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Actualidad | Artículos propios

¿Existe la Unión Europea?

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Al analizar cotidianamente la actualidad europea, uno no puede evitar una sensación contradictoria: hay ocasiones en que parece que la Unión Europea actúa como el actor político que se espera que sea (aunque muchos se sigan refiriendo a ella como «objeto político no identificado»), y otras en las que parece que se comporta como una actor autista que ni está ni se le espera. Y en los últimos tiempos está habiendo mucho de lo segundo.

Acciones unilaterales
?A juzgar por algunos acontecimientos de las últimas semanas, la pregunta de si sirve para algo la Unión Europea, incluso la duda sobre su mera existencia, parece algo más que pura retórica. Primero fue la canciller alemana Angela Merkel la que se descolgó con una propuesta unilateral de reforma del Tratado de Lisboa. Luego Francia y Gran Bretaña firman un acuerdo de cooperación militar, incluyendo aspectos nucleares, para los próximos cincuenta años, sin mencionar, más que con carácter casi exculpatorio, que ambos pertenecen a la Unión Europea y que en ella se está tratando de construir una Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) y una Política Europea de Seguridad y Defensa (PESD). Y en ambos casos, la actitud del resto de miembros de la UE ha sido la de aceptación de la realidad y la de mirar para otro sitio. Aunque no les guste.

Escepticismo y desconfianza
Y si sumamos a estos hechos el vergonzante papel del Consejo Europeo en el asunto de las expulsiones de ciudadanos rumanos por parte del gobierno francés, en el que se arremetió contra el mensajero –la comisaria Viviane Reding-, en lugar de hacerlo contra las autoridades francesas, o el que todavía hoy los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU por parte europea, Francia y el Reino Unido, mantengan en el organismo sus respectivas posiciones y no las de la UE, convendremos que las razones para el euroescepticismo y la desconfianza en las instituciones vaya creciendo entre los ciudadanos comunitarios. Y eso pese a reconocer que desde la creación de la Comunidad Económica Europea, hace ya muchas décadas, y su transformación en una Unión Europea con veintisiete miembros, Europa ha podido –eso sí, con muchos altibajos- construir un espacio de paz y prosperidad en un mundo convulso, lo que no es poca cosa.

«Gigante económico, enano político, gusano militar»?
Por eso, el acuerdo franco británico de cooperación militar y nuclear supone, sin lugar a dudas, un claro revés en el proceso de construcción europea que nos vuelve a recordar la tan traída frase atribuida al que fuera Presidente de la Comisión Europea Jacques Delors, de Europa como «gigante económico, enano político, gusano militar». El énfasis que el acuerdo pone en el sacrosanto principio de soberanía estatal y en el derecho de la estados a garantizar su propia defensa y seguridad, o las referencias y alabanzas a la OTAN, parecen dirigidas a dejar claro al resto de socios de la UE los límites que tanto Cameron como Sarkozy ponen a un eventual desarrollo de los temas de seguridad previstos en el Tratado de Lisboa. Y no es casual que este acuerdo se produzca entre dos líderes conservadores que por diversos motivos no desean profundizar en sus compromisos europeístas. El británico Cameron como ortodoxo antieuropeísta conservador, que no hace sino aprovechar la coyuntura de debilidad de su homólogo francés para dar un paso más en sus posiciones. No olvidemos que, aparte de los nuevos contenciosos de Francia con la UE por el tema de las expulsiones de rumanos, en Francia fue necesario un segundo referéndum para confirmar su aceptación del Tratado de Lisboa y que el antieuropeísmo, por motivos muy diferentes de los de los británicos, es creciente en la sociedad francesa, y el presidente Sarkozy trata de aprovecharlo a su favor. Por eso, este acuerdo, como han resaltado muchos analistas, supone una vuelta de tuerca más respecto del que se firmara en Saint Malo en 1998 por Jacques Chirac y Tony Blair que, al menos, pretendía contribuir a la defensa europea común.

Y lamentablemente, mientras Francia y el Reino Unido toman las «grandes decisiones», las instituciones comunitarias siguen en materia exterior enfrascadas en el reparto de puestos en el Servicio Europeo de Acción Exterior y en las peleas diplomático-administrativas para colocar cada país sus candidatos. Importante, sin duda, pero muy corto de miras en relación a la magnitud de los temas de la agenda internacional. Pero, ¿podría esperarse otra cosa de líderes tan carismáticos como el presidente Herman Van Rompuy o la Alta Representante Margaret Ashton?

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