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Propuestas para un futuro de paz en Europa

OSCE Parliamentary Assambly, 2019. Flickr

Como resultado del Seminario Internacional sobre Resolución de Conflictos en el marco del Derecho Internacional ante la invasión de Ucrania que organizó la Secretaría de Estado para la Agenda 2030, en colaboración con la Cátedra sobre Sostenibilidad, Inclusión Social, Diversidad y Derechos Humanos de la Universidad Carlos III de Madrid, celebrado el pasado 30 de marzo, la autora comparte las siguientes reflexiones:

Introducción

El pasado 30 de marzo tuvo lugar la segunda ronda de negociaciones en Turquía (la primera fue el 10 de marzo), al contrario de una impresión generalizada, el diálogo entre las partes enfrentadas nunca desaparece del todo, de hecho, representantes de Rusia y Ucrania se han reunido varias veces en Bielorrusia y continuamente vía online. El arreglo pacífico de las controversias está recogido en el capítulo IV de la Carta de Naciones Unidas que promueve la resolución de los conflictos alternativa a la violencia a través de la “negociación, la investigación, la mediación, la conciliación, el arbitraje, el arreglo judicial, el recurso a organismos o acuerdos regionales u otros medios pacíficos de su elección.” La mayoría de los conflictos armados de las últimas décadas no ha terminado por victoria militar, sino mediante la firma de acuerdos de paz.  A menudo, esos procesos han sido liderados por las élites con escasa inclusión y participación ciudadana lo que ha llevado a una cronificación de la violencia y la inseguridad en algunos de estos lugares. Los acuerdos de paz toman su tiempo y se van formando a través de micro acuerdos. Para que las negociaciones tengan posibilidad de prosperar es fundamental su confidencialidad y que todos los temas, especialmente aquellas más controvertidos, estén sobre la mesa. La llegada a un compromiso no implica que este se vaya a mantener estático de manera permanente, sino que se establecen periodos para alcanzar objetivos sostenibles.

En el caso de Ucrania, las partes han definido su último encuentro en Turquía como “constructivo” y todos los asuntos, incluidos los más espinosos, se están discutiendo. Ucrania ha propuesto ocho países para dar garantía de seguridad en el posacuerdo, los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, junto a Alemania, Israel y Turquía. La mediación es un mecanismo de resolución de conflictos flexible y pacífico que ha tenido éxito en números conflictos interestatales. En este sentido, en los últimos años, en el 80% de los conflictos armados ha existido mediación extranjera. Asimismo, el martes pasado la ONU nombró a Martin Griffiths, el Secretario General adjunto de la ONU para Asuntos Humanitarios, como mediador para ayudar a lograr “un alto al fuego humanitario”. Esta elección supone un avance, al ser un facilitador creíble, con una amplia experiencia en otros conflictos. Aunque es imperativo abordar la necesidad urgente de un alto al fuego entre las partes y asegurar la llegada de asistencia humanitaria a la población es igualmente importante desde este momento tener una visión de largo plazo para asegurar una solución duradera que restablezca la paz en Europa y prevenga futuras escaladas de violencia en el continente.

En esta línea, personas expertas en asuntos de paz y resolución de conflictos plantean algunas propuestas para avanzar hacia el posconflicto y una Europa en paz.

1. Reactivación de la OSCE

Tras la salida de Rusia del Consejo de Europa, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) es uno de los pocos foros multilaterales, a excepción de la ONU, dónde tienen presencia Rusia y Ucrania. Aunque en los últimos años su rol ha pasado a un plano secundario, puede tener un papel importante. A pesar de no estar operativa en estos momentos, tiene una misión de 500 observadores en Ucrania que podría reactivarse y cumplir importantes funciones en un alto el fuego. Además, su comisionado para las minorías podría aportar ideas sobre los mecanismos para proteger e integrar a la población ruso parlante en Ucrania. Es clave que su presencia se mantenga tanto por la necesidad de que existan espacios de diálogo entre todos los países de Europa, incluida Rusia evidentemente como país con un peso e influencia en el continente, así como por entender que el aislamiento de Rusia puede suponer un retroceso y desprotección de derechos de sus ciudadanos, véase el posible restablecimiento de la pena de muerte en Rusia tras su salida del Consejo de Europa y la incapacidad de presentar una demanda ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ante la violación del Convenio de Europeo de Derechos Humanosdel que ya no forma parte.

