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¿Nuevo horizonte en EE.UU?

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(Radio Nederland)
La confirmación de que, además del Congreso de Representantes, el Senado también queda bajo el control del partido demócrata ha elevado las expectativas de que, a corto plazo, se produzca una reorientación profunda de la política estadounidense. Aunque para el partido ganador es obvio que los resultados cosechados constituyen una buena noticia, que les permite cambiar su imagen de perdedores por otra que apunta a la recuperación de la Casa Blanca a finales de 2008, la experiencia de ocasiones anteriores obliga a modular esa previsión de cambio.

Cabe recordar al respecto que el régimen presidencialista estadounidense concede amplios poderes al ocupante de la Casa Blanca, con un notable margen de maniobra para moverse según su propia agenda. Cabe imaginar que la nueva mayoría demócrata hará lo posible por entorpecer algunas de las líneas de actuación de la administración Bush, pensando más en una táctica orientada a disminuir las opciones de victoria del próximo candidato republicano a la presidencia que en modificar sustancialmente una estrategia actual que seguirá su rumbo en los próximos dos años. Conviene recordar que, más allá de la manifestación de ciertas matizaciones y diferencias que suelen tener un substrato electoral más que ideológico, existe un consenso muy notable entre ambos partidos en asuntos tan relevantes como la “guerra contra el terror”, la implicación militar en Iraq o el intento por consolidar el liderazgo mundial del único país con derecho a ser denominado superpotencia.

Esa base de entendimiento común se viene manifestando ya, sin necesidad de remontarse más atrás en el tiempo, desde el final de la Guerra Fría, como resultado de la desaparición de la Unión Soviética y, en consecuencia, de la posibilidad de liderar el mundo en solitario. Lo que la administración Clinton hacía cuando designaba a Estados Unidos como “la nación imprescindible” y lo que su sucesor plantea en términos de “hacer del siglo XXI el siglo de América” (como les gusta denominar a su país) venía alimentado, básicamente, por la misma voluntad de aprovechar el momento histórico que ofrece la desaparición de su rival soviético para disfrutar de la preeminencia mundial en un planeta que es, desde entonces, claramente unipolar.

Lo que en todo caso ha cambiado en la transición de aquella administración a ésta son las formas y los énfasis en determinados comportamientos y actitudes; pero lo sustancial- consolidar esa posición de superioridad frente a cualquier posible actor emergente- se mantiene constante. Sirva como mero ejemplo la constatación de que la apuesta por reforzar el músculo militar de la superpotencia no deriva de una decisión de Bush, sino del propio Clinton, de forma que Bush sólo ha seguido el camino, bien es verdad de que aún más acusado (hasta llegar hoy a absorber prácticamente la mitad de todo el gasto mundial en defensa), emprendido por su predecesor.

Sobre la base de esos poderes presidenciales y del consenso sobre los objetivos estratégicos, resulta muy aventurado esperar un giro radical en la política interior y exterior. Los demócratas se han lanzado ya a anunciar que, en la agenda nacional, piensan poner el acento en la creación de nuevas reglas éticas para evitar escándalos de corrupción, en el aumento del salario mínimo, en la reducción de los subsidios estatales a la industria petrolífera y en la mejora de la seguridad en puertos y fronteras. Propuestas necesarias y bienintencionadas que habrá que analizar dentro de un tiempo para comprobar en qué medida se consiguen sacar adelante. Pero nada de eso cuestiona de hecho un modelo que sigue incrementando las desigualdades sociales, apostando por el mercado como supuesta solución a todos los males, obsesionado con un enfoque militarista para hacer frente a la amenaza terrorista y que basa su funcionamiento en unas maquinarias partidistas y de lobbies, cada vez más alejadas de los intereses de una población desencantada en gran medida de un sistema necesitado de reformas en profundidad.

En el ámbito de la política exterior, que ha jugado un papel de primer orden en la derrota republicana, las posibilidades de cambio en el tiempo que queda hasta las próximas elecciones presidenciales son aún menores. Lo más relevante- junto al hecho ya mencionado de que Bush conserva un alto nivel de protagonismo en la acción exterior del Estado- es destacar que los demócratas no tienen una estrategia bien definida y alternativa a la que sigue actualmente la Casa Blanca. Cuando se piensa en escenarios bélicos como Iraq, Afganistán o el árabe-israelí no se adivina con claridad que haya propuestas muy distintas a las que hoy siguen, con pequeños matices diferenciadores, Bush, Cheney, Rice y Rumsfeld. Si pensamos en Iraq, es impensable imaginar que va a producirse una retirada total de las tropas allí desplegadas. Y en relación con el conflicto árabe-israelí nada lleva a pensar que Washington vaya a dejar de conceder el amplio margen de maniobra del que disfruta Tel Aviv para resolver a su modo el contencioso con sus vecinos.

En definitiva, lo más que puede esperarse a partir de la nueva situación en ambas cámaras, es que la nueva presidenta del Congreso- una Nancy Pelosi que ya suscita temor en las filas republicanas por su activismo crítico- se concentre especialmente en hacerle la vida más difícil a Bush y a sus compañeros de viaje. La opción más probable es que los nuevos responsables de diversos comités en ambas cámaras promuevan la creación de comisiones de investigación- en asuntos que pueden ir desde la decisión de lanzar la guerra contra Iraq a las ayudas prestadas a determinados entramados financieros-, intentando no tanto solucionar los problemas que afectan a los estadounidenses, o reorientar la agenda política inmediata, como socavar las opciones de los próximos rivales en la convocatoria electoral de 2008. Entienden que cuanto más castiguen a Bush hoy, sacando a la luz las zonas más oscuras de su administración, menores serán las posibilidades de victoria de los futuros candidatos, sea Hillary Clinton o Barack Obama. El objetivo principal es la Casa Blanca, dejando que mientras tanto las demás cosas sigan su rumbo habitual.

Escucha a Jesús A. Núñez Villaverde en Radio Nederland: http://cgi.omroep.nl/cgi-bin/streams?/rnw/smac/2004/es_nu_ez_sobre_ee_uu__2006_11_09_20061109.wma

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