investigar. formar. incidir.

Menú
Actualidad | Artículos propios

Más de mil y una noches de la transición en Guinea Conakry

Escribir hoy sobre Guinea Conakry plantea el desafío de tener que augurar, de algún modo, las posibles hipótesis de futuro de un país que ya «disfruta», desde hace poco más de un año, de tener un presidente elegido en las urnas: Alpha Condé, legendario opositor de Lansana Conté. Nuestras últimas líneas sobre Guinea la habían dejado maltrecha, en tierra de nadie y tras el golpe militar de Daddis Camara inmediatamente después de la muerte de Conté, el 22 de diciembre de 2008. Desde entonces han corrido ríos de tinta… y de sangre.

Repasando este interludio de giros esperados y esperanzados, de múltiples escaramuzas políticas, promesas incumplidas y azares del destino, se podría afirmar que este olvidado y poco mediático país ha conseguido realizar una transición a regañadientes, con un mayor protagonismo de los actores civiles, mientras se mantenía intacta la pobreza y el endeudamiento y se reflejaban rayos de luz en el horizonte con el nuevo presidente electo a pesar, como veremos, de algunos de sus desvaríos «a lo Touré».

El eco dodecafónico pero ilusionante de las promesas del capitán golpista Daddis Camara sobre la rápida celebración de elecciones en el país, junto al hecho de que no se presentaría a las mismas, se esfumó pronto en un limbo doloroso. Mientras Camara aparecía a la cabeza del Consejo Nacional para la Democracia y el Desarrollo (CNDD) se había suspendido la Constitución, el ejercicio de toda actividad política o sindical y se habían disuelto las Instituciones Republicanas. La Unión Europea aplicó el famoso artículo 96 del Acuerdo de Cotonou, indultando sólo las actividades humanitarias y el apoyo a la transición política y salida de la crisis, cuando aún estas dos ideas no tenían ni un esbozo. Siguiendo la moda de estos años, se creó ad hoc un Grupo Internacional de Contacto para Guinea (GIC-G). El retorno al orden civil debía pasar por la negociación con el Forum de Fuerzas Vivas (FFV)- que ya había organizado diferentes huelgas en la época de Conté-, en su condición de instancia constituida por las organizaciones de la sociedad civil, partidos políticos de oposición y organizaciones religiosas y sindicatos.

A la vista de la elección presidencial- prevista, tras varios retrasos, para finales de enero de 2010- Camara volvió a mostrar su decidida voluntad de sorprender, convirtiéndose en candidato presidencial. Durante una manifestación de protesta contra esa decisión se produjo una de las represiones más violentas por parte de los militares en el Estadio de Conakry, con un saldo de 150 muertos y múltiples casos de violencia sexual contra mujeres. La masacre, que fue calificada como un crimen contra la humanidad, reavivó las heridas profundas que permanecían abiertas después de tantos muertos acumulados en tiempos de Touré y Conté. La prometida transición entró así en un episodio oscuro, con una represión militar cada vez más exacerbada. Camara, nervioso ante el aumento constante de las críticas internas y externas al régimen y debilitado como líder de la cúpula militar, sufrió un atentado que no logró eliminarlo, pero sí incapacitarlo como posible candidato. Esto provocó, dentro de los muchos militares con aspiraciones políticas dentro del CNDD, la designación de un introvertido y misterioso general, Sékouba Konaté (número tres en la jerarquía interna del consejo), que tuvo que aprender a superar una timidez poco castrense para poder hacerse oír en público.

Por otra parte, Blaisse Campaoré- interesado en negociar todo lo negociable, pero fuera de su país- facilitó la firma de la intrépida Declaración de Ouagadugu, entonada como un canto a la utopía. Así, el 15 enero de 2010 comenzó una cuenta atrás- tras el acuerdo de celebrar la elección presidencial en un periodo de seis meses-, con la hazaña previa de la revisión del fichero electoral. Konaté actuaría mientras tanto como Presidente ad interim, y Jean Marie Doré- líder de un partido de la oposición y representante del FVV- como Primer Ministro, al frente de un Gobierno de Unión Nacional. La Declaración de Ouagadugu tenía sus luces y sus sombras bien tatuadas. Entre las primeras, la interdicción de presentarse al comicio presidencial al propio Konaté, al Primer Ministro o a cualquier miembro del Consejo Nacional de Transición. Igualmente quedaban excluidos los miembros del CNDD, del Gobierno de Unión Nacional y los miembros en activo de las fuerzas de defensa y seguridad (tratando de hacer borrón y cuenta nueva, sobre todo con respecto al gobierno militar). Entre las sombras, la Declaración marcaba los pasos para comenzar la Transición, pero nada indicaba sobre cómo ni cuándo terminarla.

