La Guinea Ecuatorial de los Obiang
El pasado 28 de marzo, la orden de arresto internacional a ‘Teodorín’ Obiang -hijo del presidente ecuatoguineano- emitida por París, devolvía momentáneamente a Guinea Ecuatorial a las portadas de los diarios internacionales. La policía francesa registró uno de sus pisos y obtuvo pruebas de la inmensa acumulación de riquezas del ministro de agricultura de un país que figura entre los 43 más pobres del planeta y en el cual más del 60% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.
Guinea Ecuatorial obtuvo la independencia el 12 de octubre de 1968. La presión internacional obligaba a la España franquista a deshacerse de su colonia africana. En aquel momento asumió la presidencia Francisco Macías Nguema, quien tan sólo un año después daría luz verde a una escalada de represión violenta contra la oposición. Como resultado de ello se registraron miles de presos políticos, asesinatos, desapariciones y más de 160.000 exiliados.
En 1979, Teodoro Obiang -sobrino de Nguema y con un cargo de importancia dentro del Gobierno- lideró un golpe de Estado que pretendía terminar con el régimen establecido. Macias Nguema fue ejecutado por ‘crímenes contra la humanidad’ y Obiang se convirtió (hasta hoy) en el nuevo presidente, continuando sin desmayo las prácticas represivas iniciadas por su tío y estableciendo como único partido legal el Partido Democrático de Guinea Ecuatorial (PDGE).
Las elecciones de 1993 fueron consideradas como el primer acto claramente fallido de un hipotético ‘proceso democrático’ que se había iniciado apenas un año antes- enmarcado en el llamado Pacto Nacional, que supuso la legalización de 10 partidos políticos y un compromiso de iniciar el camino de la apertura democrática. Aunque las elecciones fueron boicoteadas por algunos actores políticos, el PDGE se adjudicó 68 de los 80 asientos del Parlamento. Las acusaciones de corrupción por parte de los miembros de la oposición desembocaron en una nueva escalada de acusaciones, detenciones arbitrarias y torturas. No puede extrañar en modo alguno que en las siguientes convocatorias electorales- en los años 1996, 2002, 2004, 2008 y 2009- el partido del dictador saliera victorioso, siempre con sospechosa holgura (recibiendo el 99%, 100%, 98%, 97% y 99% del total de los votos respectivamente).
En el plano económico, el año 1996 supuso un verdadero punto de inflexión para el país con el descubrimiento de grandes cantidades de petróleo, a las que siguieron las de gas (en 2001). Esto se tradujo en impresionante crecimiento histórico para las arcas nacionales. En 2007, el PIB del país se incrementó en un 71,2%, para seguir subiendo en los años siguientes un 22% y un 15% respectivamente. En tan sólo tres años, Guinea Ecuatorial había duplicado el tamaño de su economía. Sin embargo, en un nuevo ejemplo de la conocida como «maldición de los recursos», este crecimiento macroeconómico no se vio reflejado en ningún momento en una mejora de las condiciones de vida de la población del país.
Si observamos el índice de desarrollo humano (IDH) del año 2011, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Guinea Ecuatorial ocupa el puesto 136 de 187 países clasificados, justo en el umbral que da acceso a los países con un desarrollo humano bajo. Sus habitantes tienen una esperanza de vida de 51 años, lo que sitúa al país por debajo de la posición que ocupan Kenya, Ghana o Camerún. A pesar de todo ello, el pasado mes de marzo y rodeado de polémica, la UNESCO daba su visto bueno a la denominación del Premio UNESCO-Guinea Ecuatorial en Ciencias de la Vida. Para Tutu Alicante, director desde el exilio de la organización Derechos Humanos EG Justice, la aprobación de un galardón «patrocinado por un Gobierno que no realiza inversiones suficientes para garantizar la atención básica de la salud en su propio país, es una decisión que resulta tristemente paradójica».
Aunque el Ingreso Nacional Bruto per cápita del régimen de Obiang supera los 17.600 dólares anuales –por encima de países como, por ejemplo, Argentina-, ostenta el dudoso honor de encabezar la lista mundial con un valor más negativo (concretamente -91) en la relación existente entre sus ingresos per cápita y la clasificación que ocupa dentro del propio IDH. «Este es un país en el que la gente debería tener la riqueza per cápita de España o Italia y, sin embargo, vive en una situación de pobreza peor que la de Afganistán o Chad. Esto demuestra la corrupción y la mala gestión del Gobierno, y su insensibilidad con su propia población», denuncia Arvind Ganesan, Director del Programa de Negocios y Derechos Humanos de Human Rights Watch.
Sea como sea, la comunidad internacional no parece tener ningún problema en seguir reconociendo al dictador como presidente legítimo de su país. En nada concreto se han traducido hasta ahora las numerosas críticas sobre su nula voluntad de reforma política- puesta de manifiesto en las reiteradas manipulaciones electorales durante los últimos 33 años- y sobre su escasa dedicación a satisfacer las necesidades básicas de su población. Tal vez por eso el propio Teodoro Obiang no tenga problema alguno en reconocer abiertamente (en su libro ‘Mi vida por mi pueblo’) que «me he dado cuenta de que el descubrimiento de petróleo en Guinea Ecuatorial y, especialmente, la importancia de estos recursos, han cambiado completamente la actitud de muchos de nuestros socios, especialmente los que son más críticos. De repente, se han vuelto más permisivos», y prosigue argumentando que ya «sé que es la naturaleza humana, pero no sólo los hombres han cambiado de esta manera, las instituciones también lo han hecho. Y me refiero específicamente al Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Unión Europea».
Al igual que desgraciadamente ocurre en otros lugares del planeta, la pasividad de la comunidad internacional ante la realidad en la que vive el pueblo ecuatoguineano tiene mucho que ver con una determinada visión de los asuntos mundiales que subordina cualquier consideración ética o legal a los intereses geoeconómicos. Brilla por su ausencia una vez más un compromiso real por revertir la violación sistemática de los Derechos Humanos y la corrupción enquistada en el poder. Es así como el clan de los Obiang lleva más de tres décadas explotando las riquezas nacionales en su propio beneficio y negando una vida digna al conjunto de quienes habitan Guinea Ecuatorial.