investigar. formar. incidir.

Menú
Actualidad | Artículos en otros medios

Israel juega contra sí mismo

imgarticulo_Israel

(Para Radio Nederland)
Son muchos los que, con indisimulable sarcasmo, suelen identificar a los palestinos como actores que nunca desaprovechan una oportunidad para arruinar cualquier posibilidad de avanzar hacia la paz.

A tenor de lo ocurrido con ocasión de la primera visita del vicepresidente estadounidense, Joseph Biden, a Oriente Próximo parece claro que Israel no se queda atrás en ese comportamiento. La diferencia entre ambos es que mientras los palestinos, hagan lo que hagan, siempre terminan perdiendo, los israelíes, al menos hasta ahora, siempre acaban ganado.

Recordemos que la visita de Biden ha venido precedida de otros altos representantes de la administración Obama, como Leon Panetta- director de la CIA-, Robert Gates- secretario de defensa- y Hillary Clinton- secretaria de Estado-, sin contar con los innumerables trasiegos de George Mitchell, en su calidad de representante especial del propio presidente. Por sí solo, el envío de Biden- amigo personal del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu- ya indica la importancia que Washington confiere a las preocupaciones de su principal aliado en la región, concretadas a día de hoy en Irán como amenaza y en su difícil gestión de la ocupación palestina desde hace 43 años.

Con el trasfondo de un anunciado inicio de negociaciones indirectas entre palestinos e israelíes, cabe imaginar que el verdadero motivo de la visita era el interés de Washington por conocer de primera mano la postura israelí sobre Irán y calmar los ánimos en Tel Aviv. En un contexto de permanente negociación auspiciado por EE UU para sacar adelante una nueva resolución de la ONU contra Irán, Washington necesita convencer a su aliado israelí de que el lanzamiento de un ataque militar contra las instalaciones nucleares iraníes no lograría su objetivo y, sin embargo, daría al traste con la estrategia estadounidense en Oriente Medio- básicamente centrada en rebajar la tensión en Iraq para poder salir de ese atolladero, en trasladar parte del esfuerzo a Afganistán y en recuperar cierto margen de maniobra tras años de empantanamiento militar en la zona para atender otros problemas (el renacimiento de Rusia, por ejemplo). Para lograr todo eso, Irán es un actor fundamental con el que Washington está negociando actualmente, y de ahí la necesidad de frenar a Israel, otorgándole todas las garantías- como Biden ha hecho- de protección estadounidense.

De una sola tacada- con el anuncio del ministerio del Interior israelí de la aprobación para construir 1.600 viviendas en el barrio ultraortodoxo de Ramat Shlomo- Israel ha logrado justo lo contrario de lo que ahora mismo podía interesarle. El anuncio, que no por casualidad ha coincidido con la llegada de Biden, ha provocado una oleada de críticas, a las que no ha tenido más remedio que sumarse en propio enviado de Washington. Los costes de un gesto como éste van mucho más allá del hecho de que Netanyahu y señora hayan esperado en vano a su invitado estadounidense para la cena.

Lo primero que demuestra lo ocurrido es la debilidad del propio Netanhayu en el manejo de su propio gabinete ministerial (el citado ministerio está en manos del partido Shas, contrario a cualquier iniciativa que suponga renunciar a sus postulados maximalistas ultranacionalistas y ultraortodoxos). De paso, desplaza del centro de atención de las previstas reuniones de Biden con sus interlocutores israelíes el tema de Irán, otorgándole además, en su condición de ofendido, más bazas para lograr que Israel rebaje su discurso belicista contra Teherán.

Simultáneamente, permite a Mahmud Abbas un episódico gesto de firmeza, rechazando cualquier contacto con la potencia ocupante de su territorio. Abbas, desprestigiado hasta el extremo tanto por su propia debilidad como por el desprecio con el que ha sido tantas veces tratado por Israel, había tenido que aceptar el inicio de contactos indirectos, con Washington de mediador, para no volver a quedar identificado como el enemigo de la paz. Ahora, es Netanyahu quien queda retratado como carente de voluntad negociadora y como infractor de su propio compromiso (nunca cumplido en la práctica) de establecer una moratoria a la expansión de los ilegales asentamientos que hacen imposible la existencia de una entidad estatal palestina viable.

Israel va arruinando progresivamente- cuando aún está fresco el recuerdo del revuelo provocado por el asesinato de Mahmud al Mabhuh en Dubai- su imagen de eficacia y sabiduría gestora en defensa de sus intereses. Su margen de error sigue siendo amplio, en la medida en que siga contando con una innegable superioridad militar frente a sus vecinos y con el inequívoco apoyo (más allá de las apariencias) de Washington. Lo que queda por ver, de momento, es si Obama está dispuesto a aceptar un nuevo desaire, añadido al pulso perdido con Netanyahu a finales del pasado año, cuando tuvo que retractarse de su anunciada pretensión de paralizar todos los asentamientos.

Solo los extremistas de uno y otro bando pueden sentirse satisfechos por esta nueva torpeza. Los demás- tanto palestinos como israelíes- solo pueden lamentarla y confiar en que lo ocurrido no quede sin consecuencias para quienes, desde su aparente posición de poder, se empeñan en truncar cualquier opción de paz.

Publicaciones relacionadas