El Consejo Nacional de Transición (CNT) representa a todas las fuerzas políticas y de de la sociedad civil (tendencias religiosas incluidas)… y ésa es la clave de su permanencia. Se creó tras Ouagadugu como órgano consultivo; sin embargo, como si la propia institución presintiera su papel de animal político perdurable en la vida nacional, se dotó de una hoja de ruta a la semana de ser creada, al tiempo que espontáneamente planteó que su verdadera naturaleza era la de convertirse en órgano político deliberante (pequeño gran matiz, que le otorga un innegable rol legislativo durante la transición, comenzando con la adopción de disposiciones constitucionales y la adaptación de las leyes orgánicas y textos electorales a las nuevas disposiciones). El pastel de la legislación siempre es apetitoso en cualquier país; así que, frente a los 101 miembros previstos inicialmente para este Consejo, se llegó finalmente a los 159, en un ataque de diabetes por el poder. La Constitución- criticada desde su origen por haber nacido sin someterla a referéndum- se revisó inmediatamente. Aunque eso no evitó que las disposiciones transitorias dejaran abiertas los mismos interrogantes sobre la duración de la transición, al menos se aclaró que el CNT mantendría las funciones legislativas hasta que se instalara la futura Asamblea Nacional (fuera cuando fuese).

Durante su año en el cargo, Doré ha sido muy criticado por intentar ralentizar la transición, por obstaculizar la celebración de la primera vuelta de la elección presidencial a tiempo y, aún más, por retrasar la segunda vuelta. Desde muy temprano se le atribuyeron veladas alianzas con Alpha Condé y, fuera casual o no, el hecho es que esa falta de ímpetu para continuar a ritmo cardiaco la transición le vino como agua de mayo a Condé, para retrasar la celebración de la segunda vuelta y concluir su estrategia.

Tampoco podemos olvidar la actuación en todo este periplo de la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI), protagonista de un auténtico culebrón sin guionista. Triste es ver en perspectiva a estos órganos electorales politizados, que tanto hacen sufrir a la mayoría de los países africanos. Estas Comisiones electorales se suelen «vender» al público como un avance, al incluir en sus siglas grandilocuentes adjetivos como «independiente» o «autónoma», al hacerlas orgánicamente independientes del Ministerio del Interior o de la Administración Pública a la que anteriormente estaban unidas. Sin embargo, se suele olvidar la necesidad de reformar su composición, lo que convierte su creación en un mero reparto de butacas entre las diferentes fuerzas políticas del país. Así ocurre que las misiones de observación electoral mencionan- con tanta insistencia como escaso resultado- como primera recomendación en sus clásicos informes, la necesidad de despolitizar estas comisiones, creando verdaderos órganos técnicos, libres de susurros políticos al oído de sus miembros.

En Guinea Conakry, además, la CENI es anacrónica al mantener su formación desde tiempos de Lansana Conté, sin que la reforma funcional de enero de 2009 lograra cambiarla. Tras la muerte de su presidente Ben Sékou Sylla, en septiembre de 2010, y las consiguientes peleas por ocupar ese puesto, el general Konaté, en medio de la desesperación por una segunda vuelta que nunca llegaba, nombró a una personalidad maliense, el general Siaka Sangaré. De ese modo se logró finalmente organizar la segunda vuelta, el 7 de noviembre de 2010 (cuando, en principio, tenía que haberse realizado a los 15 días de la primera), con un retraso de más de seis meses.