2. Creación de un Comisionado Permanente por la Paz en la Unión Europea

La línea que está tomando la Unión Europea en respuesta a la invasión rusa de Ucrania es avanzar hacia una mayor militarización y hacia políticas de securitización. Según el informe del Global Peace Index 2021, elaborado por el Institute for Economics and Peace, los aumentos en el gasto gubernamental y privado en securitización incrementan y no minimizan el impacto económico de la violencia. Por ello, es fundamental que la UE y otros actores claves refuercen los esfuerzos por la paz y la diplomacia, para ello la creación de un Comisionado Permanente por la Paz en la Unión Europea podría ser un paso para establecer mecanismos de diálogo, prevención y de compartir experiencias de resolución de conflictos alternativas a la violencia. El trabajo de prevención en la UE tiene que ser priorizado y esto exige movilización de recursos diplomáticos, políticos, económicos y establecimiento de medidas con una visión de largo plazo.

3. Vuelta al respeto del orden mundial basado en el Derecho Internacional

En los últimos años, tanto en la guerra de Siria como en Yemen y otros lugares, hemos visto continuos incumplimientos del Derecho Internacional Humanitario (DIH). La invasión rusa a Ucrania ha perpetuado esta trayectoria de crímenes de guerra y contra la humanidad, con ataques indiscriminados a población civil. Es por tanto primordial que los Estados retornen al cumplimiento de los compromisos internacionales de normas del DIH (los Convenios de Ginebra de 1949 y sus Protocolos adicionales), y de prohibición de uso de ciertas armas especialmente peligrosas, como las biológicas y de destrucción masiva. En este marco se encuadra tanto el nuevo Tratado de Prohibición de las Armas Nucleares, TPAN como tratados firmados anteriormente: la Convención sobre Armas Biológicas o la Convención sobre Prohibiciones del Empleo de Ciertas Armas Convencionales entre otros instrumentos jurídicos cuyo objetivo es limitar la barbarie de la guerra. La necesidad de reestablecer el respeto marco jurídico internacional que tanto esfuerzo ha costado y velar por su cumplimiento es una tarea urgente. Para ello, es fundamental fortalecer los mecanismos de seguimiento, investigación y control como la Corte Penal Internacional y el CICR entre ellos.

4. Revitalización del concepto de seguridad compartida de Europa

Estos momentos de crisis obligan a pensar en el futuro de la seguridad en el continente europeo y para ello es clave reflexionar sobre qué significa y qué tipo de seguridad queremos construir. La seguridad no debe limitarse a ser un asunto de estrategas militares y de defensa, es un asunto que concierne a toda la sociedad europea. Una alternativa viable sería volver al concepto de seguridad compartida de todos los Estados, este concepto surgido en los años 90 ya buscaba superar la confrontación entre bloques, reduciendo la amenaza mutua y deteniendo la carrera armamentista promoviendo la confianza entre países. Esto implica nuevas políticas de diplomacia que se aparten de la confrontación y el belicismo hacia posturas de acercamiento. También significa en pensar la inseguridad más allá de la amenaza que supone la violencia armada, y pensar en seguridad con una mirada amplia de seguridad humana.  Este concepto recogido en la resolución 66/290 de la Asamblea General de la ONU es definido como “un enfoque que ayuda a los Estados Miembros a determinar y superar las dificultades generalizadas e intersectoriales que afectan a la supervivencia, los medios de subsistencia y la dignidad de sus ciudadanos”. La prevención y las respuestas centradas en las personas y adaptadas a su contexto están en el centro de este marco que busca construir un mundo donde prime el respeto de los derechos humanos y la dignidad.

5. Apoyo en la reconstrucción de Ucrania

Tanto como se están dando muestras de apoyo en tiempos de guerra a la población ucraniana también es clave que estas se den en la fase de posconflicto. La firma de los acuerdos y el alto fuego no supone el fin de la construcción de la paz sino el comienzo. Los daños tanto físicos, como morales de la guerra son incalculables y la recuperación tanto de la infraestructura como del tejido social del país va a necesitar recursos y apoyo externo. De lo contrario, no se alcanzará una paz duradera y sólida y la comunidad internacional, y en concreto los países de la UE, habrán fallado a la población ucraniana.

**Este artículo refleja la postura personal de la autora, pero no necesariamente la del IECAH.

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