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Las víctimas en el proceso de paz de Colombia: ¿más vale tarde?

Antecedentes

El «Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera» firmado en la Habana entre el gobierno de Colombia y las FARC-EP hace casi ya dos años, el 26 de Agosto de 2012, que daba inicio al proceso de paz no podía ser más decepcionante en materia de víctimas. Un breve punto, el quinto y último de los ejes temáticos, con dos breves referencias a derechos humanos y a verdad, no auguraban nada muy optimista en materia de víctimas en la mesa de La Habana. Algunas organizaciones humanitarias y de derechos humanos manifestamos ya en aquel entonces nuestra preocupación por este «olvido» y por el escaso peso del tema en la negociación y apenas fuimos escuchadas . Los negociadores de ambos lados no parecían tener ningún interés en abordar este espinoso asunto pues ello les exigía, como es obvio, un cierto reconocimiento de sus responsabilidades.

Y así ha trascurrido la negociación durante todo este tiempo hasta que el proceso electoral de los meses pasados y, todo hay que decirlo, la utilización oportunista de la situación de las víctimas y de las cuestiones humanitarias en general por parte del candidato Zuluaga y su espectacular subida en las encuestas de intención de voto, hicieron al gobierno Santos reaccionar y a las FARC asumir aunque fuera a regañadientes que ya era hora de hablar del tema. De ese modo se llegó el día 7 de junio de 2014 a la «Declaración de principios para la discusión del punto 5 de la agenda: víctimas», cambiando el orden previsto de la agenda, adelantando la discusión del punto 5, y situando la cuestión de las víctimas y sus derechos en el eje central del debate. Apenas una semana antes de la celebración de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 15 de junio. Reconocimiento tardío, pero reconocimiento al fin, de que los derechos de las víctimas deberían haber formado parte esencial y prioritaria de los diálogos desde su inicio.

Reconocimiento de derechos

La Declaración de principios sobre víctimas es, sin duda, un importante paso hacia delante y un hito en el abordaje del proceso de paz que lo hace más centrado en la realidad de muchos millones de colombianos y colombianas. Más de seis millones de víctimas directas del conflicto armado y todo un país afectado de uno u otro modo. La primera parte de la Declaración es, en ese sentido, una excelente muestra de ortodoxia en materia de atención a las víctimas basada en otras experiencias internacionales, con alusiones a la responsabilidad, la verdad, la justicia, la reparación, la reconciliación, el enfoque basado en derechos, o las garantías de no repetición, entre otras, que suponen avances claros en el compromiso de los negociadores con las poblaciones afectadas por el conflicto.

Sin embargo, reconociendo que el conflicto armado sigue produciendo cada día nuevas víctimas, hubiera podido haberse incluido alguna referencia a la prevención y a la necesidad de mitigar la violencia. Es decir, al compromiso de cumplimiento del derecho internacional humanitario (DIH) y en particular el principio de distinción y, si se quiere, un cierto enfoque de precaución. Como hemos venido proponiendo desde hace tiempo, desde una perspectiva humanitaria se debería ampliar el modo de tratar la cuestión de las víctimas. El mantra del enfoque hacia las víctimas en el post acuerdo «verdad, justicia, reparación, garantía de no repetición» debe sustituirse mientras dure el conflicto armado por «prevención, asistencia, protección». Si se siguen cometiendo atrocidades, si se sigue con encarnizados combates como los que se están sufriendo estos días en diversas zonas del país, se seguirán produciendo «en tiempo real» nuevas víctimas a las que pocas referencias se hacen en la Declaración.

Participación y representación de las víctimas

La segunda parte de la Declaración es, sin embargo, muy novedosa y atrevida y está dando lugar a una cierta confusión y planteando algunos debates que, como era de esperar, están aún por resolver. El tema de la representación de las víctimas se ha convertido, lamentablemente, en algo polémico que está siendo aprovechado por algunos sectores y por algunos medios de comunicación para transmitir una idea de enfrentamiento exagerada. La realidad muestra que los tres foros de víctimas organizados por la Oficina de la Organización de Naciones Unidas en Colombia y el Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz de la Universidad Nacional se han desarrollado de modo muy positivo y han llegado a conclusiones relevantes para el conjunto de víctimas. Para Rodrigo Uprimmy, Director de Dejusticia «Este acercamiento de las víctimas en una especie de comunidad de dolor y esperanza es aún incipiente y frágil, pero puede convertirse en una de las fuerzas más significativas a favor de una paz digna y sostenible».

