Siria, ¿y ahora qué?
(Para Radio Nederland)
Dicho plan estipulaba que el día 10 de abril tenía que producirse la retirada militar de las calles de las localidades sirias, castigadas sistemáticamente durante las últimas semanas, y el día 12 debería producirse un total cese de las hostilidades. Mientras esto se escribe, resulta palmario que el presidente sirio, Bachar el Asad, y sus leales están decididos a seguir matando con el objetivo central de conservar sus posiciones de poder. ¿Y ahora qué?
Sin descartar cambios de rumbo sorpresivos por parte de la multiplicidad de actores involucrados en un conflicto que ya ha superado el año de duración, y que ha costado la vida al menos a 9.000 personas, hay cosas que podemos considerar que no se van a producir.
Sin intervención militar internacional
La primera de ellas, y eso es fundamental en los cálculos del gobierno sirio, es que sigue siendo descartable una posible intervención militar internacional. Al margen del debate abierto sobre si éste sería el método más adecuado para resolver el problema- y parece claro que el coste es mucho mayor que el posible beneficio-, el simple hecho de que no se contemple ni siquiera como una opción, otorga una ventaja definitiva a un régimen que, aunque se sabe presionado, cuenta con una cómoda superioridad militar contra sus oponentes.
A partir de esa hipótesis, y en tanto nada apunta a un próximo colapso interno del clan gobernante, el guión más previsible pasa por que continúe el flujo de refugiados que llegan a Turquía tratando de escapar de la violencia (unos 30.000 en la actualidad). También lo es que Annan siga viajando entre las distintas capitales implicadas en este tortuoso juego, consciente de que mientras Moscú y Teherán no cuestionen su apoyo al presidente sirio, será imposible incrementar la presión internacional para que acepte finalmente modificar su estrategia de fuerza.
El Asad: ganar tiempo
Por su parte, Bachar el Asad, sintiéndose sobradamente capacitado para seguir eliminando a quienes se opongan a sus dictados, procurará seguir jugando con sus interlocutores internacionales con la simple intención de ganar tiempo. Su objetivo inmediato es llegar políticamente vivo a las elecciones parlamentarias del próximo 7 de mayo. De ese modo entiende que logrará desactivar a una parte significativa de sus opositores- en la medida en que algunos de ellos caerán en la tentación de entrar en un juego político que se anuncia formalmente como multipartidista- y dará nuevos argumentos para que sus defensores externos (Moscú y Teherán nuevamente) puedan aducir que la reforma ya está definitivamente en marcha y que es preciso dejar tiempo a el Asad para que la actual crisis se solucione. Si nada cambia esta dinámica, resultará que el régimen empezará a pensar, en contra de la opinión generalizada, que incluso el tiempo corre a su favor.