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Actualidad | Artículos propios

No te quedes en la puerta

 

http://www.flickr.com; autor: Oxfam East Africa

 

• Descubriendo Dadaab

«Lugar siniestro». «Mega-ciudad de plástico». «El espejo del olvido». Estas son sólo algunas de las impresiones que nos llegan de boca de enviados especiales y de trabajadores humanitarios que han estado en los campos de refugiados de Dadaab, que han respirado la asfixia de los 50 grados, que han escuchado su silencio.

Los testimonios de quienes llegan allí por primera vez, son sobrecogedores:

«Envuelto en una esterilla no parece de verdad. El cadáver de un bebé de apenas un año descansa sobre un banco de madera en una habitación vacía. Su madre se sienta en la esquina opuesta, como si deseara que el asunto no fuera con ella, con la mirada perdida y sus otros dos hijos agarrados a su túnica. (…). La madre llora sin verter lágrimas y tuerce el labio inferior de dolor. Los dos niños la miran curiosos sin hacer ruido. Sólo beben agua, con ansia, cuando se les ofrece. Luego vuelven a su silencio interrogador. Nadie repara en sus rostros agotados y sus piernas afiladas por el hambre y por casi 30 días de travesía para llegar hasta aquí. El más pequeño ha muerto a las puertas del almacén de comida y una fuente con agua».

Xavier Aldecoa, enviado especial a Kenia, La Vanguardia

Dadaab es una ciudad situada al noreste de Kenia, a menos de 100 kilómetros de la frontera con Somalia. Además de asentarse en una zona semiárida caracterizada por la escasez de lluvias y temperaturas extremadamente elevadas, es también el lugar del mundo donde se concentra el mayor número de refugiados: en torno a medio millón de somalíes habitan en los cinco campos que ACNUR1  tiene allí instalados: Dagahaley, Hagadera, Ifo, Kambios e Ifo 2.

Fue en 1991 cuando se comenzaron a levantar estos refugios improvisados como solución temporal para los y las somalíes que huían de la guerra. 23 años después, hay quienes ya no conocen otra cosa. Personas que han nacido, se han casado e incluso tienen hijos en Dadaab. Que ven pasar las horas sentadas en algún rincón de la Avenida de la Amistad o la Avenida de la Reconciliación. Muchos relatos nos hablan de un tiempo que, en Dadaab, se detiene. Lo provisional se convirtió en indefinido, y las decenas de miles de personas que han llegado aquí en los últimos años dependen de la solidaridad de los veteranos, algunos de los cuales amablemente comparten unos centímetros cuadrados de lona en un lugar colapsado y exiliado en el olvido.

Preparados en un principio para acoger a 90.000 personas, los campos de Dadaab se han degradado hasta el extremo. Infinidad de anécdotas lo corroboran, como el hecho de que una persona tarde varias semanas desde que llega hasta que recibe su tarjeta de racionamiento de comida o que los más de 13.000 residentes realojados en Kambios carezcan de servicios mínimos y tengan que desplazarse a diario hasta Hagadera para poder comer.

A esto hay que añadir la escasez de puntos de agua, de instalaciones sanitarias y la peligrosidad de desplazamiento a estos lugares, especialmente para las mujeres y las niñas. Así, nos encontramos con aquellas somalíes que llegaron allí en busca de cobijo y ahora se encuentran con que no tienen siquiera un bidón para recoger agua y, de tenerlo, han de caminar apresuradas y temerosas corriendo el riesgo de ser violadas por el camino.

La desnutrición es un continuum en los campamentos, afectando fundamentalmente a quienes menos defensas tienen, en especial niños y niñas, pero además los refugiados padecen muchas otras enfermedades entre las que figuran las mentales.

Organizaciones como Médicos sin Fronteras, Programa Mundial de Alimentos y por supuesto ACNUR, realizan verdaderas peripecias para poder atender al mayor número posible de personas y de la mejor manera posible. Pero la situación cada vez es más difícil para los trabajadores y trabajadoras humanitarios: con las milicias islamistas de Al Shabab controlando la frontera entre Kenia y Somalia, muchas veces los camiones con ayuda alimentaria o medicamentos se quedan por el camino. Los recursos son insuficientes en los cinco campos de Dadaab y las vidas de los y las profesionales están en peligro.

