La acción humanitaria: gran desconocida en nuestra cooperación
Francisco Rey y Carlos Ugarte para Diario Crítico.
Tras las grandes catástrofes con gran cobertura mediática como el huracán Mitch en 1998, el tsunami asiático en 2004, o el terremoto de Haití en 2010, la ayuda humanitaria se convierte en el más conocido de los ámbitos de la cooperación, y muchos ciudadanos tienen la impresión que se trata de los más importantes. Y sin embargo, la realidad nos muestra que es una de las modalidades menos financiadas en la cooperación pública española, y la que más ha sufrido los recortes presupuestarios de los últimos años.
La ayuda humanitaria pública española creció de modo relevante desde los inicios de la cooperación española en los años ochenta, hasta el año 2009, superando los 465 millones de euros y suponiendo casi el 9% de la AOD (Ayuda Oficial al Desarrollo). El año 2010, en pleno post terremoto de Haití, ya se redujo hasta los 356 millones de euros y en 2011 cayó aún más hasta los 216 millones. Es decir, ya en el periodo del anterior gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), tras importantes subidas, la ayuda humanitaria pública se redujo en un 60%.
El cambio de gobierno y la llegada del Partido Popular (PP) han acelerado, evidentemente, este derrumbe hasta niveles insospechados con 75 millones de euros en 2012 y, por el momento, unos 50 millones en 2013. Es decir, la ayuda humanitaria pública española se encuentra desde la perspectiva financiera en momentos muy difíciles que la están convirtiendo en irrelevante.
Y pese a todo, el apoyo de los ciudadanos a la acción humanitaria sigue siendo muy importante, según todas las encuestas, aunque se manifieste solo o fundamentalmente en la respuesta a, precisamente, las grandes emergencias mediáticas. Este apoyo ha permitido consolidar en nuestro país un pequeño grupo de ONG especializadas que han consolidado y fidelizado el apoyo de la ciudadanía y que cuentan con capacidades propias.
Echando una mirada hacia atrás, con algunos antecedentes en la actuación de ONG durante las guerras en Nicaragua o El Salvador en la década de los ochenta, y puntuales respuestas a algunos desastres naturales, la acción humanitaria española ganó peso a mediados de los años noventa, con el impacto que causaron en la población española las guerras de los Balcanes desde 1992, y el genocidio de Ruanda en 1994.
Muchos ciudadanos empezaron a ser conscientes de la necesidad de expresar y canalizar su solidaridad hacia el exterior en aquellas crisis, y es en ese contexto en el que se da el hito fundamental que impulsó nuestra cooperación y la ayuda humanitaria: las movilizaciones a favor del 0,7%. Por vez primera, la sociedad española manifestaba un interés claro y bastante generalizado en la extrema pobreza y los conflictos fuera de nuestras fronteras. Pero, más allá de la creciente conciencia sobre los problemas globales, el subdesarrollo o las crisis humanitarias, el movimiento a favor del 0,7 reflejaba también un deseo de la ciudadanía española por actuar, de alguna manera, a escala global, superando años de aislamiento y de un papel gregario de nuestro país en el plano internacional.
El éxito de aquellas movilizaciones fue indudable, como también lo fue su legado, tanto en términos de crecimiento de los presupuestos de cooperación, como de incorporación de nuevos actores (como los ayuntamientos y las Comunidades Autónomas), de creación de nuevas organizaciones no gubernamentales (ONG) y, sobre todo, de convicción sobre el papel central de la cooperación para el desarrollo y la acción humanitaria entendidas como políticas públicas que deben contar con fuerte apoyo ciudadano. Aún hoy somos tributarios de aquel impulso.
¿Queda algo hoy de aquella movilización ciudadana y de respuesta pública por la solidaridad? Si se analizan crudamente los datos que hemos dado más arriba la respuesta es clara: muy poco. Un análisis un poco más cuidadoso nos haría ser algo más optimistas. Y los humanitarios debemos serlo. Si no, nos dedicaríamos a otra cosa.
Existe un consenso generalizado sobre que la acción humanitaria es algo más que mera asistencia. Incorpora la protección de los afectados por conflictos y desastres y la defensa de sus derechos. Y eso ha sido incorporado en los marcos jurídicos que rigen la acción humanitaria española. Y para algunas ONG como Médicos sin Fronteras (MSF), se incorpora también el testimonio.
Además, tras años de debates, también está claro que lo humanitario se basa en principios y valores y que el respeto a la imparcialidad, la neutralidad o la independencia, la diferencian de otros sectores de cooperación y ponen límites a su utilización política o sectaria. Estos dos aspectos, lo ético y lo jurídico están reflejados en la Estrategia Sectorial de Acción Humanitaria de la Cooperación Española desde el año 2007 y eso es un avance. Como también lo son las iniciativas de calidad y rendición de cuentas, los protocolos de actuación, la utilización de estándares y normas de actuación comunes en el sector, la convicción sobre la participación de las poblaciones afectadas y de las entidades locales en la búsqueda de soluciones duraderas, la creciente profesionalización del sector que es compatible con la incorporación de la sociedad civil y del voluntariado.
Por último, también es una base sobre la que construir el futuro de la acción humanitaria española, la dimensión institucional. La creación de la Oficina de Acción Humanitaria en el seno de la AECID y el fortalecimiento de algunas ONG que son reconocidas internacionalmente y que están manteniendo su actividad en medio de la crisis, nos hace ser optimistas.
Desde hace más de una década el IECAH, en colaboración con otras entidades, entre ellas MSF, realiza un seguimiento de la acción humanitaria española e internacional que se plasma en los Informes Anuales del Observatorio de Acción Humanitaria.
En este periodo hemos visto avances considerables y retrocesos preocupantes, como en el periodo en que nos encontramos. Hemos asistido a momentos de incomprensión sobre lo que significa lo humanitario por parte de organizaciones de desarrollo. Hemos sufrido los riesgos sobre el terreno del trabajo humanitario independiente. Y hemos visto, por parte de los actores políticos, descarados intentos de manipulación y también momentos de indiferencia y olvido.
Y de todas esas situaciones hemos aprendido que en un mundo como el que vivimos, la acción humanitaria es cada vez más pertinente para garantizar mínimos de humanidad, «una cama por una noche» como decía Bertold Brecht y nos recuerda David Rieff, para las poblaciones afectadas por crisis y conflictos. Ayer en Camboya o Ruanda. Hoy en Siria, Somalia o Filipinas. Mañana quién sabe dónde. Por eso tenemos que seguir actuando y preparándonos para mañana.
[* ] Francisco Rey Marcos es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), y Carlos Ugarte es responsable de relaciones externas de Médicos Sin Fronteras (MSF)