Lo que está en juego
Nota del IECAH. El diálogo entre el gobierno de Colombia y las FARC-EP continúa en La Habana con prometedoras perspectivas. Pero no es eso lo único que está en juego en el país. Reproducimos por su interés la nota elaborada por Vera Grabe, Directora del Observatorio para la Paz de Colombia (Obserpaz) socio del IECAH, sobre los recientes acontecimientos en la Alcaldía de Bogotá.
«Carl von Clausewitz, aquel importante historiador y teórico de la guerra, decía que «la guerra es la continuación de la política por otros medios». Pero en nuestro país, al parecer, la política y sus herramientas legales parecen ser la continuación de la guerra.
La violencia tiene muchas caras y expresiones. Está en las viejas lógicas donde se busca acabar el conflicto eliminando al otro, donde el mundo se divide en los que «están conmigo o contra mí», donde se construyen enemigos, donde no cabe la diversidad y la diferencia. En esta lógica se inscribe la decisión desproporcionada, autoritaria y extralimitada, no sólo de destituir al Alcalde de Bogotá, sino de decretar su muerte política. Sin ahondar en los pretextos, en este caso el error que haya cometido o pueda cometer un Alcalde se usa para intentar legitimar una decisión que sólo se puede leer en clave de los intereses y viejos esquemas de poder excluyentes. Porque de qué otra manera se puede explicar que a la desproporción de destituir a Gustavo Petro se le añada el quedar fuera de la vida política los próximos 15 años, mientras que los que se robaron el Distrito tengan sanciones comparativamente tan leves. Los argumentos legales y jurídicos son, de nuevo, la legitimación de una decisión política y de poder.
Acá está en juego la paz. La paz en muchos sentidos. Paz como democracia. No sólo la que se pretende lograr en la Habana, no sólo la paz ganada en los procesos de paz de los años 90, no sólo la del pacto de paz que fue la Constitución del 91, sino también la paz como la posibilidad de hacer cambios estructurales en beneficio de lo público, de la sociedad, de los excluidos. La paz como pluralidad política, como oposición, como posibilidad de la diferencia, de la diversidad política, cultural, social, étnica, sexual y religiosa. Algo, en suma, en lo que el país había ganado en los últimos 22 años. Paz como posibilidad de reconciliación y de superación de las lógicas de la guerra, de alinear amigos y enemigos.
El desenlace de esta contienda demostrará hasta donde la democracia y la paz como decisión y opción tienen presente y futuro en este país. Ni la una ni la otra son delegables. Deben ser un ejercicio pacífico y noviolento. La justa indignación no podrá ser la legitimación de nuevas violencias. Y el gobierno también tendrá que decir donde está parado y a qué apuesta.»