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Paraguay, un país monocolor

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(Para Radio Nederland)
Las elecciones municipales que han tenido lugar este pasado domingo en Paraguay han sido mucho más trascendentales de lo que en un primer momento pudiera parecer. La victoria del candidato de la Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado), Enrique Riera, en Asunción sitúa al líder nacional de este partido, Nicanor Duarte Frutos, como el principal aspirante a la presidencia de la República para el año 2003. Es un triunfo especial no sólo por tratarse de la capital del país, sino porque desde 1991 era un bastión de las fuerzas políticas emergentes y del principal partido de la oposición.
También la ANR ha conseguido arrebatar a la oposición la bandera de la renovación: mientras que Enrique Riera es un joven político, el candidato de la coalición opositora, formada por País Solidario y el Partido Liberal Radical Auténtico, impulsaba la candidatura de Carlos Filizzola para la intendencia de Asunción, quien ya la dirigiera entre 1991 y 1996. Además, el duro golpe recibido por la oposición no se limita a la capital. Ciudades tan importantes como Luque y Fernando de la Mora han regresado a manos del coloradismo. Pese a que la ANR gobernará en menos municipios, lo hará en los más importantes (Asunción, Luque, Fernando de la Mora…). Los liberales no deben sentirse satisfechos por sus victorias en algunos feudos colorados tradicionales. Por el contrario, deben convertirse definitivamente en una alternativa seria de gobierno. En caso contrario, el dominio colorado se antoja centenario.

La oposición al coloradismo, principalmente el Partido Liberal Radical Auténtico, ha cosechado lo que se merece. Han sido incapaces de formar una alternativa creíble a lo largo de los últimos 12 años. Pese a los despropósitos del partido del gobierno, dividido en facciones que se odian entre sí, la oposición, en vez de separarse del fango, se ha metido en él, y en vez de ayudar a la gobernabilidad, ha complicado aún más el panorama político. No se ha transformado en un elemento de estabilidad sino en un partido que ofrece más de lo mismo, y para seguir teniendo lo mismo, el electorado prefiere lo malo conocido a lo bueno por conocer.

El Partido Colorado, o como mínimo un candidato de origen colorado, será el triunfador en las próximas presidenciales. Esto volverá a hacer patente la capacidad asombrosa de supervivencia del coloradismo que lleva gobernando desde los años 50. En la década de los 70 y 80 la mayoría de los países latinoamericanos atravesaron un proceso de transición y de democratización; pero en Paraguay continuaba la dictadura de Alfredo Stroessner. En 1989 cayó el Muro de Berlín y los sistemas comunistas, pero en Paraguay seguía el dominio del Partido Colorado. En el año 2000, el PRI mexicano perdió unas elecciones presidenciales por primera vez en su historia, pero en Paraguay los colorados seguían, y siguen, en el poder.

El único peligro para la ANR se encuentra en las divisiones internas. Nicanor Duarte Frutos deberá conciliar con las distintas familias coloradas, algunas de las cuales seguro que no le respaldarán. Por ejemplo, el sector oviedista, que sigue a Lino César Oviedo, lleva su propio juego que sólo persigue ganar espacios políticos y conseguir que su líder alcance el poder. El otro gran peligro es para el propio sistema democrático. Estas elecciones han tenido un alto nivel de abstención pese a la obligatoriedad del voto. Que hayan sido «sólo» municipales influye, pero la desgana, el cansancio, y la falta de credibilidad de la clase política empieza a ser una enfermedad que se extiende por la mayoría de los países latinoamericanos.

Las grandes reformas que experimentó América Latina ni siquiera pasaron por Paraguay. Este país sigue contando con un Estado paquidérmico, lastrado por una corrupción enorme que permite que la frontera del Paraguay con Argentina y Brasil, conocida como la Triple Frontera, sea el refugio de los mayores criminales del mundo (incluidos seguidores de Bin Laden). El clientelismo y el amiguismo taponan cualquier posibilidad de cambio, el crecimiento de la economía del país depende del contrabando y de un Estado en exceso intervencionista, grande y poco eficaz. El próximo presidente, por muy colorado que sea deberá cambiar muchas de las cosas que atan a Paraguay al pasado. En caso contrario este país será barrido por la corriente de los nuevos tiempos.

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