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Simulacro de decisiones en torno a Siria

(Para Radio Nerderland)

La reunión del Grupo de Acción para Siria, celebrada en Ginebra el pasado 30 de junio, se ha querido presentar como un punto decisivo en la resolución de la trágica crisis que asola a ese país desde marzo del pasado año.

El principal logro del encuentro ha sido el acuerdo para promover la creación de un gobierno de transición, con incorporación de representantes de los grupos opositores. Sin embargo, un análisis de urgencia de lo que ha podido consensuar Kofi Annan- en su calidad de representante de la ONU y de la Liga Árabe- con los ministros de exteriores de los cinco países con asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, más los de Catar, Irak, Kuwait y Turquía, junto a Catherine Ashton en representación de la Unión Europea, no permite confirmar ese juicio.

Y esto es así porque, en primer lugar, si bien es cierto que se ha logrado la participación de Rusia y China, también lo es que no han estado presentes ni Irán ni Arabia Saudí (ni, obviamente, el régimen sirio). Nadie debe dudar de que la solución al problema tiene que venir de los actores sirios pero, dada la dimensión regional e internacional de la crisis, a nadie se le escapa tampoco que es necesario implicar en el proceso a actores tan directamente interesados en lo que allí ocurre como Teherán- que entiende que la permanencia del régimen de Bachar el Asad es vital para ver consolidado su liderazgo en Oriente Medio- y Riad- empeñado en evitar el dominio chií en la región, en sintonía con Ankara. Visto así, su ausencia solo puede ser interpretada como un síntoma más de la enorme dificultad para unificar visiones y criterios de actuación no solo entre los actores locales, sino también con otros externos a la zona. Así, mientras los turcos apoyan a la rama siria de los Hermanos Musulmanes (muy presentes en el marco del Consejo Nacional Sirio), los saudíes prefieren hacerlo con los elementos salafistas (más empeñados en usar la violencia contra el régimen); mientras unos y otros temen que Washington termine por encontrar un acomodo con Teherán.

Gabinete transitorio

Por otra parte, el supuesto acuerdo para la formación de un gabinete transitorio es, como mínimo, impreciso y ambiguo. De entrada ya ha sido rechazado por buena parte de los opositores, al entender que no cambiaría sustancialmente el control efectivo de la situación por parte del actual régimen. De hecho, se ha dejado en una total indefinición tanto las fechas para poder llevarlo a la práctica como la suerte del propio Bachar el Asad, sin despejar la duda de si abandonará o no el poder. Además, como ha quedado demostrado sobradamente en estos largos meses de violencia, la oposición sigue sin lograr la unificación de sus múltiples representantes, lo que otorga una innegable ventaja a Damasco.

Adicionalmente, a estas alturas resulta cuando menos anodino volver a reiterar la vigencia del plan de paz aprobado en marzo pasado. Ninguna de las partes ha cumplido con el alto el fuego y es evidente que el régimen no ha retirado sus fuerzas de las calles ni ha liberado a las personas detenidas desde el arranque de la crisis. Por el contrario, tanto unos como otros procuran aumentar sus capacidades de combate: los rebeldes, con Catar y Arabia Saudí como principales proveedores (sin olvidar a Washington), y el régimen con Rusia, Irán y Líbano como apoyos preferentes. En estas condiciones, no puede sorprender que la violencia diaria salpique ya la totalidad del país, incluyendo las zonas fronterizas con Turquía y Líbano, en un contexto de guerra civil generalizada, mientras que también comienzan a hacerse visibles sus efectos en algunos países vecinos, como Líbano.

Falta de voluntad

Al igual que la matanza de Hula (25 de mayo) no provocó ninguna reacción visible por parte de una comunidad internacional que a duras penas consigue ocultar su falta de voluntad para implicarse decididamente en la búsqueda de soluciones, tampoco el derribo del avión de reconocimiento turco (22 de junio) ha supuesto más que una condena discursiva. El recurso de Turquía a la OTAN y el despliegue de sistemas antiaéreos turcos en la frontera no modifica la idea de que nadie -ni Ankara ni la comunidad internacional (sea Alianza o la ONU)- está dispuesto a activar una respuesta militar en fuerza contra el régimen sirio. En esas condiciones, el Asad y sus secuaces pueden seguir considerando que todavía cuentan con un amplio margen de maniobra para seguir luchando por su único objetivo a día de hoy: mantenerse en el poder a toda costa.

Con el simulacro de decisión adoptada en la reunión de Ginebra, el régimen sale momentáneamente fortalecido, al saber que se enfrenta a una oposición fragmentada y militarmente muy limitada y que, por otro lado, la comunidad internacional se entretiene en discusiones sobre supuestos gobiernos de unidad que no nacen de la voluntad de los actores directamente implicados, sino de su ensoñación sobre un nivel de influencia que no se corresponde con el nivel de su apuesta en el terreno. Mientras tanto, la macabra contabilidad de víctimas civiles ya ronda las 15.000. ¿Hasta dónde hay que llegar?

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