¿Qué queda de Obama?
(Para Radio Nederland)
Pocas veces en la historia un mandatario despierta las expectativas de cambio de un modo tan generalizado. Y mucho menos en el país más poderoso del planeta.
Pocas veces se logra un consenso tan grande respecto a las propuestas iniciales de un candidato. Pocas veces, o mejor dicho nunca, se otorga un Premio Nobel de la Paz a modo de “pago anticipado” por el cumplimiento de esas promesas. Y sin embargo, lamentablemente, muchas veces se produce un descrédito rápido de los políticos por el olvido de sus promesas una vez llegados al poder. Y en el caso del presidente estadounidense Barack Obama, este desgaste y el desencanto que provoca están siendo mucho mayores por la magnitud de las expectativas y por la velocidad con que se ha producido. ¿Queda algo de aquel Obama seductor y abierto del “yes, we can”?
El coste de la crisis financiera
?Evidentemente, los efectos de la crisis financiera y económica han sido muy grandes para todos los jefes de estado y de gobierno en la mayor parte de los países del mundo. Y en eso, el presidente Obama no ha sido muy original y el tipo de medidas que ha ido proponiendo desde el inicio de la crisis ha sido bastante convencional –rescate de ciertos bancos, inyección de fondos en la economía- aunque en ocasiones haya utilizado una retórica más transformadora proponiendo aumentar las medidas de regulación y el control sobre las entidades financieras y sus beneficios. «Es esencial que aprendamos las lecciones de esta crisis, para no condenarnos a nosotros mismos a repetirlo», llegó a decir el presidente estadounidense en los momentos más duros de la crisis, aunque luego no quedara claro cuáles eran esas lecciones.
También la crisis y su impacto en la percepción del futuro en muchos sectores de la sociedad de los Estados Unidos ha tenido efectos en las dificultades para llevar a cabo su gran propuesta en materia de reforma de los servicios de salud, y el acceso a los mismos por parte de los sectores más desfavorecidos. Los altibajos en ese largo proceso, y la fuerte campaña emprendida por los sectores conservadores, el Partido Republicano y los radicales del llamado “Tea party”, hicieron que los demócratas cosecharan una de las mayores derrotas de un partido en el gobierno en las pasadas elecciones legislativas. En este caso hay que reconocer, al menos, que el presidente Obama ha tratado de mantener los aspectos esenciales de las propuestas de reforma.
Sin novedad en el plano internacional?Pero si en algún plano ha sido evidente que “una cosa es predicar y otra dar trigo” es en la esfera internacional. Aquí los logros han sido prácticamente nulos y en algunos casos como en el conflicto palestino israelí se han producido, incluso, retrocesos que ponen en cuestión la credibilidad de la política exterior estadounidense y su capacidad para incidir en una situación enquistada y sin horizonte de salida. Veamos.
El cierre de la prisión de Guantánamo fue una de las principales promesas y compromisos de su campaña, convirtiéndose para muchos en la expresión simbólica del cambio que el candidato Obama proponía. La ilegal detención de cientos de personas sin cargos ni acusaciones claras suponía y supone una violación del derecho internacional y no un “limbo jurídico” como periodísticamente suele afirmarse. Pues bien, en este caso, las dificultades y enorme complejidad jurídica del tema, pero también la falta de voluntad política para situarlo entre sus prioridades, han hecho que Guantánamo siga abierto y que no existan previsiones de cambio en el medio plazo.
Afganistán
?En Afganistán, pese a los cambios en el mando militar y las profecías autocumplidas que suelen caracterizar las nuevas estrategias de los últimos meses, los cambios son también escasos y la realidad en el terreno, como muestran las propias filtraciones de WikiLeaks, no es la que se presenta públicamente tratando de legitimar una apresurada salida que deje la seguridad en manos del gobierno afgano. En este caso, además, la mezcolanza de los componentes militares y civiles y de la propia ayuda humanitaria como instrumento de lucha contra la insurgencia, están teniendo efectos peligrosos sobre las poblaciones afectadas por la guerra. La enésima “nueva estrategia” presentada hace unas semanas apenas contiene novedades, y el hecho de que ya se haya puesto fecha de salida al mayor contingente de tropas, es visto como una señal de debilidad y un error por parte de la mayoría de analistas.
En otros asuntos de política internacional -Irak, América latina, China, Europa-, en los que no podemos detenernos en este artículo, tampoco las cosas se han movido en la dirección esperada y, por el contrario, se han transmitido señales preocupantes. El conocimiento y discreto apoyo al golpe de estado en Honduras, la excesiva militarización de la respuesta a la crisis haitiana, la posición intransigente respecto de Cuba, el apoyo dado durante mucho tiempo al saliente gobierno de Uribe en Colombia, son, entre otras cuestiones, signos poco novedosos que no representan ningún cambio respecto a su predecesor.
Mal menor
?Y en materia de talante y en el modo de hacer política tampoco las últimas declaraciones de Obama son muy alentadoras. Tildar de “deplorables” las filtraciones de WikiLeaks o permitir que el vicepresidente Biden –el mismo que reprende a Zapatero por la retirada de tropas en Kosovo- abogue descaradamente por la detención de Assange, no parecen signos de comportamientos democráticos y tolerantes como los que muchos esperaban. Al parecer, pese a todo, las encuestas de los últimos días aún le conceden ventaja en unas hipotéticas elecciones presidenciales frente a algún o alguna candidato republicano. Algo es algo, pero como decía Michael Ignatieff aplicado a otras cuestiones, eso sería un mal menor. Y ello, pese al control de los republicanos en el Congreso que amenaza con echar atrás algunas de las propuestas iniciadas en años anteriores.?