Naciones Unidas y la cuestión Saharaui
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La Reanudación de las negociaciones sobre el Sahara Occidental entre Marruecos y El Polisario
Una nueva ronda de negociaciones entre Marruecos y el Frente Polisario auspiciada por Naciones Unidas y su recién nombrado representante especial Christopher Ross tendrá lugar el 11 y 12 de febrero de 2010. Es difícil imaginar que la reanudación de las negociaciones entre las partes sea más fructífera que los intentos anteriores. Las cuatro rondas de negociaciones celebradas en Manhasset (Nueva York) y que se establecieron en el 2007 a instancias del Consejo de Seguridad de la ONU no han logrado avances significativos para desbloquear la cuestión del Sahara y no hay elementos radicalmente nuevos que permitan indicar que las próximas sean más exitosas que las anteriores.
El nombramiento de Christopher Ross como representante especial de Naciones Unidas para el Sahara Occidental no basta para creer que las negociaciones vayan a tomar un nuevo cariz. Peter Van Walsum , su predecesor, lo expuso claramente: para que se produzcan reales progresos en las negociaciones tiene que haber cambios significativos tanto en la posición de Marruecos como en la de la comunidad internacional.
Mientras sigan siendo los mismos los parámetros que hasta ahora han enmarcado el proceso de negociación entre el Polisario y Marruecos es difícil entrever la llegada de una solución a un conflicto que tiene un costoso precio humano. No hay que olvidar que desde 1975 una parte de la población saharaui malvive en el campo de refugiados de Tinduf, en la inhóspita hamada argelina, mientras que la otra parte se encuentra sometida a una dura represión en la parte ocupada por Marruecos.
Hasta la fecha, las Naciones Unidas no han sido capaces de propiciar la emergencia de una solución al conflicto. En primer lugar porque su cometido en este caso se enmarca en el Capítulo VI de la Carta de Naciones Unidas y sus pasos en la resolución del conflicto están sujetos a la voluntad de las partes enfrentadas que en este caso, hay que destacarlo, son muy desiguales.
El derecho internacional, favorable a la parte saharaui (una serie de resoluciones del Consejo de Seguridad y de la Asamblea General de las Naciones Unidas, además del famoso Dictamen del Tribunal Internacional de Justicia, han reafirmado el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación) no sirve para reequilibrar la balanza.
En segundo lugar porque Marruecos cuenta con el apoyo claro de las principales potencias. Francia y Estados Unidos han impedido que el Consejo de Seguridad haga respetar sus resoluciones como parte de su concepción de que hay una necesidad de fortalecer la monarquía marroquí, a la que se consideró baluarte contra el comunismo y el nacionalismo árabe radical durante la guerra fría y, en los últimos años, un aliado muy importante en la lucha contra el extremismo islamista.
Es difícil imaginar en este contexto que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas cambie de rumbo y decida optar por la imposición de una solución. Como recordó Peter Walsum, las decisiones del Consejo de Seguridad son motivadas por consideraciones políticas –como, en este caso, la renuncia a contribuir a la posible creación de otro estado fallido-. Es un argumento que Marruecos ha intentado utilizar con más o menos fortuna para deslegitimar las reivindicaciones independentistas del Frente Polisario.
Lo intentó en el 2005 tras el atentado de Lengheiti en Mauritania -un ataque armado que provocó la muerte de 15 soldados mauritanos- difundiendo las autoridades marroquíes rumores sobre la implicación del Polisario, que pronto fueron desmentidos. Marruecos lo volvió a intentar con el secuestro de los cooperantes españoles, una manipulación puesta al descubierto por el periódico Le Journal Hebdomadaire, que se vio recientemente forzado a cerrar. En la misma línea, el Ministro de Exteriores marroquí, Fassi Fihri, en su carta al secretario general de la ONU el día 28 de enero de 2010, afirmaba: «En el momento en que se multiplican alrededor de la «región» del Sahara los actos de terrorismo y se desarrollan tráficos de todo tipo, se impone la necesidad de conjugar los esfuerzos de todos para el arreglo definitivo de este conflicto «regional» en beneficio de la estabilidad de los Estados de la región, del progreso de sus poblaciones y de la integración magrebí» .
Todas estas manipulaciones van encaminadas a demostrar a sus aliados lo peligroso que podría llegar a ser la perspectiva de un estado independiente en la Franja del Sahel.
Aunque hay escasas perspectivas de cambio, no hay sin embargo que minusvalorar los efectos y las consecuencias positivas de la larga huelga de hambre de Aminetu Haidar.
Ha mostrado claramente la debilidad e inviabilidad intrínseca del proyecto marroquí de autonomía para el Sahara Occidental, teniendo en cuenta los escasos progresos de la monarquía alauí en el ámbito de la democratización y del respeto de los derechos humanos.
Aunque los intereses estratégicos sigan empujando a los incondicionales aliados de Marruecos (Francia y Estados Unidos, sin olvidar a España) a respaldar sin remilgos el autoritarismo cada vez más notorio de la monarquía alauí; la valentía y la firmeza de Aminetu Haidar habrá servido al menos para recolocar los derechos humanos en la agenda de Naciones Unidas respecto a la cuestión del Sahara.
Notas:
1.- Ver Peter Van Walsum: «El largo y complejo problema del Sahara», El País, 28/8/2008.
2.- Citado en Carlos Ruiz Miguel: «Terrorismo y manipulación del Majzen: del cierre de «Le Journal» al secuestro de españoles en Mauritania», consultado en http://blogs.periodistadigital.com/desdeelatlantico.php/2010/02/03/terrorismo-y-manipulaciones-de-majzen-de