Siria, negociación incipiente y violencia creciente
(Para Radio Nederland)
Cuando la tarea de mediación de Kofi Annan, en su calidad de enviado especial de la ONU, comienza a enfrentarse a los enormes obstáculos políticos que dificultan la resolución de la crisis que Siria viene sufriendo desde hace un año, la violencia, esta vez en formato terrorista, vuelve a enseñorearse de Damasco.
Aunque se dé por hecho que el actual régimen liderado por el clan de los Asad no logrará sobrevivir a esta crisis, no cabe imaginar que, en función de la relación de fuerzas en presencia, su derrota se vaya a producir de inmediato ni que sea el resultado de la victoria de los violentos.
Esto no quita para que quienes están siendo diariamente castigados, y para quienes no confían en la labor de una comunidad internacional dividida, opten por métodos de fuerza, creyendo que así pueden sumar un dictador más a la lista de los cuatro que ya han sido eliminados en el mundo árabe en este último año. Lo que hoy ha sobrecogido a los habitantes de la capital ha sido un doble atentado en el distrito Al Qasa, contra un edificio de los servicios de inteligencia y otro de la policía- con un macabro saldo provisional de una treintena de muertos y un centenar de heridos-, del que nadie se ha hecho responsable directo. Estamos ante una secuencia en alza que conecta con atentados como los registrados el pasado 10 de febrero en Alepo- con 28 muertos y 150 heridos-, el 6 de enero en la plaza capitalina de Midan- con 26 muertos y 46 heridos- y el 23 de diciembre en el barrio de Kfar Susel, también en Damasco- con un balance de 44 muertos y 150 heridos. En resumen, unas acciones violentas que demuestran que el régimen ya no es capaz de controlar la seguridad de las dos primeras ciudades del país, enfrentado a una diversidad de grupos a los que cabe imaginar que se han añadido elementos de Al Qaeda, en respuesta a su llamamiento para apoyar a los rebeldes sirios.
En todo caso, las fuerzas leales a Bachar al Asad no parecen estar a punto del colapso. Por el contrario, estos últimos días se han sucedido las noticias que apuntaban a la recuperación manu militari del control en algunas localidades del país, en las que distintos grupos de oposición se habían hecho fuertes y en las que la población seguía movilizada. Coyunturalmente, por tanto, las fuerzas gubernamentales- incluyendo a las temibles shabiha y con la significativa colaboración del grupo chií libanés Hezbolá y de elementos iraníes- pueden seguir entendiendo que la balanza militar todavía está claramente inclinada a su favor, sin que acciones violentas como la de hoy vayan a suponer un drástico vuelco en sentido contrario.
Sea como sea, ambos bandos- con el opositor mucho más fragmentado y, por tanto, más débil- deben ser conscientes de que ninguno de ellos será capaz de imponerse definitivamente por la fuerza. Eso supone que, aunque sea de manera incipiente, la negociación se va abriendo paso. Así pueden interpretarse los primeros escarceos de Kofi Annan con todos los actores relevantes implicados en la crisis. Si bien es cierto que en su primer contacto con el presidente sirio no ha logrado extraerle ningún compromiso que satisfaga a la oposición (ni a la comunidad internacional), también lo es que no ha cerrado la puerta al diálogo. El simple hecho de que Annan haya sido recibido por Asad (en lugar de remitirlo a algún funcionario del ministerio de asuntos exteriores) así lo muestra. Mayor es el rechazo de esa misma oposición (fragmentada como está) a renunciar a su petición de que el presidente debe desaparecer de la escena, como condición previa para hablar de futuro.
En esas circunstancias, cobra especial importancia el papel de Moscú. Los contrarios a Asad deben ser conscientes a estas alturas de que no habrá una intervención militar internacional en su apoyo. Saben también que carecen de medios militares para derrotar a su oponente y que ni Turquía ni Jordania van a ir más allá (en el mejor de los casos) de acoger a quienes huyan del dictador y de establecer algún corredor humanitario. El régimen, al tiempo que sigue reprimiendo brutalmente a su población, da la apariencia de apostar por las reformas, convocando unas elecciones que deberían ser formalmente multipartidistas para el próximo 7 de mayo. Cuenta con que esos mensajes, junto a la denuncia de que se enfrenta a terroristas (como volverá a decir ahora, tras el doble atentado de Damasco), servirán para aliviar la presión internacional y, sobre todo, para que Moscú siga cubriéndole las espaldas.
Es ahí precisamente dónde se puede estar jugando en buena medida el futuro de la crisis siria. Rusia, entre los que realmente cuentan, es el único actor capacitado para llevar a la mesa de negociaciones a los responsables gubernamentales sirios. Pero para que esa dinámica termine por concretarse, es necesario que Moscú se sienta parte de la solución (y no del problema, como ahora ocurre). No menos importante, será implicar a países como Arabia Saudí y Catar, por un lado, y a Irán, por otro.
Siria es, en definitiva, no solo el escenario de una crisis interna sino también el de una competición regional a diferentes bandas. Todo ello hace la labor de Kofi Annan mucho más complicada. Mientras tanto, nada indica que la violencia vaya a remitir.