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La eterna conflictividad interétnica

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Hace unas semanas, una avalancha informativa daba repentinamente cuenta de la existencia de un país llamado Kirguizistán –fronterizo con China, Kazajistán, Tayikistán y Uzbekistán– en el que habían perecido cerca de 200 personas a raíz de los enfrentamientos entre los dos principales grupos étnicos de ese territorio: uzbecos y kirguizes. Lo ocurrido allí sirve de ejemplo actual de la conflictividad interétnica que ha sido una dinámica emergente y paralela en el proceso de nacimiento de nuevos Estados, pero que también sacude a otros teóricamente ya consolidados. Actualmente, se contabilizan en el mundo más de 100 conflictos étnicos en diferentes grados de desarrollo, desde los que han provocado un estallido generalizado de violencia hasta los que apenas se manifiestan en tensiones larvadas, con el evidente riesgo de desembocar en luchas incontroladas.

Uzbekos vs Kirguizes
La tensión en Kirguizistán es histórica. Cuando corrían los años veinte del pasado siglo Iósif Stalin decidió repartir el valle de Ferganá –uno de los más ricos del centro asiático-, entre tres repúblicas soviéticas: Uzbekistán, Kirguizistán y Tayikistán. Al igual que en otros casos –como los de Jiva, Samarcanda y Bujará-, la arbitrairedad de esta decisión acentuaba las tensiones ya existentes y vigorizaba las diferencias entre sus nativos. Cuando finalmente la Unión Sociética estaba desapareciendo, los uzbecos y los kirguizes protagonizaron un brutal enfrentamiento, que finalmente fue contenido desde Moscú. En el contexto de la Revolución de los Tulipanes, en 2005, –que terminó provocando, el pasado mes de abril, la caída del dictador Askar Akáyev- volvieron a resurgir los choques interétnicos. Estos, apenas quedarían paliados tras la subida al poder de Kurmambek Bakíev – líder de dicha revolución-, quien muy pronto dejó a un lado sus promesas de democratización para inclinarse por un despotismo indisimulado.

El país esta habitado hoy por unos 5,5 millones de personas. Mientras en el norte, los uzbecos son minoría –apenas alcanzan el 15%-, en el sur se igualan con los kirguizes. La población uzbeca es sobre todo urbana –las ciudades sureñas de Osh y Jabalad acogen a una gran parte de ésta- y disfruta de una mejor posición económica que la kirguiza. Entre sus intenciones está la de convertir la lengua uzbeca en la oficial del país.

Aunque el estado de violencia ha sido constante desde el desmoronamiento de la Unión Soviética, el conflicto entre ambas etnias no ha recibido apenas atención mediática fuera de las fronteras de Kirguizistán. Quizá su rol actual en Asia Central, en lo referente a Afganistán, sea la razón principal por la que ahora parece contar con mayor atención internacional.

Perpetuidad de la tensión interétnica
El pasado mes de abril, el genocidio de Ruanda cumplía su decimo sexto aniversario. Se produjo, como se recordará, en 1994 como resultado brutal de un proceso de décadas de hostilidades entre los distintos grupos étnicos de la zona y su saldo -800.000 muertos en menos de tres meses- todavía estremece la conciencia mundial. El derribo del avión en el que viajaba el por entonces presidente del país, Juvenal Havyarimana, fue la espoleta que disparo la matanza genocida de los hutus sobre los tutsis. Aún hoy no se puede descartar una reproducción de aquellos hechos, en la medida en que ambas facciones permanecen armadas y preparadas.

Apenas se necesita recorrer unos kilómetros para avistar escenarios similares en la zona de los Grandes Lagos. La conflictividad en República Democrática Del Congo (RDC), por ejemplo, se remonta a la primera mitad del siglo XX, cuando todavía estaba bajo la dominación colonial belga con Leopoldo II. Desde que alcanzó su independencia hace hoy medio siglo, la RDC ha sufrido dos grandes conflictos armados. El primero se desarrolló entre 1996 y 1997 cuando – gracias al apoyo ruandés- los insurgentes congoleses se hicieron con el poder expulsando al dictador Mobutu Sese Seko. Posteriormente, de 1998 a 2002, estalló una guerra civil en la que colaboraron seis países vecinos y se saldó con millones de muertes. Aunque los acuerdos en Pretoria y Lusaka en 2002-2003 pusieron formalmente fin al conflicto, la violencia aún es bien visible en el país. A fecha de hoy, RDC sigue bajo los efectos diarios de una violencia tan ilimitada como silenciada en los medios.

