Somalia: ¿alguien se acuerda de la población civil?
(Para Radio Nederland)
El próximo jueves 23 de abril se celebrará en Bruselas una Conferencia de donantes para recaudar fondos y plantear posiciones comunes de la comunidad internacional hacia Somalia. Convocada a instancias de la ONU y la Unión Europea, la Conferencia busca avanzar en las soluciones políticas a la crisis que vive el país desde hace décadas, y obtener financiación para paliar la grave situación humanitaria que vive la población en muchas zonas del país y zonas limítrofes. Y lo primero que hay que decir es que, la mera convocatoria de la reunión, es una buena noticia ya que se pretende, o al menos eso se dice, abordar la situación somalí desde una lógica más amplia que la simple respuesta a los problemas derivados de la presencia de piratas en el golfo de Adén. La vergüenza que supone que los países desarrollados estén dedicando cuantiosos recursos para defender sus intereses económicos y los barcos que navegan por el golfo, movilizando incluso numerosas tropas y que, sin embargo, no hayan movido un dedo para dedicar esos mismos recursos y esas mismas tropas para proteger a la población somalí, parece que ha hecho que, aunque solo sea como mera imagen, se haya decidido hacer algo más.
La nueva administración estadounidense mandará un enviado especial a la Conferencia, pero esta misma semana la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, presentó un plan de cuatro puntos para combatir la piratería en las costas de Somalia declarando que «Puede que estemos tratando con un crimen del siglo XVII pero necesitamos abordarlo con medios del siglo XXI» y comprometiendo nuevos medios para el combate a la piratería. Y en el caso de la crisis somalí la posición estadounidense es muy relevante pues fue el fiasco con el que se saldó la Operación Restaurar la Esperanza en el año 1993, el que ha marcado la posición internacional desde entonces, caracterizada por la ausencia de la más mínima voluntad de comprometerse seriamente en la situación del país.
En efecto, aquella operación pretendidamente humanitaria y lanzada a bombo y platillo en los medios de comunicación, llegando a retransmitirse en directo por la televisión el desembarco de los marines en las playas de Mogadiscio, se cerró abruptamente tras el asesinato de varios de los marines y la llegada de escalofriantes imágenes de aquellos actos. Estados Unidos decidió retirar sus tropas y esa retirada, reflejada con estilo Hollywood en la película Blackhawk derribado, hizo que desde entonces se frenaran las ansias intervencionistas en África y que, incluso en casos en los que había un mandato del Consejo de Seguridad de la ONU que permitía el despliegue de tropas, esto no se produjera. El fracaso de la Operación Restaurar la Esperanza influyó también en la ausencia de respuesta internacional al otro gran drama de los años noventa en África: el genocidio de Ruanda en 1994. Y desde aquella época hasta la actual situación en Darfur, por poner solo un ejemplo, las veleidades de Estados Unidos en el continente se han ido moderando.
En cualquier caso, la Conferencia de Bruselas, en la que está previsto que participe el Secretario General de la ONU Ban Ki-Moon y representantes de una treintena de países, debe ser un punto de inflexión en la posición internacional respecto a Somalia y debiera servir para recaudar fondos tanto para el trabajo humanitario como para la construcción de un estado de derecho y la mejora de la gobernabilidad en el país. La situación de seguridad que condiciona el acceso a las poblaciones más afectadas por el conflicto sigue siendo muy grave, y esta misma semana el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) comunicaba el ataque con morteros a una de sus sedes causando la muerte de uno de sus trabajadores y decenas de heridos. Y representantes de Médicos sin fronteras (MSF) denunciaban que los barcos de la Operación Atalanta, promovida por la Unión Europea contra la piratería en el golfo de Adén, no habían rescatado a refugiados que huían en pequeñas embarcaciones que amenazaban con naufragar. Y debe ser la población civil del atribulado país al que se sitúe en el centro del interés de los debates de la Conferencia.
Y aunque solo sea por poner un punto alegre al artículo conviene recordar los versos del poeta español José de Espronceda que ya en el siglo XIX en su Canción del pirata decía:
Veinte presas
hemos hecho
a despecho
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.
Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
¡Sentenciado estoy a muerte!
Yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna entena,
quizá en su propio navío.
Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.