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Sharon a tumba abierta

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(Para Radio Nederland)
Nada parece frenar ya la intención de Ariel Sharon de quebrar por la fuerza la resistencia palestina y de dar la espalda a los requerimientos que desde el exterior tratan de convencerlo de la necesidad de ajustarse a la legalidad internacional. En una huída hacia delante, que sólo puede desembocar en mayores niveles de violencia, se acumulan las decisiones erróneas de un líder y un gabinete que no sólo se alejan cada vez de una imposible victoria por la fuerza contra sus vecinos, sino que resulta altamente contraproducente para los intereses de Israel.

Al desprecio con el que ha sido recibida la última resolución de la Asamblea General de la ONU, condenando la continuación de las obras de construcción del muro de separación, se añade el desafío de seguir aprobando la construcción de casas en los asentamientos (1.627 en lo que va de año, incluyendo las 323 aprobadas ayer mismo), el asedio y las amenazas directas a Yaser Arafat (cuya ejecución política o física únicamente está a la espera de determinar el momento más favorable), el ataque sistemático a la población palestina de los Territorios (que va desde la destrucción de sus casas, hasta el bloqueo de sus movimientos, pasando por el ataque armado desde helicópteros o aviones)…

Esta trágica secuencia de acciones no tiene visos de suavizarse a corto plazo, antes bien al contrario apunta a un incremento notable y generalizado. Por una parte, Sharon cuenta con que la atención internacional está ahora centrada en otros asuntos (reconstrucción iraquí, programa nuclear iraní…). Por otra, confía, y nada indica que tenga por qué dudar de su convicción, en que seguirá contando con un amplio respaldo estadounidense a su estrategia de uso de la fuerza. La sistemática utilización del veto en el marco del Consejo de Seguridad de la ONU por parte de EEUU para evitar la aprobación de resoluciones condenatorias de Israel, no sólo es percibida por Sharon como una muestra de que está en el camino correcto, sino que le permite concentrarse en su labor de eliminación de la identidad nacional palestina, sabedor de que todas las críticas se estrellarán contra el muro de seguridad que la administración Bush ha creado alrededor de su fiel aliado en Oriente Próximo. Un aliado que, en estrecha coordinación con Washington, presta servicios que sirven a ambos actores, como ha sido el caso del ataque que cazas israelíes han llevado a cabo en territorio soberano de Siria hace tan sólo unos días.

Un ataque que ha perseguido objetivos que van mucho más allá del castigo a un posible grupo violento palestino acogido por Damasco. Es, en primer lugar, una muestra más de las superioridad militar israelí, en un intento por disuadir cualquier hipotética e improbable reacción militar árabe en apoyo de la causa palestina. Es, al mismo tiempo, un intento de incrementar la presión sobre Siria (cada vez más expuesta a la amenaza militar de Turquía, Israel y EEUU) para que modifique su comportamiento ya no sólo, como es tradicional, en relación con los grupos palestinos que acoge en su territorio o con el Hezbollah libanés, sino también con respecto a la permisividad mostrada en sus fronteras con Iraq, por las que se entiende que penetran individuos y grupos que se sienten llamados a la guerra de resistencia contra las fuerzas ocupantes en Bagdad. Por último, este ataque deja una vez más al descubierto la marginación a la que está siendo sometida la ONU (en la misma línea de lo que ha ocurrido con la aprobación de la resolución 1.511, interesadamente interpretada como un signo de rectificación, cuando no deja de ser una pésima noticia para quienes consideran que su aprobación debilita aún más al que debería ser el principal referente en los asuntos que atañen a la seguridad internacional). Ante una violación del espacio aéreo soberano de un miembro de la ONU y ante la utilización de la fuerza armada, sin ningún tipo de respaldo legal, resulta clamoroso el silencio del Consejo de Seguridad de la ONU, en un ejemplo más de la dejación de sus responsabilidades.

¿Cómo puede interpretar este cúmulo de noticias y de comportamientos la población palestina? Con una baja confianza en sus representantes, por mucho que las amenazas contra Arafat lleven a una automática movilización de apoyo desde todos los sectores palestinos, con un deterioro sostenido de sus condiciones de vida y con un creciente abandono internacional, sin que los esfuerzos de la Unión Europea puedan compensar en modo alguno el apoyo de Bush a Sharon, y con una clara percepción de que la legalidad internacional y la ONU no sirven para frenar la deriva belicista del actual gabinete israelí, ¿cómo puede extrañar que la violencia sea erróneamente percibida por muchos palestinos como la única salida?

Sharon está atrapado en su propio discurso y en la dinámica violenta que ha promovido desde su llegada al poder. Va a tumba abierta en un proceso que ya hace tiempo que ha dejado de controlar. Es una tumba que está enterrando no solamente a ciudadanos palestinos e israelíes, sino también a él mismo (en términos políticos), a Israel (sumido en la peor de sus crisis económicas y sociales) y, en última instancia, a las escasas esperanzas que aún pudieran quedar de reconducir la situación hacia una mesa de negociaciones. Mientras tanto, Washington, sabedor de que es el único actor externo con capacidad para reconducir la situación, deja hacer a su particular halcón en la zona. Los beneficios que de ello obtiene hace ya mucho tiempo que han quedado por debajo de los enormes y crecientes costes que esa irresponsable política suponen para su propia imagen y para sus intereses.

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