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Río+G20: una suma que resta para América Latina

(Para Radio Nerderland)

El juego de palabras, o mejor dicho de nombres de eventos, no es muy original, pero la celebración consecutiva de la reunión del G20 y la de la Cumbre de Río +20, nos ha permitido ver durante la semana pasada la falta de voluntad política y la visión cortoplacista y cicatera de nuestra clase política.

Nada parece indicar que los supuestos líderes mundiales estén a la altura de las circunstancias, y el pragmatismo de la reunión del G20 y la falta de resultados y lo limitado del comunicado final de la Cumbre Río +20, no llaman precisamente al optimismo. Una vez más, los grandes problemas se dejan aparcados, y la obsesión por llegar a algún tipo de documento final de consenso, hace que éste sea tan de mínimo común denominador que, como diría el castizo, «para ese viaje no hacen falta alforjas».

Ambos eventos se han celebrado en la región latinoamericana, en Los Cabos (México) el primero, y en Río de Janeiro (Brasil) el segundo y, pese a ello, el peso de la región y el impacto de ambas citas en la misma van a ser muy escasos.

Presencia latinoamericana en el G20

Tres países de América Latina participan establemente en el G20: Argentina, Brasil y México. En esta ocasión, además, la diplomacia mexicana, con el presidente Calderón casi despidiéndose, se ha encargado de la organización. Y los buenos oficios de México en esa tarea y la buena organización del evento, son casi lo más positivo para la región que pueda ser citado.

La falta de coordinación latinoamericana en este foro –que ha sido unánimemente criticada por analistas de todo tipo- y la omnipresente crisis económica y financiera que vive, sobre todo, Europa, han hecho que los temas de interés regional prácticamente fueran inexistentes. Así, Carlos Malamud, analista del Instituto Elcano, grupo de expertos español en América Latina, llega a afirmar que «De alguna manera, (Latinoamérica) está sobrerrepresentada (en el G20) en cuanto a otras regiones del mundo, pero el grado de coordinación en acciones, políticas y propuestas es prácticamente cero», por lo que como remarcaba hace algunas semanas el presidente dominicano, Leonel Fernández, » no había ninguna postura común de América Latina frente a la crisis».

Las economías de la región están creciendo por encima de las tasas medias de los países desarrollados y eso está haciendo que aún no se perciban los riesgos que pueda tener en el corto plazo el contagio de otras economías.

Además, fue muy perceptible en la reunión del G20, el interés de Brasil por aparecer con fuerza en el grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), o potencias emergentes, alejándose del posible bloque latinoamericano. De modo que las conclusiones del G20, centradas básicamente en los mecanismos de rescate financiero en Europa con el ampuloso compromiso de «adoptar todas las medidas necesarias» para atajar la crisis, y el debate sobre las astronómicas cifras de estos rescates, son bastante poco relevantes para América Latina.

Río +20: un fracaso más a la lista

A Río +20, sin embargo, los países latinoamericanos acudían con algunos intentos de adoptar posiciones comunes y las intervenciones de la mayor parte de líderes de la región fueron de mayor exigencia que sus homólogos europeos, o asiáticos.

Mandatarios tan diversos como Correa, Santos, Morales y Rousseff enfatizaron la necesidad de compromisos serios para el desarrollo sustentable de la región y, aunque en temas como la llamada «economía verde» no existe acuerdo entre los países de la región, todos abogaron por una declaración más avanzada de la que finalmente se consiguió.

Lamentablemente la declaración final es un modelo de documento vacío de contenido y cargado de retórica. «La Cumbre oficial está metida en una discusión de palabras vacías. ‘Desarrollo sostenible’ tuvo éxito hace veinte años, pero ya entonces era contradictorio porque decían que desarrollo es crecimiento y eso no puede ser sostenible. Ahora han cambiado a ‘economía verde’; pero que una economía que crece sea verde tampoco es posible. Dentro de otras dos décadas hablarán de ‘economía sostenible’ y luego dirán ‘desarrollo verde’, hasta agotar así todas las combinaciones de palabras retóricas que no sirven para nada», reflexionó el catedrático de Economía Joan Martínez-Alier, uno de los pioneros de la economía ecológica.

De este modo, como han planteado muchas de las organizaciones participantes en los foros paralelos a la Cumbre oficial, «Río+20 igual a cero», haciendo evidente cómo el impulso que en su día tuvieron las Conferencias de Estocolmo en 1972 y Río en 1992, se ha ido perdiendo. Largos procesos llenos de ilusiones que, finalmente, suman cero.

Discursos de circunstancias

Lo curioso del análisis de los discursos de algunos políticos que participaron en ambas cumbres es la falta de coherencia entre ambos. En el G20 apenas hubo alusiones a economías verdes como modo de reducir gastos o generar empleo. No, en el G20 parecía que el déficit, la elevada deuda, la crisis en suma, no tuvieran consecuencias ambientales. El cambio climático se produce, al parecer, solo.

Pero un viaje de Los Cabos a Río, lo cambiaba todo. Aquí, por supuesto, las alusiones a economías verdes y cambios climáticos eran fundamentales. En fin, políticos de circunstancias y cortas miras que siguen a rajatabla ese mantra de «hacer lo que toca», sin criterios ni principios.

Como se recordaba esta semana, cuando el medio ambiente se incluyó en la agenda global en Estocolmo en 1972, solo un líder extranjero participó: la entonces primera ministra de la India, Indira Gandhi. Ella proclamó que la pobreza es la peor forma de contaminación. Esa profunda cita todavía resuena.

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