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¿Un nuevo futuro para Yemen?

 

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Fuente: carlosprofeinfor.blogspot.com

En los últimos días el presidente de Yemen, Ali Abdullah Saleh, ha dejado intuir que dejará el poder en un plazo de 30 días siguiendo la oportunidad de mediación plateada por el GCC (Consejo de Cooperación del Golfo, por sus siglas en ingles)(1). Este movimiento, largamente esperado por parte de la oposición al presidente Saleh, abre un camino incierto para el país árabe. Aunque la posible renuncia del presidente Saleh –que ya renunció a volver presentarse a las elecciones meses atrás- no es considerada suficiente por la oposición, la iniciativa de paz del GCC abre un amplio abanico de posibilidades de futuro para el país. Este artículo intenta explorar los posibles escenarios a los que puede llevar, en caso de producirse realmente, la renuncia de Saleh.

Yemen se encuentra sumido en el caos, con dos rebeliones armadas luchando contra el gobierno, con una economía al borde del colapso, donde el estado no está presente en la mayoría del territorio y donde grupos afines a Al Qaeda han ido adquiriendo cada vez más parcelas de poder. Sumado a ello, se calcula que existen tres armas por cada yemení y el país se ha visto inmerso en las olas de protestas que llevan extendiéndose por el mundo árabe desde Diciembre de 2010. Yemen carece de las condiciones y capacidades propias de un estado funcional. Con estos condicionantes, una transición democrática pacífica es difícil de imaginar dadas las condiciones de partida, aunque la propuesta del GCC y la ola de cambio pacífico en el mundo árabe significan una oportunidad real de hacer de Yemen una democracia eficiente y funcional.

El primero de estos escenarios sigue la lógica planteada por el GCC. Un gobierno de unidad nacional sustituye al presidente Saleh y organiza unas elecciones tras un periodo de transición corto. Sin duda, este es el resultado más deseable ya que aportaría una estabilidad y legitimidad al gobierno suficiente para tomar las medidas necesarias para el país, además de representar una oportunidad para integrar definitivamente al Sur y a los rebeldes Houthis. Si el nuevo sistema es capaz de lograr la legitimidad intrínseca a cualquier gobierno funcional, su presencia puede ampliarse a todo el territorio yemení y por lo tanto hacer del gobierno de Sanaa un ejecutivo eficiente y capaz de abordar los retos que supone gobernar Yemen. Sin embargo, este escenario se encuentra lleno de obstáculos. Yemen es un país regido por las diferentes tribus que lo habitan, las cuales ostentan de facto el poder local. Su influencia impregna todas las instituciones y la jerarquía política local en Yemen prioriza las decisiones tribales sobre las políticas. Una transición democrática, donde existe una feroz competición y una rápida apertura del espacio político, puede llevar a una peligrosa tribalización de la política. Esta situación tiene la capacidad de abrir un proceso de lucha entre estos grupos por el control de las instituciones. Estas luchas son muy comunes en Yemen, teniendo lugar de una manera constante. Por ello, una democracia impregnada de estos condicionantes puede desembocar en una mayor desestabilización de la nación, poniendo en peligro el ya de por si precario equilibrio del país.

