Irán tensa la cuerda nuclear
(Para Radio Nederland)
En un proceso que parece interminable a estas alturas, Irán ha adquirido una apreciable destreza en un juego que busca mantener (y elevar paso a paso) la tensión de una cuerda que sujetan del otro lado Israel, Estados Unidos y la Unión Europea (con los países árabes en segundo plano), consiguiendo que nunca se rompa en su perjuicio. Una parte sustancial de su modus operandi es la difusión escalonada y selectiva de noticias relacionadas con su programa nuclear. Con esto logra aparentar firmeza y autonomía frente a su propia población, al tiempo que consolida su imagen de líder regional con ambiciones nucleares, dispuesto en cualquier caso a la negociación sobre su verdadero propósito final. Además, las autoridades iraníes pretenden dejar claro a unos y otros que las tres rondas de sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU no van a detener unos planes que arrancan, de hecho, desde la época del sha Reza Palevi.
El año pasado terminó con noticias sobre el lanzamiento del misil balístico de alcance intermedio Sajjil- con un alcance estimado en algo más de 2.000km., con dos etapas y propulsado por combustible sólido. Hace unas semanas Teherán daba a conocer el lanzamiento de su primer satélite de fabricación propia (Omid)- impulsado por un cohete Safir-2 y diseñado para tareas de investigación y de telecomunicaciones. Ambas noticias plantean la posibilidad a medio plazo de que Irán pueda disponer de un misil balístico intercontinental, si logra mejorar su manejo de la tecnología de combustible sólido y la miniaturización de las cabezas nucleares (temas, en todo caso, extremadamente complejos).
En estos días el régimen iraní ha informado de que está desarrollando un amplio conjunto de pruebas en el reactor nuclear de Bushehr, previos a su puesta en marcha definitiva en un plazo previsto entre 4 y 7 meses. Con el apoyo ruso- Atomstroiexport es, desde 1998, la contratista principal para su construcción y para el suministro de combustible nuclear- se está realizando un test de carga virtual de material nuclear, último paso antes de la inminente entrada en funcionamiento del reactor de 1.000 megawatios que se inició, con apoyo alemán, en 1975 y que tenía que haber empezado a funcionar a pleno rendimiento en 2006. En este punto resulta destacable el doble juego que Moscú está realizando. A Rusia no le agrada que Irán llegue a tener capacidad nuclear, pero entiende que su posición como fabricante y suministrador de combustible nuclear (que tiene que volver a sus manos una vez cumpla su ciclo en el reactor de Bushehr) le concede una baza con respecto a Washington. Aunque las autoridades rusas achacan los retrasos en el programa a dificultades en el pago por parte de Irán, es fácil entender que la razón verdadera es de naturaleza política. Teherán no va a dejar de pagar, a pesar de los problemas económicos que pueda sufrir, dado que la construcción de Bushehr es una prioridad máxima de su agenda. Antes bien, hay que concluir que Moscú prefiere jugar a acelerar o frenar su colaboración en la medida en que pueda obtener alguna ventaja estratégica de Washington, a cambio de su disposición a evitar que Irán se haga con una tecnología y capacidad tan sensible. En definitiva, si Moscú no ve signos de entendimiento con Washington (en su intento por reservarse un área de influencia en su near abroad o por frenar la dinámica iniciada por Bush con el despliegue del escudo antimisiles en República Checa y Polonia), se terminara inclinando por cumplir su contrato y aumentar las opciones de Irán como líder en Oriente Medio. En caso contrario, si Moscú y Washington se entienden, Irán puede ver muy limitados sus planes.
En paralelo, la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) acaba de informar que Irán cuenta ya con unas 6.000 centrifugadoras- serían necesarias unas 50.000 para entrar en fase de producción industrial- que le han permitido acumular algo más de una tonelada de uranio enriquecido (entre el ya recibido de Moscú desde diciembre de 2007 y el elaborado en sus propias instalaciones en la planta de Natanz). Se trata de material útil como combustible nuclear que también podría servir para fabricar en el futuro una bomba nuclear si se llegara a enriquecer en mayor porcentaje o si, tras su paso por el reactor de Bushehr, llegase a convertirse en plutonio. Esta cantidad de centrifugadoras y de material enriquecido son inquietantes, no porque permitan a Irán traspasar a corto plazo el umbral hacia la tan temida bomba, sino porque vuelve a poner de manifiesto la incapacidad de la AEIA para saber lo que ocurre día a día en las instalaciones de Irán (un país, por otra parte, firmante del Tratado de No Proliferación y obligado, por tanto, a abrir sus puertas a la Agencia).
Por si esto fuera poco, los portavoces iraníes ya se han encargado de anunciar para el inmediato futuro la decisión de construir, a partir de 2012, un segundo reactor nuclear (de agua ligera, en este caso) de 360megawatios. El juego continúa, mientras otros actores, como Israel, incrementan sus amenazas de actuar por la fuerza si es preciso, para impedir que haya una nueva potencia nuclear en la región.