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Kim Jong-Un: primeros pasos

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Por Guillermo Naya

Hace apenas tres meses que Kim Jong-Un sucedió a su padre -el fallecido Kim Jong-Il- al frente de la República Popular Democrática de Corea (RPDC). A pesar de que los interrogantes acerca de la capacidad del nuevo líder para asumir las responsabilidades del cargo no se han despejado, sí parece que ahora han quedado en un segundo plano.

A finales de febrero, los ejercicios navales conjuntos entre Corea del Sur y Estados Unidos contribuyeron a tensar la situación a ambos lados del paralelo 38. La Comisión de Defensa Nacional de Corea del Norte (NDC) describió el ejercicio como «histeria de guerra imperdonable» a la que responderían con una «guerra santa a nuestro propio estilo». Tan sólo unos días después, la RPDC anunciaba que suspendería temporalmente su programa nuclear a cambio de 240.000 toneladas de ayuda alimentaria procedentes de Estados Unidos. Concretamente, Pyongyang se compromete a paralizar los ensayos nucleares, el lanzamiento de misiles de largo alcance y el enriquecimiento de uranio en sus instalaciones atómicas. Cabe recordar que, desde 2008, la RPDC depende de la ayuda de subsistencia que les envía China y el Programa Mundial de Alimentos (PAM) de las Naciones Unidas, como consecuencia del deterioro de sus relaciones con el Gobierno de Corea del Sur.

A principios de marzo, Robert King, enviado especial de Estados Unidos para asuntos humanitarios en Corea del Norte, se reunía con representantes de ese país en Beijing para discutir a fondo los detalles del acuerdo. «Hemos resuelto los problemas administrativos necesarios», dijo King, a lo que agregó que el calendario de entrega de los alimentos no está definido porque todavía están «trabajando en los detalles». A su vez, en un reciente viaje a los Estados Unidos para mantener conversaciones sobre el programa nuclear del país, el viceministro de Exteriores norcoreano Ri Yong Ho aseguró que los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) pronto podrán hacer su trabajo en Corea del Norte.

Como es lógico, existe consenso a la hora de calificar el anuncio de ‘buena noticia’, aunque es cierto que se ha generado debate en torno a la credibilidad y la sostenibilidad en el tiempo de la nueva línea política abierta por Jong-Un. Para los más optimistas, se trata de un acercamiento a la población norcoreana por parte del nuevo líder y un primer paso en la apertura de Corea del Norte hacia el mundo. Sin embargo, para el profesor e investigador Pablo Bustelo, los flecos que deja el acuerdo son muchos. «¿Qué pasará con el programa de plutonio, el de uranio en otras instalaciones, los misiles de largo alcance –capaces de alcanzar Japón -, la distensión con el Sur, la reanudación de las conversaciones a seis bandas o las armas nucleares que ya existen?» se pregunta Bustelo.

Los antecedentes históricos contribuyen a generar dudas al respecto y refuerzan el escepticismo de varios sectores, ya que Corea del Norte ha accedido en varias ocasiones a terminar con su programa nuclear, pero ha acabado por romper sus compromisos ante la escalada de tensiones. En la misma línea, Michael Rubin, analista del American Enterprise Institute, coincide en tomarse el anuncio del régimen con precaución. «La historia de la diplomacia con Corea del Norte sugiere que no hay que fiarse de las apariencias. El baile siempre es un paso adelante y uno o dos atrás», sentencia Rubin.

Otro de los problemas habituales que conlleva la ayuda humanitaria en Corea del Norte es la dificultad que supone para los donantes asegurarse de que los alimentos serán destinados a la población civil en lugar de repartidos entre las altas esferas. Mientras el Gobierno de Corea del Sur impone a toda organización que desea enviar ayuda a territorio norcoreano que realice un estricto seguimiento del reparto de la misma, el gobierno de la RPDC anunció recientemente que sólo aceptará ayuda humanitaria de las organizaciones de Corea del Sur que llegue sin el condicionante de tener que ser supervisada.

A sus 29 años de edad, Kim Jong-Un necesita demostrar al pueblo norcoreano que la crítica situación en la que llevan décadas inmersos mejorará bajo su mandato, y más aún cuando se acercan las celebraciones por el centenario del nacimiento de Kim Il-Sung, creador de la actual dinastía dirigente. Desde esa perspectiva, el acuerdo con Washington puede interpretarse como un paso adelante, pero sin olvidar que se trata de un paso pequeño e inestable si tenemos en cuenta todos los factores.

Ahora, a la espera de que se concrete el reinicio de las negociaciones a seis bandas, queda por ver si las próximas iniciativas del nuevo líder continúan en la misma dirección y priorizan, de una vez por todas, el bienestar de la población sobre el de sus dirigentes. En todo caso, cabe pensar que su principal prioridad a corto plazo seguirá siendo la consolidación de su propio poder personal dentro de la cúpula que gobierna el país.

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