Una segunda opción de futuro responde a un simple lavado de cara del régimen. Aunque el presidente Saleh abandone el poder, sus aliados, sus seguidores y los hombres de su tribu controlan la práctica totalidad de las instituciones del país, por lo que un cambio total en la manera de gobernar Yemen parece difícil. Un nuevo gobierno afín al régimen de Saleh, por lo tanto, solo pospone la solución de los problemas estructurales y coyunturales de Yemen. Por un lado, las rebeliones del sur y de los Houthi seguirían activas, quizás con más fuerza dado el nuevo gobierno continuista. La inherente debilidad del gobierno continuista daría mayores cuotas de poder a los grupos afines a Al Qaeda, poniendo más en duda si cabe la autoridad de Sanaa en el territorio del país. Al mismo tiempo, las protestas antigubernamentales tendrían más razones para continuar su lucha por un sistema democrático real en Yemen, lo que podría motivarles al uso de la fuerza armada siguiendo el ejemplo de Libia y dado el relativo apoyo que el ejército da a las protestas. Por último, un gobierno continuista corre el riesgo de que muchas de las tribus y estamentos que han apoyado las protestas decidan no reconocer su autoridad. En este escenario, la legitimidad del nuevo régimen seria incluso más baja que la del gobierno de Saleh, suponiendo un gran paso hacia el total colapso del país y una peligrosa aproximación a la somalización de Yemen. Sin embargo, solo el gobierno de Saleh ha conseguido mantener un delicado equilibrio entre los problemas estructurales de Yemen por lo que esta solución podría ser considerada como la menos mala por los principales aliados internacionales de Yemen, principalmente Arabia Saudi y Estados Unidos. De esta manera, evitarían una posible presencia de un gobierno contrario a su influencia en Sanaa, además de mantener los programas de lucha contra el terrorismo intactos y a un fiel aliado en un punto geoestratégico clave en términos militares, geográficos y económicos.

El último y menos deseable de los posibles escenario es una lucha armada y abierta por el poder. La ausencia de legitimidad del estado en gran parte del país, el poder subyacente de las tribus sobre gran parte del territorio, las rebeliones armadas del sur y de los Huithi, la enraizada presencia de grupos afines a Al Qaeda y la profunda crisis económica, energética y de recursos son factores determinantes para esta hipótesis. Un vacío de poder y las posibles luchas que pueden sucederse por llenarlo hacen posible una mayor privatización de la seguridad en el país, anulando por completo la poca legitimidad sobre el monopolio de la violencia que ostenta el gobierno. Ante tal ausencia de detentor legítimo de la violencia, los líderes tribales y religiosos encontrarían grandes incentivos para convertirse en poseedores de esta autoridad, convirtiendo sus dominios en cuasi-estados. Esto, sumado a la presencia de armas en todos los rincones del país, tendría como consecuencia una lucha entre diversos grupos por un poder que probablemente ninguno es capaz de ganar, creando bolsas de autoridad a lo largo del país. Si esta situación se estanca, Yemen correría el peligro de caer en un caos total, imitando la situación de su vecino somalí y sin duda creando un escenario perfecto para el aumento de la presencia y el poder de los grupos afines a Al Qaeda.

Los últimos acontecimientos en Yemen sin duda significan un momento decisivo para el futuro político del país. Está por ver los movimientos de Saleh, si su ofrecimiento de dejar el poder es real y las reacciones de la oposición a dichos movimientos. Al mismo tiempo los grupos opositores deben demostrar que son capaces de conducir Yemen por el camino correcto que a día de hoy demandan. Los escenarios que se abren son variados, pero tres son las posibilidades más plausibles. Una transición democrática completa es el más deseable, por ser la demanda de las protestas y por poner fin a 32 años de gobierno de Saleh, aunque este camino, como todas las democracias recién nacidas tiene sus riesgos. La instauración de un régimen continuista puede tener lugar y aunque puede mantener la estabilidad y el status quo durante algún tiempo, no significa ninguna solución para la población yemení y solo pospone los graves problemas del país. Una lucha abierta y armada por el poder es el peor escenario posible. Esta posibilidad debe ser considerada seriamente ya que muchos de los factores que pueden llevar a la misma ya están presentes en Yemen. El país se encuentra en un momento clave para su futuro, con unos condicionantes que pueden afectar al mismo pero con la oportunidad de llevar a cabo la transición pacífica y estable que no se llevó a cabo tras la unificación del país a principios de los noventa.


1. Esta oportunidad de mediación contempla la salida de Saleh obteniendo de esta manera futura inmunidad, la creación de un gobierno de unidad nacional y la celebración de elecciones.

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