La sobreactuación exterior francesa

(Para Radio Nederland)
Si hay algo que no puede negarse al presidente francés Nicolas Sarkozy, y a la diplomacia francesa en general, es su capacidad de inventiva, iniciativa, ocurrencia incluso, en materia de relaciones exteriores y política internacional. Desde su llegada al Elíseo el nuevo presidente no ha dejado de ir poniendo sobre la mesa numerosas propuestas y tomando diversas medidas, que han situado a la diplomacia francesa en el primer plano internacional. Poco importa que algunas de ellas hayan creado más problemas que soluciones, o que otras se hayan manifestado como contradictorias o imposibles de cumplir. El efecto mediático se ha conseguido y, en esa medida, el tandem Sarkozy–Kouchner funciona a las mil maravillas. La fábrica de noticias es imparable.
Desde que la mediación francesa consiguiera la liberación de las enfermeras búlgaras en Libia, obteniendo de paso cuantiosos contratos con el régimen de Gadafi y haciendo jugar un curioso papel a su entonces esposa, el presidente francés se ha situado como uno de los líderes más conocidos en el mundo y ha desplegado una incansable política de viajes que le lleva esta semana a África, territorio predilecto de la acción exterior gala. La política africana de Francia, la llamada por algunos “Francafrique”, ha sido durante décadas la niña bonita de la acción exterior del país- pese a las numerosas críticas que ha recibido de muchos sectores por su enfoque netamente colonial, o los tremendos fiascos cometidos en casos como Ruanda-, logrando un alto grado de permanencia en los diversos periodos presidenciales; no importaba que se tratara de Giscard d´Estaing, Miterrand o Chirac. La “célula de África” del palacio presidencial, y no el Ministerio de Exteriores, se encargaba de las cuestiones africanas. El Ministerio de Defensa mantenía su despliegue miliar en el continente africano. Las empresas francesas obtenían pingües beneficios. El Ministerio de Cooperación y de la Francofonía hacía el resto.
Por ello, el anuncio realizado ayer en Sudáfrica por el presidente francés de que “Francia renegociará todos los acuerdos militares con los países africanos”, y de que “los países africanos deben encargarse de su propia seguridad”, reconociendo de paso que dichos acuerdos fueron firmados tras la descolonización, desde una posición de dominación y que deben revisarse, es algo relevante. Curiosamente, el anuncio se realiza horas después de una escala del avión presidencial en el Chad, país donde se encuentra uno de los batallones del ejército francés que ha apoyado en las últimas semanas al régimen del presidente Déby pese a su carácter golpista y antidemocrático. Y donde líderes opositores siguen encarcelados sin juicio.
Francia mantiene desplegadas tropas, aproximadamente 9.000 efectivos, de modo bilateral, en Gabón, Chad, Senegal, Costa de Marfil, República Centroafricana y Djibouti, además de participar en varias operaciones multilaterales, lo que crea no poca confusión en muchos casos. Aún es pronto para valorar si este anuncio supone un verdadero cambio en la política africana de Francia, ya que los intereses de las empresas francesas- muchas de ellas públicas o participadas por el Estado- son enormes en el continente y, no lo olvidemos, han contado tradicionalmente con el apoyo militar cuando ha sido necesario. Tampoco parece fácil que la concepción de la francofonía, y la paranoia con que Francia ha visto siempre la creciente presencia anglosajona en África puedan cambiar de la noche a la mañana.
Con el viaje por África de Sarkozy como telón de fondo, otras dos cuestiones de diverso calado ponen estos días la diplomacia francesa en el primer plano de la actualidad. La liberación por parte de las FARC de los cuatro cargos electos colombianos secuestrados, y las dramáticas noticias que éstos han aportado sobre el estado de Ingrid Betancourt, han hecho que Francia haya acrecentado sus acciones, y por qué no decirlo, sus presiones, sobre los presidentes Chávez y Uribe para lograr su pronta liberación. Algunos datos, como el propio tono de los mensajes lanzados ayer por Chávez al líder de las FARC, Marulanda, indican que el reciente viaje del Ministro de Exteriores francés, Bernard Kouchner, a Colombia y Venezuela ha tratado de incidir en esa línea y que la diplomacia francesa está tratando de convencer a Uribe de que es necesario algún tipo de gesto por su parte. Chávez hace tiempo ya que ha aceptado estas liberaciones por goteo que, en su criterio, le reportan importantes beneficios y, por tanto, parece dispuesto a colaborar. Por si acaso, Sarkozy ya se ha ofrecido a ir a las selvas colombianas para la liberación. ¡Faltaría más!
En otro orden muy distinto, la próxima presidencia francesa de la Unión Europea a partir de junio no se presenta muy optimista en materia internacional. La apresurada ocurrencia francesa de la Unión Mediterránea, cambiando el vigente enfoque de las relaciones Euromediterráneas surgido de Barcelona, ha alterado las buenas relaciones del llamado eje franco-alemán y los desencuentros, en ésta y otras materias, entre ambos países son evidentes. Y estas diferencias, en momentos como los actuales de necesaria armonía para salir del impasse institucional, son muy perjudiciales para una Unión que día a día muestra sus debilidades en materia exterior. Ayer fue Kosovo, hoy los acuerdos de la República Checa con Estados Unidos en materia de visados y mañana ya veremos. Y, mientras tanto, la PESC (Política Exterior y de Seguridad Común) se queda en poco más que una sigla. En resumen, Francia va a lo suyo y Solana (la UE), no sabe, no contesta.