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Sudán del Sur: satisfacer las expectativas para que no se conviertan en desilusiones

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El 9 de julio de 2011 es la fecha en la que el sur de Sudán será oficialmente un nuevo país si todo discurre según lo establecido en la agenda del proceso de independencia. El referéndum celebrado el pasado enero, que terminó con el 98,8% de los votos en favor de la escisión de la provincia del resto de Sudán, ha sido sin duda uno de los momentos más importantes en la historia de esta región. Las calles de Juba y del resto del territorio se llenaron de júbilo cuando el 6 de Febrero se hicieron oficiales los resultados del referéndum. El clima de euforia y alegría se vio acrecentado con el reconocimiento oficial del Presidente de Sudan Omar Al-Bashir.

La actividad política y diplomática en Sudán ha sido frenética durante los últimos meses. En Octubre eran pocos los que creían que el referéndum pudiese tener lugar el 9 de Enero como estaba previsto; aún menos los que pensaban que se pudiese realizar en un clima pacífico, y contar con el reconocimiento del gobierno del norte en caso de que la independencia fuese la opción elegida por el pueblo sur-sudanés. Pero el trabajo de todas las partes, gobierno del sur, del norte y comunidad internacional en general, han hecho realidad lo que parecía imposible. Si bien han tenido lugar incidentes esporádicos de violencia (habituales en todo caso durante los últimos años) y se ha incrementado la tensión con el retorno masivo, y poco organizado, de sureños residentes en el norte, lo cierto es que el proceso de registro, votación y recuento ha sido muy satisfactorio.

Ahora bien, son muchos y difíciles los retos que le quedan por delante al sur de Sudán, y quizás el más grande de todos ellos es el de conjugar las expectativas que su pueblo tiene en el futuro más cercano, ya que el referéndum era el último de los hitos dispuestos en el proceso de paz global (CPA en sus siglas en Inglés) firmado en el 2005. La independencia es el último tren de esperanza una vez que los cinco años anteriores no dieron casi respuesta a las expectativas de paz y desarrollo de las sudanesas y sudaneses del sur.

Para que ese tren no descarrile las autoridades de la futura nueva nación deberían tener tres prioridades urgentes: luchar contra la pobreza y garantizar los servicios sociales básicos, como educación y sanidad; asegurar la ayuda de emergencia para que las comunidades locales puedan hacer frente a las crisis humanitarias; y proteger a los civiles mientras se abordan las causas de fondo de los conflictos que originan la violencia.

Es vital que la comunidad internacional apoye este proceso. Si se desea la paz en todo Sudán, debe haber un compromiso político a largo plazo por parte de los gobiernos internacionales para asegurar la estabilidad, la protección de civiles y que se abordan las necesidades humanitarias y la pobreza crónica. En julio habrá dos nuevos países en el continente y ambos requieren del apoyo internacional para que sus relaciones sean positivas y sus comunidades puedan por fin beneficiarse de la paz y la estabilidad. El referéndum de independencia del sur de Sudan ha demostrado que, con compromiso y voluntad política, se puede lograr todo aquello que se quiera conseguir de verdad, por muchas que sean las dificultades en el camino.

Los analistas apuntan a las disputas económicas y territoriales aún no cerradas con el norte -como por ejemplo la zona fronteriza de Abyei (con su propio referéndum para determinar su pertenencia al norte o al sur aún por realizar), las consultas populares en el sur de Kordofán y en el estado de Blue Nile, las negociaciones sobre el reparto de la riqueza del petróleo, la demarcación de fronteras y la división de la deuda- como las dificultades principales para que el proceso de independencia se formalice de forma pacífica entre el norte y el sur en los próximos meses.

También señalan un gran número de amenazas externas procedentes de los países que le rodean, tales como la situación en las provincias norteñas de Darfur (con un escenario de violencia en aumento) y la presencia del LRA (Ejercito de Resistencia del Señor en sus siglas en inglés), como elementos desestabilizadores para el nuevo país.

Sin embargo, el sur de Sudán tiene sus mayores retos dentro de su territorio, y a medida que la independencia se haga más tangible, mayores serán los riesgos de que las tensiones internas provoquen conflictos: si el tiempo pasa y los sudaneses del sur no ven un desarrollo palpable que dé respuesta a sus expectativas, el sur de Sudán corre el riesgo de convertirse en una bomba de relojería.

Muchas de las comunidades del sur de Sudán aún se enfrentan a la amenaza de la violencia. Durante el pasado año, los combates obligaron a más de 200.000 personas a huir de sus hogares y se cobraron casi un millar de vidas. Las causas profundas de esta violencia no van a desaparecer por sí solas después del referéndum ni de la independencia. Los enfrentamientos se producen a menudo entre los grupos étnicos que luchan por recursos como el ganado, los pastos y el agua. La situación se agrava por una legislación poco clara en cuanto a la propiedad de la tierra, los legados del conflicto -como un alto número de armas ligeras circulando en al zona, unas fuerzas de seguridad mal equipadas y peor entrenadas- y un sistema de justicia muy frágil.

Los últimos movimientos de población están poniendo más presión a las comunidades locales donde escasean los recursos básicos como el agua, los alimentos, el material de refugio y saneamiento y la educación. Desde el pasado octubre, alrededor de 200.000 sudaneses que vivían en el norte del país han emprendido viaje de regreso hacia sus lugares de origen en el sur de Sudán. El camino es largo: deben pasar noches enteras en la carretera hasta que llegan a los centros de transición antes de seguir hacia sus poblados. Una vez que se alcanzan los centros de transición hay muchas familias que no se atreven a continuar su viaje hasta su destino final, haciendo que los centros de transición se estén masificando. El gobierno del sur ha promovido este movimiento masivo prometiendo facilidades logísticas para el desplazamiento y tierras al llegar a la zona de origen. Sin embargo las promesas no se han visto cumplidas en su mayoría y la desorganización está siendo el denominador común.

Los Gobiernos, tanto el del norte como el del sur, no deben promover este tipo de movimientos de poblaciones si no pueden afrontar las necesidades que estos generan con garantías. Este tipo de situaciones es justo lo que el gobierno del sur de Sudán tiene que evitar si no quiere que las frustraciones reemplacen a las expectativas entre su pueblo.

El sur de Sudán es un territorio que cuenta con incontables riquezas y tiene el potencial de convertirse en una nación prospera. Para lograrlo, va a tener que conseguir hacer frente tanto amenazas provenientes de otros países como disputas en las zonas fronterizas con Sudán Norte. Pero sobre todo va a tener que dar respuesta a sus necesidades y tensiones internas, y la comunidad internacional debe estar a su lado para apoyarlo.

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