También nos fuimos de Haití
El ruido creado por la decisión de retirar las tropas españolas de Kosovo comunicado -con cierta torpeza, eso sí- por la ministra de Defensa Carme Chacón la semana pasada, contrasta enormemente con el silencio casi absoluto que siguió a la retirada del contingente militar español en la Misión de Estabilización de Naciones Unidas en Haití (MINUSTAH) hace ahora tres años. De hecho, en los muchos y apresurados análisis que se han hecho estos días en los medios de comunicación, todos los analistas y tertulianos han recordado la retirada de las tropas de Iraq y establecido paralelismos con Kosovo pero, nadie que hayamos visto ha hecho la menor referencia al caso de Haití que es, a nuestro juicio, el caso más claro de inconsecuencia y falta de coherencia con una misión internacional absolutamente legítima y libremente aceptada por nuestro gobierno. Y semejante amnesia dice muy poco a favor del conocimiento de los medios de comunicación sobre la participación española en misiones de paz, precisamente en su vigésimo aniversario.
La MINUSTAH, puesta en marcha en abril de 2004 por la Resolución 1542 del Consejo de Seguridad dentro del Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas, tomó el relevo de la Fuerza multinacional provisional que había tratado de poner cierto orden en el país incluso desde antes de la marcha del presidente Jean Bertrand Aristide. En octubre de 2004 el gobierno Zapatero decidía la participación de tropas españolas en la MINUSTAH en una decisión que trataba de reflejar el compromiso con la seguridad en América Latina y con una operación de paz de gran complejidad, pero que contaba con una gran presencia de los países latinoamericanos bajo el mando de un general brasileño. Reflejaba también el compromiso multilateral reflejado en la puesta a disposición de la ONU de tropas con creciente experiencia en operaciones de este tipo. El contingente de infantes de marina españoles, pequeño pero muy especializado, desempeñaba funciones de vigilancia en el área del noroeste haitiano fronterizo con la República Dominicana. La labor militar consistía en proporcionar un entorno estable y seguro a la población, proteger los derechos humanos y facilitar la llegada de ayuda humanitaria colaborando con las organizaciones civiles. Colaboraban, además, en el terreno con un contingente militar marroquí, lo que suponía otra interesante originalidad de la misión. En el año y medio que las tropas españolas estuvieron en Haití los resultados fueron suficientemente esperanzadores y las tropas españolas pudieron irse familiarizando con un entorno muy diferente al resto de operaciones de paz en las que habían participado. De hecho, la misión fue aprovechada por el ministro de Defensa de la época, José Bono, para sus inefables declaraciones sobre que las Fuerzas Armadas españolas eran “soldados sin fronteras”, o incluso que eran en realidad “una ONGército”, o una “ONG con uniforme”. El componente humanitario de la misión, en un país tan pobre como Haití, se vendía bien y a ello se apresuró el mediático ministro.
Por ello, la decisión de retirar las tropas, que fue también comunicada con retraso al Secretario General de la ONU, Kofi Annan, y que generó una enérgica carta de protesta por su parte al Presidente Zapatero, supuso una sorpresa para el resto de países implicados en MINUSTAH y para el propio gobierno de Haití, que afectó a nuestra credibilidad internacional. No olvidemos que Haití es país prioritario para la cooperación al desarrollo española y que un creciente número de ONG y otros actores de cooperación españoles trabajan en aquel país. Tal vez fueran las quejas de todos los socios de MINUSTAH las que lograron que, una vez retirado el contingente militar, haya permanecido en el país un pequeño grupo de policías y guardias civiles para tareas de formación y escolta. De hecho, a finales de febrero el director general de la Policía y de la Guardia Civil españolas, Francisco Javier Velázquez, visitó a esos funcionarios en Haití.
Evidentemente, la pregunta del millón es ¿por qué nos fuimos de Haití?Y la respuesta, lamentablemente, es fácil. Se trataba lisa y llanamente de enviar más tropas a Afganistán sin romper el techo autoimpuesto de no tener más de 3.000 soldados en el exterior. Y para ello, no se dudó en abandonar de modo apresurado una misión en la que la presencia era importante para garantizar la seguridad en la frágil situación haitiana. Y si en esta ocasión la diplomacia española ha “carecido de finura”, en el caso de Haití la decisión fue brutal. Pero, ¿a alguien le importa Haití?