La batalla por el corazón talibán

Tropas de élite estadounidenses se encuentran desde hace pocas semanas en los alrededores de la ciudad de Kandahar, allanando el terreno para lo que será una de las batallas decisivas de la nueva estrategia para Afganistán del General Stanley A. McChrystal –Comandante de la ISAF- y, obviamente, de la Administración de Barack Obama. Una estrategia que pretende conquistar no solo el principal feudo taliban sino también los corazones y las mentes de los afganos, y que llega a su fase definitiva, donde se verá si existe una solución a corto plazo para el país o si, por el contrario, la guerra que ha heredado Obama se alargará en el tiempo y superará el desastre militar que en su día supuso Vietnam
Kandahar es el corazón de los talibanes. El mulá Omar- el Amir-ul-Momineen o jefe de los fieles talibanes- prefirió asentarse allí, en lugar de hacerlo en Kabul, durante los años de gobierno talibán. Al mismo tiempo, Kandahar fue la primera gran ciudad donde los taliban consiguieron hacerse con el control total de la población y la única donde se comportaron como sus verdaderos gobernantes, y no como una fuerza ocupante encargada de someter a la población. Desde allí los taliban fueron extendiendo su ofensiva por el control de Afganistán, primero a Herat, luego a Kabul y posteriormente al resto del país. Sin embargo, Kandahar es algo más que el bastión talibán; es allí donde está enterrado el Sha Ahmad, fundador de la patria afgana y donde se encuentra la reliquia islámica más importante de Afganistán- el Manto del Profeta Mahoma, el cual estratégicamente vistió el mulá Omar en 1996 para hacer ver a los afganos que él era el nuevo jefe de los fieles.
Para los EE UU, Kandahar está llamada a ser la prueba definitiva de la nueva estrategia para Afganistán. La batalla por Marjah, en la primavera de este año, fue el primer paso de la ofensiva y de esa nueva estrategia. Obama ha hecho de la guerra en Afganistán su principal referente en política exterior y su importancia se conecta con la mejora de las relaciones con Irán y el proceso de paz en todo Oriente Medio.
Si la guerra de Irak era una seña de identidad de la administración anterior, la de Afganistán pertenece de pleno derecho al gobierno de Obama. Tras constatar la imposibilidad de lograr los objetivos que George W. Bush había definido, ahora Obama pretende convencer a los afganos de que las tropas estadounidenses solo están en el país para apoyar en la reconstrucción del país, evitando en la medida de lo posible las bajas civiles y haciendo un uso estricto de las reglas de enfrentamiento con los violentos. Aunque las nuevas reglas no son del agrado de la mayoría de las unidades desplegadas en el terreno, el General McChrystal pone especial hincapié en garantizar su cumplimiento. Para McChrystal y para Obama la única manera de salir del atolladero afgano es mano a mano con la población afgana, ganándose sus corazones a base de reabrir escuelas, carreteras y liberar a la población de la presión de los taliban. Para ello se ha limitado enormemente el apoyo aéreo a las tropas y se han destinado multitud de soldados a labores de rehabilitación y reconstrucción de lugares vitales para la población civil, como puentes, carreteras o escuelas.
Pero Kandahar pertenece en cuerpo y alma a los taliban. Durante siglos Kandahar fue uno de los epicentros del comercio entre India, Irán y Asia Central y su gremio de transportistas es de vital importancia para su economía. Gran parte del contrabando entre Pakistán, India, Irán y Asia Central se hace a través de Kandahar y gracias a los transportistas de esta ciudad. Tras la larga lucha contra los soviéticos y entre los diferentes grupos muyahidín, solo los taliban fueron capaces de tomar el control total de la ciudad en 1994 y de reabrir, con el apoyo de la inteligencia y el dinero paquistaní, las rutas de comercio. Pronto pasaron a controlar toda la ciudad e imponer su estricta interpretación de la sharia o ley islámica. Se cerraron los centros educativos para mujeres, a las que se les prohibió trabajar en muchas de las actividades que venían asumiendo hasta entonces. Se estableció un estricto código de vestimenta para hombres- que incluía la obligatoriedad de dejarse crecer la barba- y para mujeres- obligadas a taparse de pies a cabeza. Además, se prohibió la música, la televisión y cualquier tipo de entretenimiento y deporte, incluidas las tradicionales luchas de cometas. Tras la toma de Kabul, Kandahar se mantuvo como la capital espiritual del por entonces Emirato de Afganistán.
A buen seguro la batalla por Kandahar será una fase decisiva en el desarrollo de los acontecimientos en Afganistán. Los taliban llevan semanas haciéndose fuertes en la ciudad y en los alrededores.
Evidentemente, a los taliban les favorece la más que previsible batalla urbana, casa por casa. Para las tropas estadounidenses y afganas será extremadamente difícil mantener una guerra urbana en un terreno que sus enemigos conocen mejor y entre una población que se resiste a percibirlos como liberadores. El ejemplo de la batalla de Fallujah- desarrollada en Irak, a finales de 2004, y donde las tropas estadounidenses y británicas libraron una intensa batalla urbana- no puede repetirse. Si la nueva estrategia para Afganistán pretende ganarse los corazones y las mentes de los afganos la operación en Kandahar, prevista inicialmente para junio, debe ser extremadamente cautelosa con las bajas civiles y convertirse en un ejemplo de la nueva visión de Obama y del General McChrystal.