presidente y el líder supremo de la revolución, Alí Jamenei, son cada vez más visibles, el Consejo de Guardianes ya se ha encargado de reducir el peso no solo de los que siguen a personajes tan controvertidos como Mir Husein Musavi y Mehdi Karrubi- todavía hoy en prisión como líderes del Movimiento Verde-, sino también a los que puedan cuestionar el dictado de Jamenei.
En estas condiciones, la constitución del noveno Majlis (Parlamento) constituirá una buena prueba de fuerza para los diferentes contendientes por acaparar el poder asociado a la revolución jomeinista, pero también para calibrar el nivel de descontento (traducido en una mayor o menor afluencia a los 47.000 colegios electorales) de una población que está sufriendo ya de manera clara el efecto de las sanciones internacionales.
Precisamente en conexión con las sanciones, el régimen acaba de decidir el corte del suministro de petróleo a Francia y Gran Bretaña, adelantándose a la decisión de la Unión Europea de suspender sus importaciones de crudo iraní, a partir del 1 de julio, en línea con Washington. Aunque quiera aparentar fortaleza, este gesto hay que entenderlo como un intento por crear disensiones intracomunitarias, apuntando a los dos países que más se han significado contra el rumbo adoptado por Teherán, pero que son, al mismo tiempo, los que menos dependen del petróleo iraní.
En una demostración más de que hay vida más allá del tema nuclear, incluso personajes desconocidos por sí mismos- como Sean Stone (ahora rebautizado como Alí), hijo del famoso y controvertido cineasta estadounidense, Oliver Stone- utiliza la baza iraní para obtener sus quince minutos de fama.
Dice haberse convertido al islam chií, se declara ferviente defensor de Ahmadineyad y está de acuerdo con que Irán se haga con armas nucleares. No deja de sorprender lo que algunos están dispuestos a hacer para salir en los medios y para relanzar su carrera de cineasta.