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Informe mundial 2012: fortalecer el apoyo a la “primavera árabe”integrada en crisis de seguridad alimentaria

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Human Rights Watch (HRW) acaba de publicar su Informe Mundial 2012, donde se analiza con carácter anual las prácticas relativas a los derechos humanos en todo el mundo y se resumen las principales cuestiones de más de 90 países.

Por Marta de la Nuez

Human Rights Watch (HRW) acaba de publicar su Informe Mundial 2012, donde se analiza con carácter anual las prácticas relativas a los derechos humanos en todo el mundo y se resumen las principales cuestiones de más de 90 países.

Son muchos los gobiernos democráticos que, en función de sus vínculos con aliados represivos, han mitigado su defensa de los derechos humanos en el marco de las protestas de la Primavera Árabe,

Como consecuencia de los vínculos de muchas democracias occidentales con aliados represivos se ha moderado el apoyo a los derechos humanos en las protestas de la Primavera Árabe. Por cuestión de principios e intereses a largo plazo, los gobiernos deberían apostar con firmeza por los ciudadanos de Oriente Próximo y el Norte de África cuando demandan sus derechos fundamentales y trabajan para asegurar la transición hacia democracias legítimas.

En relación a los acontecimientos que han tenido lugar en Oriente Próximo y el Norte de África, HRW indica que el apoyo internacional firme y coherente hacia los manifestantes pacíficos y críticos con sus gobiernos es la mejor manera de presionar a los autócratas de la región para poner fin a los abusos y generar mayores libertades. Insistir para que se respeten los derechos es otra buena manera de contribuir con los movimientos sociales para que rehúsen la intolerancia, el caos y la venganza que pueden amenazar la revolución desde dentro.

Kenneth Roth, director ejecutivo de HRW, declaraba recientemente que los ciudadanos que han impulsado la Primavera Árabe merecen un apoyo internacional sólido para ejercer sus derechos y construir así auténticas democracias. La lealtad a los aliados déspotas no debería impedir ponerse del lado de los reformistas que anhelan la democracia. Se necesita influencia internacional para asegurar que los nuevos gobiernos amplían los derechos humanos y el Estado de Derecho a todos los ciudadanos, en particular a las mujeres y las minorías.

El Informe Mundial 2012 demuestra violaciones de derechos humanos en todo el mundo, entre ellas: la vulneración del Derecho de la Guerra en Libia y Afganistán; la difícil situación de los presos políticos en Vietnam y Eritrea; el silencio impuesto a los disidentes cubanos y chinos; los problemas electorales en Rusia y en La República Democrática del Congo; el maltrato a los inmigrantes en Europa Occidental; las políticas negligentes en cuanto a la salud materna en Haití y Sudáfrica; la falta de libertad de culto en Indonesia y Arabia Saudí; las torturas en Pakistán y Uzbekistán; la discriminación de personas discapacitadas en Nepal y Perú y las detenciones ilegales en Malasia y aquellas efectuadas por EEUU.

La política occidental hacia los países árabes ha sido tradicionalmente de contención, respaldando a una serie de autócratas para así garantizar la «estabilidad» en la región. HRW declaró que la razón por la que tantos gobiernos democráticos llevaban a cabo la llamada «excepción árabe» radicaba entre otras cosas en el miedo hacia el islamismo político y el terrorismo, la necesidad de mantener el suministro de petróleo y una política de confianza en autocracias para mantener la paz árabo-israelí y contener de esta forma las oleadas migratorias hacia Europa.

Las repercusiones de la primavera árabe se han sentido por todo el mundo. Los líderes de China, Zimbabue, Corea del Norte, Etiopía, Vietnam y Uzbekistán parecen temer el precedente de las revueltas árabes. Sin embargo, incluso democracias como la India, Brasil y Sudáfrica se han mostrado reacias a apoyar los cambios, ignorando entre otras cosas el apoyo internacional que recibieron sus ciudadanos cuando reclamaron sus derechos.

China y Rusia se han opuesto de manera más visible, vetando los esfuerzos del Consejo de Seguridad de la ONU para presionar a Siria con el fin de que cesara el derramamiento de sangre. Aparentemente, estos países alegan como razón evitar una intervención miliar como en Libia, lo que suena algo forzado cuando la resolución que vetaron no podía interpretarse como autorización de una operación militar.

HRW ha manifestado que la comunidad internacional podría ser un actor relevante a la hora de promover el desarrollo de democracias en Oriente Próximo y el Norte de África. Según HRW, en vez de negarse al surgimiento del islamismo político, los gobiernos democráticos deberían reconocer que este puede representar las preferencias de la mayoría. No obstante, la comunidad internacional tendría que insistir en que los gobiernos islamistas respeten los derechos humanos, en particular los derechos de las mujeres y la libertad de culto.

Por otro lado, EEUU y la Unión Europea han adoptado una postura más enérgica a la hora de mostrarse en contra de la represión en Libia y Siria. Actuaron con lentitud en el momento de cuestionar al presidente egipcio Hosni Mubarak, percibido como baluarte de la «estabilidad» regional hasta que su destino quedó prácticamente definido. Del mismo modo, no objetaron la inmunidad de Ali Abdullah Saleh, presidente de Yemen, siendo este responsable de la muerte de cientos de manifestantes, puesto que Saleh se considera un escudo contra Al Qaeda en la Península Arábiga. Tampoco presionaron a Bahrein cuando estallaron los movimientos democráticos por respeto a las sensibilidades saudíes, el miedo a la influencia que pudiera ejercer Irán, así como el deseo de proteger la base naval estadounidense.

Así pues, EEUU y algunos aliados europeos podrían contribuir en gran medida al fin de las torturas en el mundo árabe confesando los casos en los que fueron cómplices de las mismas en la lucha contra el terrorismo. Los gobiernos occidentales deberían castigar a los responsables de ordenar torturas, así como dejar de hacer uso de las garantías diplomáticas como justificación para el envío de sospechosos a países donde existe el riesgo de que se practiquen torturas.

HRW cree que los miembros de la Liga Árabe se han implicado de forma positiva durante las revueltas árabes. Esta organización ejerció presión para terminar con la represión de Gadafi en Libia y aplicó sanciones contra Siria, además de desplegar observadores en este país en un esfuerzo, hasta el momento infructuoso, de frenar la matanza de Bachar el Asad. Por el contrario, la Unión Africana no se ha pronunciado sobre las revueltas, a pesar de que se creó con el objetivo de defender la democracia y la libertad.

Con todo, los gobiernos de transición de Túnez, Libia y Egipto precisan de ayuda para revisar sus leyes represivas y construir instituciones de gobierno fuertes que los autócratas debilitaron a propósito y elevarlas por encima de las instituciones judiciales. Según Roth, los gobiernos que respetan los derechos humanos deberían apoyar la justicia internacional sin importar las consideraciones políticas. Supone un error creer que al permitir a los estados correr un tupido velo sobre los abusos del pasado, se evitará que vuelvan a cometer atrocidades en el fututo. De la misma manera que conmemoramos el primer aniversario de la primavera árabe, debemos apoyar con firmeza los derechos y aspiraciones de los individuos por encima de los deseos de los tiranos.

Para ver el informe completo: http://reliefweb.int/sites/reliefweb.int/files/resources/wr2012.pdf

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