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Actualidad | IECAH en los medios

Los ‘papeles’ de Trípoli

Foto: El PAÍS

Silvia Blanco

(El País)

Hace un par de semanas el periodista Graeme Smith, del diario canadiense The Globe and Mail, encontró unos extraños papeles en Trípoli. Se topó con ellos en el lujoso barrio de Bab Akkará. «Estaban tirados en un montón en la acera, revoloteando en el aire», cuenta desde la capital. «Lo primero que me llamó la atención fueron los mapas: detallados estudios topográficos de los alrededores de Misrata con dibujos de planos de batalla y número de tropas. Cuando miré con más detenimiento, vi que el resto de los papeles incluían confesiones firmadas, informes internos y transcripciones de pinchazos telefónicos». Los recogió y se pasó cuatro días, según cuenta, traduciéndolos del árabe. Ahora están en manos del Gobierno de transición.

Hasta la caída de Trípoli a finales de agosto, la ciudad donde boqueaba el régimen de Muamar el Gadafi había sido un núcleo hermético. Lo fue para los periodistas occidentales que estaban confinados en un par de hoteles de los que solo tenían permitido salir en excursiones propagandísticas organizadas por la dictadura. Abandonada ahora por los últimos leales al coronel, en las oficinas y ministerios vacíos de la capital permanecen miles de documentos que, en su precipitada huida, no tuvieron tiempo de esconder o destruir. Al difundirse el contenido de algunos -habrá más revelaciones-, los secretos del régimen han resultado ser también los de China, Reino Unido y Estados Unidos.

Los documentos más recientes son informes del viaje que realizaron enviados del régimen libio a China el 15 de julio. El propósito del traslado era visitar tres empresas de armas y comprar material por 150 millones de euros. La fecha es el dato crucial, ya que si se produjo la venta, Pekín estaría incumpliendo el embargo de armas impuesto a Libia por la ONU y lo haría beneficiando al bando que combate la comunidad internacional.

«Comenzamos reuniéndonos con Norinco», dice uno de los escritos, «una compañía del norte de China que fabrica armas para las tropas de tierra del Gobierno chino. Envié una lista de las armas y balas que necesitábamos, y la empresa mostró su voluntad inicial de ofrecernos todo lo que hubiera en su almacén, listo para ser exportado. Estaba obviamente preparada para aceptar cualquier pedido para ser fabricado y preparado para entregar la cantidad solicitada al día siguiente. (…)».

La documentación incluye otros dos informes similares con otras dos compañías, los detalles del viaje y dos páginas con listas de material militar en stock y sus precios, donde había, por ejemplo, un misil anti-búnker a 22.120 euros la unidad y se especifica una cantidad de 600, que en total cuestan 13.272.000 euros.

Pekín ha confirmado esta semana las visitas de funcionarios libios a las empresas, pero niega que tuviera conocimiento de esas negociaciones y que saliera ninguna partida de armas de su país. «Ninguna compañía china se mueve en el exterior sin el consentimiento del Gobierno», explica Jesús Núñez, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). «El volumen de inversión de China en Libia es de unos 22.000 millones de euros. Tenía ya en el país a miles de trabajadores cuando empezó la revuelta. El objetivo de China es garantizar su seguridad energética, así que no tiene problema en jugar a dos bandas, esté Gadafi o los rebeldes. Parece que China es la única que se salta las reglas. Pero el embargo de armas se impuso a Libia, no solo a Gadafi, y lo han violado todos al proporcionar armas a los rebeldes, como Catar y empresas francesas y de otros países», añade.

La otra mina de secretos era el edificio de seguridad externa de Libia, las antiguas oficinas del jefe de los espías hasta 2007, Musa Kusa, que huyó a Londres a finales de marzo. El pasado fin de semana, el equipo en la capital de Human Rights Watch acudió al edificio abandonado. «Había muchísimos archivos. Mi equipo vio dos libros donde ponía ‘Estados Unidos’ y otro que decía ‘Reino Unido’ y empezaron a fotografiarlos», explica el coordinador de la ONG, Alfred Abrahams. Encontraron una carta de la CIA que comienza así: «Querido Musa». En ella se habla de estrechar lazos y acaba: «Estamos deseando trabajar contigo en el interrogatorio del terrorista que hace poco entregamos a tu país. Me gustaría enviar a Libia a dos funcionarios más y te agradecería que pudieran interrogarlo directamente».

En otra misiva, enviada por la CIA el 6 de marzo de 2004 a Trípoli, se refiere a la entrega en Bankok del líder del LIFG (siglas en inglés del Grupo de Combate Islámico Libio) Abdul Hakim Belhaj y su esposa embarazada de cuatro meses. En los papeles se le menciona con el seudónimo de Abdulá el Sadiq. La CIA incluye una prevención: «Debemos tener garantías de que El Sadiq será tratado con humanidad».

«Pese a las garantías diplomáticas que introducen, sabían perfectamente que los presos iban a ser torturados», dice Abrahams. «Lo que hay de nuevo en los papeles no es la relación de los tres servicios de espionaje, sino hasta qué punto esa relación era estrecha: la CIA enviaba preguntas, participaba en interrogatorios…». En otro documento, una carta enviada a Musa Kusa por un funcionario del MI6 da cuenta de la implicación británica al felicitarle por «la llegada a salvo de Abdulá el Sadiq».

Belhaj es ahora comandante de los rebeldes en Trípoli. Ha pasado de ser considerado terrorista, detenido y torturado en Libia, a luchar en el mismo bando con británicos y estadounidenses. Para Núñez, «después de Wikileaks, poco puede extrañar lo que muestran los papeles de las relaciones internacionales y su hipocresía».

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