Los persistentes e invisibles efectos de las guerras
(Para Radio Nederland)
Las nuevas tipologías de conflictos armados que se producen desde el fin de la Guerra Fría tienen efectos muy diversos sobre las poblaciones que los sufren.
Algunos autores se han referido a ellos como «nuevas guerras», otros como «emergencias…
(Para Radio Nederland)
Las nuevas tipologías de conflictos armados que se producen desde el fin de la Guerra Fría tienen efectos muy diversos sobre las poblaciones que los sufren.
Algunos autores se han referido a ellos como «nuevas guerras», otros como «emergencias complejas», pero sea como fuere y pese a que el número total de conflictos bélicos se ha ido reduciendo en los últimos años, las consecuencias sobre la población civil siguen siendo dramáticas, y en el caso de los conflictos de larga duración, este impacto cobra perfiles bastante diferenciados, afectando a generaciones completas y cortando las posibilidades de desarrollo de numerosos niños, niñas y jóvenes y de estos países en general.
Conflictos prolongados
Según indica el Informe anual del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que se ha publicado esta semana, la acción humanitaria que se lleva a cabo en respuesta a los conflictos armados contemporáneos, algunos de los cuales tienden a prolongarse y, a menudo, carecen de un término y una resolución bien delimitados, debe ajustarse mejor a las complejas necesidades de las personas afectadas por ellos. No se trata solo de prestar ayuda de emergencia a las víctimas, sino de garantizar que esta ayuda no pase a formar parte del pernicioso círculo de la violencia.
«Las consecuencias que entrañan los conflictos de larga duración van mucho más allá de lo que solemos leer en los titulares de la prensa», aseguró el presidente del CICR, Jakob Kellenberger. «La incertidumbre que se siente por no poder regresar a casa durante años, o la monotonía de caminar horas, días tras día, para ir a buscar agua, no son noticia. Lo que capta la atención de la opinión pública es la efusión de sangre y las balas; sin embargo, cuando la atención de la opinión pública pasa a otra cosa, los problemas no se acaban, ni tampoco nuestra labor humanitaria».
En el informe de este año, el CICR se centra especialmente en los casos de Afganistán, Colombia, Filipinas, Irak, Israel y los territorios ocupados, Somalia y Sudán, conflictos todos ellos que duran ya desde hace décadas y que difícilmente ocupan las primeras páginas de los diarios internacionales. Y con ello, la respuesta humanitaria a esas situaciones vive el drama de no encontrar el apoyo y los fondos necesarios para movilizarse.
Nuevos retos operacionales
En la presentación del informe anual, el señor Kellenberger dijo que las características de estos conflictos y la creciente vulnerabilidad de los civiles se reflejaron en los gastos de la Institución, que ascendieron a niveles casi máximos el pasado año.
En 2009, los gastos del CICR totalizaron 1.060 millones de francos suizos, lo que supuso una ligera disminución por lo que respecta a la cantidad sin precedentes de unos 1.100 millones de francos suizos, registrada en 2008. El año pasado, las operaciones de mayor envergadura que realizó el CICR fueron las de Iraq, Sudán, Pakistán y Afganistán, que representaron casi un tercio del total de gastos del CICR.
Respecto a las dificultades, citó por ejemplo Afganistán y Somalia, donde se plantean para el CICR «graves retos operacionales» y añadió que, año tras año, el caos de la guerra y la incertidumbre que ésta genera han socavado lentamente las perspectivas de estabilidad y crecimiento en los ámbitos económico, social, científico, educacional y político.
Algunos de estos retos operacionales tienen que ver con la dificultad de mantener la independencia y de trabajar en torno a los principios humanitarios de imparcialidad y neutralidad. La presencia en estos contextos de las organizaciones humanitarias durante mucho tiempo hace que sus propias relaciones con las instituciones del país y con las poblaciones sean muy complejas, y que los actores humanitarios reciban presiones de todos los grupos armados.
En contextos como el colombiano, en el que el gobierno realiza también tareas de asistencia, en algunos casos a través de las fuerzas armadas, exige a las verdaderas organizaciones humanitarias una vigilancia extrema sobre los posibles riesgos de confusión. En otros casos como Afganistán o Iraq, en los que los ejércitos participantes en esos conflictos desarrollan actividades de cooperación cívico militar con el objetivo de «ganar los corazones y las mentes» (win hearts and minds) de la población, la confusión es aún mayor y plantea al CICR y otras organizaciones independientes numerosos retos.
Respeto del derecho internacional humanitario
En la presentación del informe anual en Ginebra, el presidente del CICR instó a los Gobiernos a que redoblen sus esfuerzos para reducir al mínimo las consecuencias que desde el punto de vista humanitario tienen los conflictos armados y otras situaciones de violencia en la población civil. El señor Kellenberger añadió que es necesario ejercer más presión, a fin de garantizar que las partes contendientes se atengan al derecho internacional humanitario.
El CICR, como organismo decano de la acción humanitaria, conoce bien la realidad cambiante de los conflictos armados, y esta llamada de atención sobre los efectos persistentes y en ocasiones invisibles de la violencia debería ser escuchada.