investigar. formar. incidir.

Menú
Actualidad | IECAH en los medios

Nicaragua: 32 años de revolución sandinista

Sandino

El trigésimo segundo aniversario de la revolución sandinista del 19 de julio de 1979 ha dejado claro, aún más que en ocasiones precedentes, la deriva del sandinismo dominante hacia posiciones que poco o nada tienen que ver con las aspiraciones transformadoras que lo inspiraron.

La elección del término «misa» para denominar el acto de celebración – en la Plaza de la Fe Juan Pablo II, por cierto – por mucho que ahora se quiera presentar como ocurrente metáfora de la primera dama Rosario Murillo, es significativo de que tan solo los aspectos rituales, simbólicos y ceremoniales de la revolución permanecen vigentes. De hecho, para algunos sociólogos e investigadores presentes en el país, como Jean-Jacques Dubois, el sandinismo se ha convertido en una religión.

Escucha la entrevista a Francisco Rey

El difícil tránsito de la revolución

Es cierto que tras el histórico triunfo revolucionario, los sandinistas debieron enfrentarse a una criminal agresión por parte de los Estados Unidos y a una cruel guerra que condicionó las posibilidades de consolidación de algunas de las transformaciones sociales, económicas y políticas que se habían puesto en marcha.

La guerra exigió la dedicación de recursos que el país apenas tenía, y dañó las expectativas de cambio de los sectores empobrecidos mayoritarios de la población, generando un enorme sufrimiento en la sociedad. Y pese a la enorme solidaridad internacional que se movilizó en apoyo de las transformaciones sociales en el país durante los años ochenta, es en ese contexto de brutal guerra de desgaste como hay que entender el triunfo de la conservadora Violeta Chamorro en las elecciones de 1991 y las subsiguientes derrotas electorales sandinistas durante toda la década de los noventa y primeros años del nuevo siglo.

En este periodo, además, una gran parte de las mejores cabezas del pensamiento sandinista han ido abandonando sus filas, y de los comandantes que participaron en la guerra de liberación contra Somoza, apenas algunos quedan en el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), que se fue convirtiendo en el feudo de un único líder, Daniel Ortega, y de un pequeño grupo clientelar a su alrededor.

La descomposición y pérdida de identidad transformadora del nuevo sandinismo encarnado por Ortega, y su deriva hacia el populismo más descarado, la mezcolanza ideológica que no duda en proclamar un «socialismo cristiano y solidario», y el autoritarismo de hecho que se vive en el país, producen una enorme tristeza y decepción para cualquiera que simpatizara con las ansias de cambio del pueblo nicaragüense tras la revolución.

Procesos electorales y aprendizajes

En cualquier caso, hay que reconocer a Daniel Ortega su capacidad para sacar lecciones de sus diversas derrotas electorales y para no querer repetirlas. La triste pérdida del poder en 1991 le fue convirtiendo en un líder político de lo más convencional, dispuesto a pactar con quien fuera para mantenerse, y dispuesto también a modificar sus posiciones ideológicas, vinculándose a aquellas que, en su opinión, le puedan producir un mejor resultado electoral.

La presentación del FSLN como movimiento cristiano, tratando de reinventar su verdadera historia, no deja de ser patética. Como ha recordado el ex vicepresidente Sergio Ramírez., ahora opuesto a Ortega, la primera dama nicaragüense Rosario Murillo ha «secuestrado» el lenguaje religioso para alimentar una campaña política hacia «sucesivas reelecciones» del mandatario Daniel Ortega, pero nada tiene que ver con la esencia del sandinismo, por más que en el FSLN hubiera religiosos como los hermanos Cardenal u otros.

Ahora, en pleno proceso electoral de los comicios de noviembre, Ortega no duda en abanderar el Cristianismo como clave de su programa y su ideario en la convicción de que eso, junto con otras medidas hacia los sectores juveniles, le otorgará la victoria, vinculándole a los sectores populares y a la mayoría del pueblo. Y puede no faltarle razón. Las encuestas le dan una clara victoria, aunque tal vez debida en mayor medida a la débil situación de su oponente y en ocasiones aliado, Arnoldo Alemán, líder del Partido Liberal.

Y en pleno proceso electoral, la única novedad del discurso de Ortega ha sido la alusión a un referéndum para retomar el cobro de los 17.000 millones de dólares que en su opinión deben los Estados Unidos como indemnización tras la sentencia de la Corte Internacional de Justicia por el apoyo a la «contra» en la guerra. Es cierto que ese pago nunca se produjo y que el gobierno de Violeta Chamorro archivó el asunto. Pero también es cierto que retomar una causa de ese tipo ahora es prácticamente imposible en términos jurídicos. Pero en Nicaragua como en cualquier parte, las promesas electorales lo soportan todo.

Publicaciones relacionadas