La agenda múltiple de Erdogan en España
(Para Radio Nederland)
Tras su paso privado por el deslumbrante complejo arquitectónico de la Alhambra granadina, el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, inicia hoy una visita oficial a España. Reforzado tras su victoria electoral en el pasado verano y con el añadido de un jefe de Estado. Abdullah Gül, de su misma corriente islamista, Erdogan es el máximo representante político de un país que crece a niveles superiores al 5% anual y que concita, para bien y para mal, la atención creciente de la comunidad internacional.
En su agenda para esta primera visita se acumulan los asuntos que pretende impulsar de inmediato. En primer lugar, y como motivo formal del viaje, asistirá en Madrid a los trabajos del I Foro de la Alianza de Civilizaciones, que promueve junto al presidente del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero. Olvidando que el hoy expresidente iraní Mohamed Jatami fue el primer mandatario en plantear una iniciativa de ese tipo, y con la bendiciones y la presencia del propio secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, Madrid se convierte durante los días 15 y 16 en la primera etapa efectiva de una idea que no termina de provocar un consenso sobre su conveniencia y, sobre todo, su eficacia para tratar los problemas causados por los desencuentros crecientes entre el mundo occidental y el islámico.
Su objetivo último es “mejorar el entendimiento y las relaciones de cooperación entre las naciones y los pueblos de diversas culturas y civilizaciones y así ayudar a contrarrestar las fuerzas que alimentan la polarización y el extremismo”. En términos más concretos, y en función del camino recorrido desde su arranque en 2005, subsisten sin embargo los temores de que todo se quede en un mero ejercicio diplomático apenas capacitado para frenar, y mucho menos, revertir, el clima de tensión que se ha ido instaurando en la medida en que no hacen más que crecer la amenaza terrorista y la expansión de los estereotipos negativos entre ambos mundos, alimentados por quienes propugnan una estrategia del “cuanto peor, mejor” y por quienes interesadamente buscan la confrontación en el marco de la equivocada “guerra contra el terror”. Las civilizaciones no son actores reales, ni mucho menos homogéneos, en el marco de las relaciones internacionales; no parecen por tanto los mejores interlocutores (¿quiénes son sus representantes?) para encarar estos problemas. Además, y por muy importante que sea el diálogo entre actores gubernamentales (unos treinta ministros de exteriores asistirán al encuentro), poco puede lograrse si sólo se consigue reunir alrededor de la mesa a los ya convencidos de antemano de sus bondades (unos 400 representantes de diversos campos del saber y de las religiones), mientras los intolerantes y los que fomentan el enfrentamiento y el odio siguen moviéndose libremente a sus anchas.
En segundo lugar, Erdogan necesita seguir convenciendo a sus interlocutores de la oportunidad/necesidad de una Turquía integrada en la Unión Europea (UE). A pesar de los obstáculos- tanto los internos, por la dificultad para reformar algunos aspectos de su propia legislación y para sustraer a los militares su papel en la escena política, como los externos, con la resistencia abierta de Francia y la menos obvia, pero igualmente real, de Alemania- la sociedad turca y sus gobernantes siguen aspirando a convertirse en parte plena de la Unión. Con eso en mente, y contando con el franco apoyo español a su candidatura y las buenas relaciones que hoy existen entre España y Francia, es de suponer que Erdogan buscará de su homólogo español un ejercicio de buenos oficios para vencer la oposición de un Nicolas Sarkozy que aparece como la principal piedra exterior en el camino turco.
Por último, interesa recordar que Erdogan viene acompañado de un centenar de empresarios turcos en busca de contactos con sus colegas españoles, interesados en aprovechar las enormes oportunidades que ofrece un país de 70 millones de habitantes y de una economía que está en pleno proceso de crecimiento y con un plan de privatizaciones en marcha (de manera destacada en el ámbito de las telecomunicaciones, tabacos e infraestructuras viarias). Turquía es el tercer socio comercial de España fuera de la UE, y su nivel de intercambios comerciales ya superaba los 4.700 millones de euros a finales de 2007. Se trata, por tanto, de una buena oportunidad para profundizar en unas relaciones que interesan a las dos partes y de la que cabe esperar buenas noticias, en el medida en que prosigue a buen ritmo el proceso de internacionalización de la empresa española.
En resumen, una agenda múltiple en la que resulta previsible imaginar que habrá avances, más o menos visibles, para una causa justa y necesaria (la incorporación de Turquía a la UE) y para la mejora de las relaciones comerciales y empresariales entre ambos países.