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La democracia egipcia en manos de los militares

b21Nota para el “Observatorio: Crisis en el mundo árabe” nº 3, 16 de febrero de 2011

Entre las complejas claves que determinarán el rumbo y alcance de la nueva etapa que se abre en Egipto a partir de la caída de Hosni Mubarak, la que afecta al papel de su ejército es, probablemente, la más relevante a corto plazo. Hoy, en manos del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, se concentra todo el poder efectivo del país. Desde su nacimiento con el formato actual, Egipto ha estado en manos de militares (y ninguno de ellos se ha distinguido precisamente por su perfil democrático) –desde el mítico Gamal Abdel Nasser, pasando por Anuar el Sadat y el propio Mubarak, todos los presidentes han sido militares. Hoy Mohamed Husein Tantawi (como Ministro de Defensa), secundado por Sami Hafez Annan (como Jefe del Estado Mayor de la Defensa), son las principales referencias a considerar y de su voluntad depende en gran medida que el proceso que ahora arranca desemboque en una verdadera democracia o mantenga inalterables los pilares del régimen, aunque se produzcan ciertos cambios en su seno.
Para dar ese paso hasta sus últimas consecuencias, los mandos militares tendrán que mostrar una altura de miras que olvide sus propios esquemas mentales, centrados desde hace décadas en garantizar la estabilidad del país por encima de cualquier otra consideración y defender sus propios intereses, en la medida en que un cambio de sistema puede poner en peligro sus considerables privilegios económicos.
En términos reales no hay hoy ningún contrapeso institucional que pueda influir en la cúpula militar para orientar el futuro de Egipto en una dirección que los altos mandos no deseen. Únicamente cabe apelar a una ciudadanía que se ha movilizado ejemplarmente y que ha oído las promesas ya realizadas por los nuevos gobernantes. Aunque sea mucha la fuerza que esa presión popular pueda ejercer, nada puede evitar la inquietud que produce el hecho de que, mientras se ha desmantelado la Asamblea Nacional y se ha eliminado la Constitución, no hay ningún mecanismo que permita garantizar que se van a cumplir con las promesas anunciadas (sea el levantamiento del estado de emergencia, el enjuiciamiento de los criminales y corruptos del régimen o la celebración de elecciones libres).
Sus poderes, a partir de sus 460.000 efectivos, son bien conocidos. Su calidad democrática al servicio de los egipcios es algo que aún tienen que demostrar. Ojalá aprueben el examen.

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