Por otra parte, como ha dicho el Representante Residente de la ONU en Colombia, Fabrizio Hochschild tras los foros en relación a la politización de los mismos «Lo malo es cuando se trata de usar a las víctimas para ganar puntos. En cada lado del debate hay personas que intentan ganar la ascendencia moral diciendo ‘nosotros tenemos menos víctimas y ustedes tienen más’. Esto es muy contraproducente para crear reconciliación o, al menos, para ganar entendimiento y comprensión».

Conviene recordar por tanto que, la condición de víctima confiere derechos en materia de defensa de sus intereses y por tanto de representación para hacer valer y defender esos derechos. Tanto los que emanen de las normas de derecho internacional como los que se basen en las leyes nacionales como, en el caso colombiano, la Ley 1448 de Víctimas y Restitución de Tierras u otras disposiciones. Sin embargo, la condición de víctima no otorga derechos especiales de representación en materia política ni, mucho menos, legitima o confiere mayor legitimidad moral respecto de cualquier otro ciudadano o ciudadana a las opiniones políticas o ideológicas de las víctimas. Es este un tema que suele dar lugar a malas interpretaciones y es habitual que algunas organizaciones de víctimas, normalmente de un sector determinado de ellas, traten de influir en materia política, más allá de la defensa y reivindicación de sus derechos como colectivos afectados y damnificados por un conflicto. Este ha sido y es, en el caso español, por ejemplo, el de algunas de las asociaciones de víctimas de ETA en el País Vasco que tratan de auto otorgarse legitimidad moral para presionar, cuando no chantajear, a los diversos gobiernos, en materia de negativa a cualquier negociación con los actores armados o en la búsqueda de soluciones negociadas para acabar con la violencia. Patrimonializando el dolor de las víctimas al servicio de otros intereses.

Avanzar en el proceso pero no causando nuevas víctimas

En el caso colombiano, la mezcla de la ortodoxia en la necesidad de incorporar de modo decidido los derechos de las víctimas en el proceso de diálogo, con la innovación y la osadía de querer montar a la carrera vías de representación de las víctimas en esos diálogos con fines que pueden ir más allá de la defensa de sus derechos, plantea dilemas de compleja solución. Como ha manifestado el propio Hoschchild «Estamos en una encrucijada en la que ese debate puede ayudar al entendimiento y la reconciliación o puede tener un efecto exactamente opuesto. Eso lo tienen que tener en cuenta todos».

Tal vez, tras muchos meses de olvido en materia de víctimas se está queriendo caminar muy rápido y por senderos desconocidos. La experiencia internacional en materia de representación directa de las víctimas y sus organizaciones durante los procesos de paz no es muy grande y ahí Colombia está siendo innovadora. Con los riesgos que eso entraña. En un reciente estudio publicado por el Centro de Diálogo Humanitario de Ginebra (HD Centre) sobre la participación en los procesos de paz elaborado por la investigadora Tannia Pahenholfz plantea los pros y los contras de las diversas formas de participación de colectivos sociales y no son tantos los casos como los que está tratando de poner en marcha Colombia .

Las próximas semanas serán muy importantes en la mesa de diálogo para comprobar si los negociadores abordan con seriedad este tema o no. Y más allá de la representación de las víctimas para valorar si el asunto se aborda con rigor. Pero la mejor forma de incidir en la situación de las víctimas, de las de hoy y de las posibles víctimas futuras y evitar mayor sufrimiento humano sería avanzar en un alto el fuego bilateral que disminuya, además, las enormes tensiones adicionales que supone negociar mientras sobre el terreno se sigue perpetrando la violencia.


1.- Para una discusión en profundidad de este tema puede verse el trabajo del autor y Luisa Fernanda Pineda, Colombia: entre la crisis humanitaria y la esperanza de la paz. Informes del IECAH, nº 8, Madrid, mayo 2013. Apoyado por NOREF. Centro Noruego de Construcción de la Paz.

2.- Puede consultarse en http://www.hdcentre.org/uploads/tx_news/MPS4-Broadening-participation-in-peace-processes.pdf

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