Irak aún lejos del fin
(Para Radio Nederland)
Suele decirse que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. Y eso puede haberle ocurrido ahora al presidente estadounidense, Barack H. Obama, al declarar en una reunión con veteranos de guerra el «fin de las misiones de combate en Iraq» a partir del próximo 31 de agosto.
Recordemos que el 1 de mayo de 2003 su predecesor en el cargo, George W. Bush, apareció disfrazado de piloto de combate en la cubierta del portaviones USS Lincoln para declarar «misión cumplida» la invasión de Iraq, iniciada en la madrugada del 20 de marzo de ese mismo año. Desde entonces, se ha sucedido un proceso de notable violencia que impide identificar a Iraq como un escenario en el que la paz y el desarrollo estén a la vuelta de la esquina.
Nivel de violencia
En un primer análisis de lo dicho por Obama puede entenderse que sus palabras expresan lo que los anglosajones denominan wishful thinking (pensamiento ilusorio), reflejando lo que a él le gustaría que ocurriese en Iraq a partir de esa fecha. La situación, sin embargo, está aún muy lejos de acomodarse a los deseos del presidente estadounidense. Por una parte, sigue siendo considerable el nivel de violencia, tanto si se hace caso a lo que Washington proclama (222 muertos durante el mes de julio) como, sobre todo, a lo que dice el gobierno iraquí en funciones (535 para el mismo periodo, de los que 396 serían civiles).
Los grupos violentos no han perdido su capacidad para intentar desbaratar por la fuerza el guión que Estados Unidos- con el apoyo más o menos sincero de los actuales gobernantes locales- han diseñado para el país. Entre ellos no solamente siguen estando los integrantes de la franquicia local de Al Qaeda, sino también las diferentes milicias chiíes que no aceptan el liderazgo de Nuri al Maliki y hasta las de adscripción suní, crecientemente decepcionadas al ver que las promesas de favorecer su reintegración plena en el juego político no se confirma en la práctica.
Es cada día más notable la desafección de estas últimas- que, con abierto apoyo estadounidense, optaron por enfrentarse con las armas a los terroristas y por participar en las elecciones del pasado mes de marzo, creyendo que serían recompensados con puestos de trabajo, olvido de su implicación en la guerra contra los invasores y una cuota significativa en el nuevo reparto de poder.
Dudas sobre retirada definitiva
Nada de esto se ha concretado a su entera satisfacción mientras, simultáneamente, se han convertido también en un objetivo explícito de los violentos. Si a esto se añade que cinco meses después de las elecciones se mantiene un bloqueo político que ha impedido la formación de un nuevo gobierno, puede entenderse aún mejor la enorme dificultad para que las palabras de Obama lleguen a convertirse en una realidad incontestable.
Por otra parte, la previsión del propio Obama sobre la nueva etapa que se abre hasta la definitiva retirada de las tropas estadounidenses del país, anunciada para antes de finales de 2011, genera dudas en el campo estrictamente militar. Es cierto que en el tiempo que lleva en la Casa Blanca se ha producido una reducción sustancial de los soldados desplegados en el terreno- desde los 144.000 que había a principios de 2009 hasta los 50.000 que quedarán ahora. También lo es que en junio de 2009 se contabilizaban 357 bases e instalaciones militares estadounidenses en Iraq y que a finales de agosto solo habrá 94. Obviamente, algo ha tenido que ver en esto la estrategia diseñada por el general David Petraeus- combinando un temporal incremento de efectivos desplegados con el apoyo (económico y militar) a los grupos suníes y un cierto entendimiento con Irán. Pero hoy nadie puede hablar de victoria inapelable y ni siquiera de proceso irreversible hacia la paz en Iraq.
En realidad, entre las razones que explican este proceso de reducción de efectivos y cambio de misión despuntan, por encima de cualquier otra, las necesidades derivadas de Afganistán/Paquistán- donde Washington ha decidido concentrar aún más el esfuerzo. Igualmente importantes son las razones de índole interna, en referencia a la necesidad de transmitir la imagen de cumplidor de las promesas efectuadas cuando ya el país se enfrenta a unas inminentes elecciones legislativas (en noviembre), y los republicanos sienten que el viento puede soplar a su favor ante la impopularidad de algunas de las decisiones tomadas por Obama.
Las unidades que permanecen
En las condiciones actuales, proclamar el fin de las misiones de combate no depende de una declaración más o menos pomposa de un presidente, sino de la voluntad y capacidad de quienes en Iraq se oponen a sus planes. La pretensión de Obama es que sus tropas se dediquen a partir de ahora al apoyo e instrucción de las fuerzas de seguridad iraquíes (unos 665.000 efectivos entre militares y policías, todavía con claras limitaciones operativas), a la participación en operaciones de contraterrorismo y a la protección de los esfuerzos civiles y militares realizados por EE UU en el país. Para ello las fuerzas que continuarán en el país se articulan como Advisory and Assistance Brigades. Pero en la práctica se trata de un simple cambio de denominación para unidades que siguen disponiendo de medios suficientes para implicarse en unas acciones de combate que, a buen seguro, tendrán que seguir realizando.
Para que el deseo de Obama se convierta en una realidad son muchos los condicionantes por acomodar. En primer lugar, habrá que preguntar a los que hasta ahora se han opuesto por la fuerza a los planes de EE UU si están dispuestos a seguir pasivamente su dictado, cuando aún conservan capacidades nada desdeñables para alterar el guión de Washington. También habrá que esperar a la formación de un nuevo gobierno iraquí- que a día de hoy cabe imaginar más proiraní que el anterior- y confiar en que esté dispuesto a seguir subordinándose a lo que Estados Unidos determine. No menos importante es la actitud de Irán, en un momento en el que se enfrenta a nuevas sanciones internacionales y ante el temor de ser objeto de un ataque militar. Ojalá Obama no tenga que retractarse de lo dicho ante los veteranos de guerra estadounidenses.