También podrían citarse enfrentamientos de mismo calado en Irak, Bangladesh o Pakistán, entre muchos otros. Desde el exterior no sólo son poco conocidos por su escasa difusión mediática si no por el superfluo análisis con el que suele venir acompañada cualquier noticia- siempre negativa- de lo que ocurre en esos lugares. Se impone una visión, tan clásica como equivocada, de que el conflicto responde siempre a la lógica violenta de los grupos étnicos diferenciados; como si los factores económicos, políticos o de seguridad no tuviesen influencia alguna.

Los grupos étnicos
En realidad ni siquiera se maneja un concepto preciso sobre el significado de grupo étnico, que tiende a identificar a personas de una misma raza, con una lengua o cultura compartidas, o todo a su vez. Lo cierto es que existen grupos que, aunque considerados radicalmente opuestos, hablan el mismo idioma o comparten consaguineidad. Si nos remontamos a los orígenes del término, el vocablo griego «etnos» viene a ser entendido como «pueblo», «comunidad» o «nación». La emergencia de los conflictos étnicos en el contexto de la descolonización de mediados del pasado siglo llevaron a distintas disciplinas a analizar la dinámica de los distintos grupos con el fin de dilucidar las razones que llevaban a la tensión interétnica y a su manifestación violenta.

De aquí destacan tres enfoques principales. El primordialista supone que los grupos sociales se definen por rasgos como el territorio, la religión, la cultura, la organización social o la lengua, que se consideran objetivamente dadas. Un segundo enfoque ve la identidad étnica como el resultado de un proceso social complejo en que las fronteras simbólicas se construyen y reconstruyen continuamente por medio de mitologías o de relatos históricos sobre un pasado o una lengua común. Como tercer y último enfoque, el instrumentalista ahonda en los procesos de movilización política y manipulación a través de los cuales se constituyen los grupos sociales. Dichas perspectivas no necesariamente han de ser excluyentes. Mientras la primera y segunda se centran en la construcción sociocultural de la etnicidad, la tercera destaca los factores sociopolíticos y económicos (Fenton 2003).

Aunque a riesgo de generalizar, con mayor frecuencia, la identidad étnica se convierte en base central de ciertos grupos políticos. Por otro lado, tampoco puede considerarse que la violencia sea inherente a la diversidad étnica. En cambio sí puede barajarse que la imposición de las lógicas externas, resultantes de procesos históricos determinados, causa sus fricciones. Ni siquiera en países como Ruanda las tensiones entre los ya mencionados grupos se habían desatado de forma previa a la etapa colonial, cuando Francia animó a la diferenciación otorgando una serie de contrapartidas a los tutsis sobre los hutus. Alcanzada la independencia, el sistema político instaurado no fue capaz de asegurar un marco igualitario; el voto era sectario y siempre resultaba vencedora la etnia más numerosa – en su caso, la hutu con cerca de un 85%-. Puede decirse en este caso que las tensiones engendradas durante la primera mitad del siglo XX fueron un claro punto de partida del posterior conflicto violento. El sistema, al ser externo, no contempló las particularidades de la población ruandesa y dio margen a que las divergencias se politizasen.

La inestabilidad no ha vuelto a Kirguizistán, sino que en realidad jamás se ha marchado. La pobreza, la constante corrupción y el desempleo no hacen más que acentuar viejas diferencias entre los dos grupos principales. En estos últimos días hemos visto como la población kirguiza exhorta a finiquitar con el presidencialismo hereditario y a instaurar un régimen democrático. Sólo cabe esperar que ello no exacerbe aún más la brecha en las relaciones entre los dos grupos, ni suponga una carta blanca para la imposición del uno sobre el otro.

Notas:

«Las transformaciones sociales: sociedades multiculturales y multiétnicas» (para UNESCO) http://www.unesco.org/issj/rics161/koenigspa.html
FENTON, Steve: «Ethnicity», Polity Press & Blackwell Publishing Ltd, Cambridge, 2003

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