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Las inundaciones de España de 2024: fallos en la alerta temprana, la actuación, la coordinación y la localización

Para GNDR

Víctor Moragriega

A finales de octubre de 2024, España sufrió una de las inundaciones más mortíferas en décadas. La región de Valencia y las zonas cercanas sufrieron efectos devastadores. Se perdieron trágicamente más de 200 vidas, miles de personas fueron desplazadas y la destrucción de infraestructuras y medios de vida fue enorme. El desastre puso de manifiesto graves deficiencias en la preparación de España ante las catástrofes, sobre todo en zonas donde la rápida expansión urbana había invadido las llanuras aluviales naturales. Las inundaciones, provocadas por un sistema aislado de bajas presiones que descargó más de un año de lluvia en sólo unas horas, obligaron a los ríos a «recuperar» sus cauces históricos, devastando viviendas e infraestructuras construidas en zonas inundables naturales. 

Fallos en la alerta precoz, la acción temprana y la localización

España cuenta con sistemas meteorológicos avanzados, pero las inundaciones pusieron de manifiesto importantes deficiencias en la difusión de alertas tempranas, la preparación de las comunidades y la respuesta localizada:

  • Comunicación tardía e ineficaz de las advertencias
    Aunque la agencia meteorológica nacional de España emitió alertas graves con suficiente antelación, el retraso en la comunicación a nivel local impidió actuar a tiempo. Las alertas no llegaron a las comunidades con la antelación suficiente para evitar la pérdida de vidas y bienes. Un enfoque más centrado en la comunidad -en el que las redes locales y los líderes de confianza desempeñan un papel fundamental- podría haber transmitido las alertas con mayor prontitud y eficacia.
  • Invasión de llanuras aluviales naturales
    La destrucción causada por las inundaciones se vio agravada por el desarrollo urbano generalizado en las llanuras aluviales naturales, zonas históricamente reservadas al desbordamiento de los ríos. Este entorno construido dejó a las comunidades desprotegidas cuando los ríos recuperaron sus cauces. Esto sirve de recordatorio de la importancia de respetar los paisajes naturales en la planificación urbana y de que, adoptando una planificación localizada y sensible al clima, podemos mitigar los riesgos futuros.
  • Falta de localización en la preparación y respuesta
    Muchas comunidades afectadas estaban mal preparadas para un peligro de esta magnitud, ya que la planificación de catástrofes y la comunicación de riesgos no se adaptaron a las necesidades específicas de cada comunidad. Se infrautilizó a los líderes y organizaciones locales, lo que dejó a los residentes con un conocimiento limitado de las rutas de evacuación o los protocolos de emergencia. Localizar la preparación ante las catástrofes implicando a los líderes comunitarios y adaptando los protocolos a las necesidades específicas podría haber capacitado a los residentes para responder con mayor eficacia. Cabe destacar que más de la mitad de las víctimas de 28 municipios (104 muertos) tenían más de 70 años. Esto demuestra claramente la urgente necesidad de que los planes de catástrofes sean más integradores y tengan en cuenta las necesidades de todos los miembros de la comunidad.
  • Integración limitada de la tecnología con los sistemas comunitarios locales
    España dispone de sólidos recursos meteorológicos nacionales, pero éstos no estaban suficientemente integrados con los sistemas de comunicación locales. Esta desconexión redujo el impacto de las alertas tempranas, ya que las comunidades carecían de instrucciones claras sobre qué medidas tomar. La combinación de redes comunitarias, conocimientos locales y herramientas tecnológicas podría hacer que los sistemas de alerta temprana (SAT) fueran más accesibles, fiables y eficaces.
  • Falta de percepción del propio riesgo
    A nivel nacional, España no se ha mostrado especialmente activa en este ámbito. Su planteamiento se caracteriza por una baja percepción del riesgo, un enfoque muy anticuado de las catástrofes y unos planes excesivamente centrados en la respuesta y muy poco en las tareas de prevención, preparación o mitigación. Esto, unido a una compleja distribución de poderes de decisión y a un marco legal obsoleto, ha hecho que, a pesar de haber firmado tanto el Marco de Hyogo como el de Sendai, España no haya avanzado mucho en el cumplimiento de ninguno de los dos..

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