investigar. formar. incidir.

Menú
Actualidad | IECAH en los medios

¿Y si la tierra temblara de nuevo?

b36

(Para Cadena Ser)
En los cursos y manuales de prevención de desastres y elaboración de planes de contingencia se propone que se prevea siempre el peor de los escenarios posibles, la más negativa de las eventualidades previsibles, y que se planifique en torno a ella. Tratando de prepararse ante esa contingencia y de mitigar, en su caso, los posibles efectos negativos. Y es evidente que, visto lo visto en el año que ha transcurrido desde el terremoto que asolara Haití el 12 de enero de 2010, algo se ha hecho mal y debemos sacar las lecciones apropiadas para el futuro. Evitando tanto el derrotismo como la autocomplacencia que tan frecuente ha sido durante el año.

El pasado mes de octubre, en una de las revistas de referencia en el sector humanitario, Humanitarian Exchange, el que fuera vicesecretario general para asuntos humanitarios de la ONU durante el terremoto de Haití, Sir John Holmes, escribía “Muchas vidas se han salvado y siguen con vida hoy gracias a los esfuerzos de socorro. (…) No han golpeado nuevas epidemias. No ha habido un segundo desastre que siguiera al primero”. Imaginamos que el señor Holmes se habrá cuestionado ese optimismo y esa petulancia al enterarse de la epidemia de cólera que se extiende por el país, y que ni él ni su organismo fueron capaces de prever ni anticipar. Y es un triste consuelo el que el señor Holmes ya esté dimitido de su puesto.

Por ello, sin ser exhaustivos, algunos elementos de balance y otros de reflexión sobre el trabajo realizado en la crisis de Haití que puedan sernos útiles en estas fechas, serían:

1. ¡Haití ya existía! Muchos parecen haber “descubierto” Haití el 12 de enero de 2010 como otros “descubrieron” América más de 500 años antes. El país ya vivía una situación dramática antes del terremoto y pocos parecían acordarse antes de lo que ahora repiten como su mantra “el país más pobre de América Latina”. La pregunta pertinente por tanto sería ¿por qué la comunidad internacional ha permitido, cuando no contribuido, al deterioro de la situación de Haití sin luchar contra la gran vulnerabilidad de la población? ¿por qué se ha abordado la situación del país desde una alicorta concepción de la seguridad considerando que Haití representa una amenaza para la paz? ¿amenaza para quién? Cualquier planteamiento sobre la crisis haitiana debe partir de un análisis algo más profundo de las causas de la misma y del papel internacional en su agravamiento.

2. Ayuda humanitaria y reconstrucción, aunque deban vincularse, siguen lógicas muy distintas. La enorme, rápida, caótica, confusa, costosa,… respuesta a la emergencia contribuyó a salvar muchas vidas y eso debe reconocerse. El balance de las primeras semanas es, lamentablemente, muy negativo, pero pasado ese periodo millones de personas han podido ver satisfechas –de modo muy precario, pero satisfechas- sus necesidades básicas. Los indicadores de salud, nutrición, provisión de agua, etc., incluso en la temporada de huracanes, fueron mejorando rápidamente… hasta que la epidemia de cólera apareció. Incluso los mecanismos de coordinación en materia humanitaria, los llamados clusters, han trabajado de modo bastante eficaz tras los primeros meses. Sin embargo, las tareas vinculadas a la reconstrucción que, no lo olvidemos, necesitan de mayor consenso en la sociedad y para las que se decidió un mecanismo organizativo ineficiente, la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití, apenas han comenzado y eso ha afectado la credibilidad del conjunto de la respuesta. La comunidad internacional debe repensar la arquitectura institucional que se propone en estas situaciones.

3. Incorporar la reducción del riesgo de desastres como eje de la reconstrucción. La pregunta que da nombre a este artículo es la más importante que debemos realizarnos. Y la respuesta al día de hoy sería clara: volvería a suceder un enorme desastre. Por ello, las tareas de prevención, preparación ante desastres, mitigación, planes de contingencia, etc., deben priorizarse, incorporando a ellas tanto a las autoridades a todos los niveles como a las organizaciones de la sociedad civil y las ONG. Y la aparición de la epidemia de cólera, según todas las evidencias de modo importado, debe hacernos conscientes de que hay que analizar todas las amenazas y todos los escenarios posibles. La prevención tal vez sea menos vistosa y mediática que la asistencia pero es, al día de hoy, igual de necesaria.

4. Decisiones erróneas y sus consecuencias. Algunas de las decisiones tomadas durante estos meses han ido convirtiéndose de facto en frenos a las tareas de rehabilitación y a las propias tareas humanitarias. El escaso peso concedido en las primeras semanas tanto a la ONU (no solo a MINUSTAH sino a las agencias civiles) como al propio gobierno haitiano y las organizaciones locales, contribuyeron a minar y deslegitimar aún más su labor y a impedir que, una vez pasado el primer shock, ambos organismos pudieran cumplir con sus respectivas misiones. Y han impedido cualquier protagonismo para los haitianos. Los países que de modo bilateral y con excesivo uso de medios militares pensaron que así contribuían a paliar las consecuencias del desastre, no son conscientes de los impactos negativos de medio plazo que muchas de sus acciones han tenido. ¿Qué sentido tiene enviar miles de tropas para labores de salud que pueden ser realizadas por agencias civiles de la ONU y ONG, y no a tareas en las que pueden aportar un valor añadido como el desescombro con maquinaria pesada? ¿qué pasa con la asistencia cuando se marchan los soldados? ¿qué sostenibilidad tiene su tarea? ¿quién trabaja con la población cuando se marchan tras hacerse la foto?

La crisis haitiana muestra bien a las claras las limitaciones del sistema internacional para responder a situaciones de gran complejidad en las que se mezclan variables humanitarias, de seguridad, políticas, de fragilidad del estado, de deslegitimación de las instituciones, en suma, de elevada vulnerabilidad global. Pero ya que la comunidad internacional no puede o no quiere ser parte de la solución, tratemos de evitar, al menos, ser parte del problema. Pues esta ha sido la realidad desde que Haití accediera a la independencia de Francia el 1 de enero de 1804.

Publicaciones relacionadas