¿Qué se puede hacer con Siria?

(Para Radio Nederland)
La Organización de las Naciones Unidas y diferentes organismos de derechos humanos exigen al gobierno del presidente sirio Bachar el Asad que ponga fin a la violenta represión que las fuerzas de seguridad están aplicando contra los manifestantes en algunas ciudades del país. La oleada de protestas callejeras que ha inundado algunos países del norte de África y de Oriente Medio sacude estos días con especial intensidad algunas ciudades sirias.
Escuche la entrevista a Jesús Núñez Villaverde, co-director del IECAH
An los últimos días, los muertos a causa de la represión que ejercen las fuerzas de seguridad sirias se cuentan por decenas, y empiezan a llegar pronunciamientos y comunicados desde distintas instituciones internacionales que exigen al gobierno del presidente Bachar al Asad que respete los derechos humanos y ponga fin a la violencia. El mandatario se mantiene firme, ajeno a las manifestaciones en su contra, y sostiene que Siria es víctima de una conspiración extranjera. Los militares, que han entrado en la ciudad de Deraa, donde se originó el movimiento de protesta contra el régimen, aseguran que su intervención tiene como objetivo perseguir a «grupos terroristas extremistas».
Según una fuente militar citada por los medios de comunicación oficiales, el ejército entró a Deraa, situada a 100 km al sur de Damasco, «para restablecer la calma y la seguridad en respuesta a las llamadas de socorro lanzadas por los habitantes que pidieron su intervención para poner fin a los actos de sabotaje y de asesinato cometidos por grupos terroristas extremistas».
En entrevista con Radio Nederland, el profesor Jesús Núñez Villaverde, co-director del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria, señala que la actitud del gobierno de al Asad se puede entender como una voluntad de resistir. Si se compara lo que está sucediendo en Siria con los acontecimientos de Túnez y Egipto, donde los respectivos mandatarios abandonaron el poder tras semanas de protestas populares, el caso de Siria refleja una situación similar a la de Libia, donde no se percibe un fin cercano de la violencia. «Bachar al Asad ha adoptado claramente una estrategia de castigo a la población, de castigo indiscriminado, transmitiendo la idea de que él tiene el control y de que en todo caso va a decidir en cada momento cuál es la reforma concreta, parcial, que pone en marcha», dice.
Presión internacional
Navi Pillay, Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, ha pedido al gobierno sirio que ponga fin a las medidas de represión. Asimismo, organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional se han unido al rechazo general y exigen el cese de la violencia en el país.
Por su parte, el gobierno de los Estados Unidos, evalúa aprobar «sanciones selectivas» contra las autoridades de Siria por la violencia «completamente deplorable» utilizada por las fuerzas gubernamentales para aplastar a la disidencia, según anunció un funcionario este lunes.
A pesar de la represión sangrienta, que desde el pasado 15 de marzo ha dejado alrededor de 390 muertos, Estados Unidos no ha ido más allá de amenazar con retirar su embajador en Damasco, un puesto nombrado el pasado mes de enero tras seis años de ausencia.
El portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, defendió este lunes la presencia de este puesto y ante la pregunta de por qué el presidente estadounidense Barack Obama no le ha pedido a su homólogo sirio que abandone el poder, como hizo con el presidente libio Muamar Gadafi, Carney respondió que Libia constituye una «situación única».