De los 24 candidatos que asumieron pagar 45.000 euros- como fianza para poder presentarse en la primera vuelta del 27 de junio de 2010-, Cellou Alpha Diallo fue el que quedó en primera posición (con el 39,7% de los votos), por delante de Alpha Condé (con el 20,7%). En la segunda vuelta (ya solo entre ellos), el primero obtuvo el 47,48% de los votos y el segundo el 52,52%. La sombra del fraude, que aquí no solo era alargada sino bien extensa, planeó inmediatamente sobre los resultados. Pero es bien sabido que los frutos de una elección quedan legitimados, pese a quien pese, si pasan la prueba de su aceptación final por las fuerzas políticas y por la ciudadanía. ¿Cómo consiguió Condé revertir la intención de voto de la primera vuelta? La respuesta está no sólo en las alianzas con otros grupos políticos, sino también en la astuta habilidad de conseguir retrasar 131 días la segunda vuelta. Este retraso benefició ineludiblemente a Condé, muy interesado en aunar el voto malinke, sousou, forestière…, promoviendo el miedo popular a la llegada al poder de la etnia peul. Y eso no podía hacerlo en solo 15 días.

Con un nuevo presidente electo, la transición parecía retomar un nuevo curso, quedando para completarla la celebración de las elecciones legislativas… que no sólo no se han celebrado, sino que continúa in crescendo la duda sobre su organización. Las legislativas, no obstante, serían necesarias para, aparte de constituir una legítima Asamblea Nacional (que ya parece hasta lo de menos), poder obtener un reparto de poder más equilibrado para la maltrecha ahora oposición política encabezada por Diallo.

Llegados a este punto, algunos hitos son rescatables de este primer año de Condé en el poder. Así, pronto congeló todos los contratos firmados por el Gobierno entre 2009 y 2010, amparándose en las instrucciones del Banco Mundial (a través de la auditoría que el Tribunal de Cuentas Francés realizó a las arcas del Estado). También apostó por el Código Minero de septiembre de 2011, aprobado por el CNT tras la iniciativa de Condé, tras un amplio debate con las organizaciones de la sociedad civil (y con el apoyo explícito de Soros). Dicho Código garantiza que el sector público tendrá una participación gratuita del 15% en las sociedades mineras «Société Guinéenne de Patrimoine Minier» (SOGUIPAMI), establece un límite a las compañías de cinco permisos y una discriminación positiva a favor de la contratación de empresas guineanas. Además, los acuerdos anteriores se analizaron individualmente, y sólo algunas empresas (como Rio Tinto) han logrado ver confirmadas sus concesiones, tras un pago adicional.

Mirado hacia el futuro, la esperanza no está en las medidas que tome Alpha Condé para nacionalizar las minas, o conseguir más ingresos estatales. Sin una política responsable ulterior de redistribución, en poco pueden mejorar las condiciones de vida de la población. Lo vital, por tanto, es que ese aumento de los insumos repercuta directamente sobre la calidad de vida de la ciudadanía, invirtiendo en programas sociales, en infraestructuras públicas, en cubrir las necesidades básicas y, en definitiva, en sacar de la pobreza y de la hambruna a la inmensa mayoría de los guineanos y las guineanas.

Cualquiera que sea el régimen político que gobierna ahora en Guinea, ¿cómo es posible que el país continúe sus pasos sin una Asamblea Legislativa? La respuesta la tenemos en el Consejo Nacional de Transición, al que ya hemos augurado larga vida. Es el CNT el que, al margen de la actuación de las fuerzas políticas de oposición, aprueba los textos que reenvía el Gobierno de Condé, sin necesidad de psicoanalizarse sobre su legitimidad y su papel de legislador al servicio del ejecutivo. Ya decía Condé al principio de su mandato, para escándalo de la comunidad internacional, que celebrar las legislativas no era una prioridad «suya», ya que tenía otras… como la reforma agraria. Para seguir escandalizando a embajadores y embajadas, sonreía sibilinamente cuando afirmaba que quería retomar la Guinea donde Touré la había dejado. Confiemos, aquí y ahora, que esto no incluya las sombras de este legado, como todas las personas muertas del Camp Boiró, o las desaparecidas… La impunidad en Guinea Conakry sigue siendo un talón de Aquiles para la construcción de un Estado de Derecho.

Aquí algunas de las fuentes consultadas:

http://www.maec.es/ES/MENUPPAL/PAISES/ARBOLPAISES/GUINEA/MONOGRAFIA/Paginas/monografGuinea.aspx

http://www.eueom.eu/guinea2010

http://www.oficinascomerciales.es/icex/

http://www.guineeconakry.info/

http://guineenews.org/

http://www.guinee58.com/

http://www.ceniguinee.org/

 

Publicaciones relacionadas