Mientras se redactaban estas líneas, llegó a nuestros oídos y a nuestros ojos la feliz noticia de que, Montserrat Serra y Blanca Thiebaut, trabajadoras de MSF que fueron secuestradas hace 21 meses en el mismo Dadaab, eran puestas en libertad y a estas horas descansan con sus familias.

El secuestro de las cooperantes es una de las múltiples muestras de la inseguridad que se ha desatado en el campo en los últimos dos años, lo que está dando lugar a una reducción de la ayuda humanitaria y a un empeoramiento de la situación de quienes continúan allí, refugiados y trabajadores de las ONG que observan con impotencia la peligrosa situación.

• Silencio

En las televisiones. En la radio. En internet. Silencio.

En las conversaciones de la gente, en Occidente. La crisis… y silencio.

Se ha realizado un repaso de los últimos dos años obteniendo información de las hemerotecas de los principales diarios de nuestro país, y salvo algunas excepciones, en todos nos encontramos un rasgo común: el silencio. Claro que en unos más que en otros2.

Durante los últimos meses, desde que pasó el «boom» mediático que tuvo lugar durante la devastadora hambruna del 2011, todo lo que encontramos sobre Somalia, Kenia o incluso Dadaab tiene que ver con islamistas de Al Shabab, falta de seguridad, fragilidad estatal o secuestros a trabajadores humanitarios.

Algunos medios relacionan directamente Somalia con el yihadismo y la piratería, y ni siquiera mencionan la inseguridad a la que se ven sometidas las ONG que se mantienen en los campos.

Por otra parte, contados diarios como «El Público» sí muestran una realidad mucho más completa de la situación en los campos de Dadaab, y van más allá de las hambrunas y de los secuestros, permitiendo a los lectores conocer de una manera más amplia la complejidad en la región.

Aún así, las noticias son insuficientes. Los recursos dedicados a mostrar al mundo este estado de emergencia crónica que envuelve los campos de Dadaab son mínimos, y en los últimos dos años se pueden reducir a dos temáticas: la hambruna de 2011 y la inseguridad para los trabajadores humanitarios. Y en el 2012, ya, ni eso.

Una de las claves para fomentar las reacciones internacionales ante los conflictos y los desastres humanitarios es la visibilidad de éstos. Si todas y todos somos conscientes de lo que está ocurriendo en Dadaab, si conocemos estos datos y sobre todo, tenemos la certeza de que la situación puede mejorar y depende fundamentalmente de nuestros gobiernos y del resto de financiadores de la acción humanitaria, cientos de miles de muertes podrán ser evitadas.

Serán necesarios compromiso y coherencia a todos los niveles.

• Una de piratas…

Mientras cientos de miles de personas perecían víctimas del hambre y de un conflicto armado que parece lejos de acabar, la Unión Europea y la OTAN se dedicaban a perseguir a presuntos piratas somalíes y a criminalizarlos ante los ojos de la opinión pública occidental.

Pero lo que no se contaba es que Occidente lleva mucho tiempo pescando en aguas somalíes, sin pagar ningún tipo de arancel y con ganancias que ascienden a cientos de millones de dólares. Tampoco es de conocimiento general que esas mismas aguas de las que los buques extraen el pescado somalí, son utilizadas (también por Occidente) como vertedero internacional. Residuos nucleares de alcance mortal bañan las costas del Cuerno de África mientras el PNUMA4  da cuenta de la concentración anormal de enfermedades entre la población del norte de Somalia.

Aunque no es el objeto de este análisis y el tema es mucho más complejo de lo que aquí se muestra, si queremos tener una panorámica del contexto somalí es necesario entender que no sólo el conflicto constante, los señores de la guerra o las sequías amenazan la vida de la población, sino que los propios actores (y entiéndanse actores como empresas, gobiernos o grupos de países) occidentales influyen en esta alarmante situación.

