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La OTAN en el norte de África y el Sahel, ¿agua y aceite?

Para elDiario.es

El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, durante la cumbre en Madrid.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, durante la cumbre en Madrid. Kiko Huesca/EFE

El nuevo “concepto estratégico” de la OTAN define a Oriente Próximo, África del Norte y el Sahel como regiones de interés estratégico y declara su intención de trabajar conjuntamente con los que denomina “socios” para hacer frente a las amenazas y desafíos de seguridad que les (y nos) afectan. Nada que objetar en principio, dado que son muchos los problemas existentes en esas zonas, y toda colaboración es bienvenida si está bien enfocada. Pero de inmediato surgen las dudas cuando, aun sin hacer un listado exhaustivo, queda claro que los problemas que más preocupan a los 30 aliados son el terrorismo y los flujos de población descontrolados, dos temas que no tienen la misma prioridad en el listado de inquietudes de los gobiernos africanos y, menos aún, de las diversas sociedades que pueblan el continente.

Ni la experiencia acumulada por la OTAN en estas regiones ni lo recogido en el mencionado documento permiten suponer que sus actuaciones vayan a ser ahora más exitosas en la atención a los problemas multidimensionales que actualmente las caracterizan. En primer lugar, cabe constatar que, como tantas veces en el pasado, no hay ninguna señal que apunte a la asunción de corresponsabilidad de las antiguas potenciales coloniales (europeas) y de Estados Unidos en la creación de los conflictos, la fragilidad y la inestabilidad que se mencionan en el punto 11 del “concepto estratégico”. Parecería que esa inquietante realidad es, simplemente, el resultado de fenómenos naturales y de errores de otros: como si las decisiones occidentales al crear nuevos Estados artificiales o al apostar por socios impresentables al servicio de una división internacional del trabajo que viene esquilmando sus ingentes recursos en beneficio de unos pocos no tuvieran nada que ver con el complejo panorama actual. Y si no hay mención a ello, no cabe esperar tampoco que milagrosamente vaya a haber una corrección del rumbo marcado desde hace décadas; y menos aún cuando ya se identifican en el horizonte nuevos competidores, como China y Rusia, que pueden sacar tajada de la controvertida imagen de Occidente.

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