• Miedo

A todo el drama humanitario que acabamos de repasar, hay que añadir que el gobierno keniano asegura estar desbordado. Más de 600.000 somalíes refugiados se encuentran en estos momentos en Kenia, fundamentalmente en Dadaab y las negociaciones entre Nairobi y Mogadiscio para el retorno de muchos de ellos a Somalia ya están encima de la mesa.

En junio se firmó un acuerdo de repatriación voluntaria, aunque de momento no se han producido retornos masivos de refugiados a Somalia.

Mientras tanto, los grupos defensores de derechos humanos como Human Rights Watch denuncian públicamente el maltrato al que se ven sometidos los refugiados y refugiadas somalíes por parte de las autoridades kenianas: las amenazas y las violaciones están a la orden del día y provocan miedo entre la población.

Amina Yussuf es una de las almas que se encuentran en esta espiral, en apariencia, sin salida: ni puede integrarse en la sociedad keniana, ni puede volver atrás y atravesar el fuego cruzado que amenaza la frontera. Quedarse en Dadaab sigue siendo peligroso, y la relocalización en terceros países es una opción a la que muy pocos somalíes pueden aspirar.

Kenia está colapsado y Somalia sigue siendo territorio hostil. La fragilidad del Estado y el conflicto armado definitivamente no propician la repatriación de los refugiados. ¿Qué hacer?

Parece necesario un verdadero respaldo internacional al gobierno keniano: una mayor implicación de la comunidad internacional a todos los niveles, entre los que se incluya el ámbito de la cooperación. Aumentar los esfuerzos y las ayudas a la población somalí o levantar nuevos campos de refugiados, debidamente habilitados para vivir, de dimensiones manejables y con seguridad y servicios básicos son algunas de las opciones que se reclaman de forma urgente por organizaciones como MSF.

La fragilidad del estatal en Somalia es un problema que va mucho más allá de lo que aquí estamos tratando y que debemos dejar en manos de los conocedores del tema. Sí podemos afirmar que, a día de hoy, Somalia es un intento de país, abandonado a la deriva, y cuya inestabilidad es aprovechada por algunos para satisfacer sus propios intereses.

• Perdiendo la cuenta

258.000 somalíes muertos de hambre en menos de dos años; 133.000 de ellos, es decir más de la mitad, menores de cinco años; 30.000 muertos al mes entre mayo y agosto de 2011 .

Decenas, cientos, miles de personas jugándose la vida, atravesando la frontera, esquivando a las milicias islamistas de Al Shabab y llegando exhaustos a Dadaab tras 20 o 30 días de caminata bajo un sol abrasador, sin agua ni alimentos, que se desploman a las puertas de esa hilera de refugios habiendo dejado maridos, madres o bebés muertos en el polvo del camino.

Esta es la realidad de Dadaab, una realidad siniestra. Aunque los rayos del sol africano curtan los rostros de miles de personas que viven a la intemperie en una especie de tierra de nadie, sus vidas viven enterradas en la más absoluta oscuridad.

De nosotros y nosotras depende dar luz y visibilidad a quienes una vez tuvieron esperanza.

Enlaces de interés:

– «El drama de los otros olvidados»: http://www.lavanguardia.com/internacional/20110820/54203028912/el-drama-de-los-otros-olvidados.html

– «La vida en una tienda»:

http://blogs.20minutos.es/blog-solidario-cooperantes/2011/09/07/la-vida-en-una-tienda/

Fuentes:

– www.abc.es

– www.elpaís.com

– www.abc.es

– www.lavanguardia.com

– Médicos sin Fronteras, febrero de 2012: «Campo de refugiados de Dadaab: vuelta al punto de partida»

– Médicos sin Fronteras, junio de 2012: «Dadaab: un refugio incierto»

– www.público.es

– www.reliefweb.int

– www.20minutos.es

Fuente fotografía: http://www.flickr.com; autor: Oxfam East Africa


[1] Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados

[1] Este análisis se realizó justo antes de la liberación de las trabajadoras de MSF, por lo que posiblemente el impacto mediático de Dadaab haya aumentado en la última semana

[1] Datos de 2009, diario «El Público» (www.público.es)

[1] Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente

[1] Datos de diario «El Público»

 
 

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