Haití afronta su futuro
(Para Fundación Carolina, Septiembre de 2010)
Hay países que solo son objeto de atención, o salen en los medios de comunicación, cuando sufren grandes tragedias. Ese ha sido, lamentablemente, el caso de Haití en las últimas décadas. Casi podríamos decir, sin caer en la retórica, que éste ha sido el sino de Haití desde su consolidación como Estado independiente. El terremoto que asoló el país el pasado 12 de enero volvió a situarlo en el centro del interés internacional y, durante unas semanas, fuimos testigos de una de las respuestas post-emergencia más grande de los últimos años. Tan desordenada y caótica como casi todas, pero con algunas características muy distintas a otros casos: inusitada rapidez, gran participación de países muy diversos de América Latina, pobre papel de las autoridades haitianas que fue creciendo, compromisos de largo plazo por parte de los donantes… en fin, variables todas ellas que permitieron ver la luz al final del túnel, y que hicieron plantear las oportunidades que podrían abrirse para el futuro en aquel castigado territorio.
Casi ocho meses después de que el movimiento sísmico pusiera en evidencia la tremenda vulnerabilidad de todo tipo en que vivía la población haitiana, poco nuevo sabemos de Haití, como no sea algunas puntuales informaciones sobre las dificultades para seguir haciendo llegar la ayuda humanitaria, la enorme lentitud de las tareas de reconstrucción, la visita de algún «famoso», o la imposibilidad de presentarse a las elecciones del popular cantante de hip hop Wyclef Jean. Sin embargo, los próximos meses van a ser vitales para el país caribeño, y el desarrollo de las tareas de reconstrucción así como la convocatoria de elecciones presidenciales y legislativas el 28 de noviembre, van a suponer una prueba fundamental para valorar el grado de legitimidad de las autoridades haitianas y pueden abrir nuevos escenarios políticos que permitan avanzar, o por el contrario frenen, un proceso de fortalecimiento de la gobernanza y del Estado haitiano. Y en este devenir, que es tarea principal de los haitianos, tiene también responsabilidades la comunidad internacional y muy especialmente sus vecinos caribeños y latinoamericanos.
Por otra parte, el actual mandato de MINUSTAH (Misión de Estabilización de Naciones Unidas) finaliza el 15 de octubre y, aunque todo parece indicar que se prorrogará y recientemente los cancilleres de Chile, Brasil y Argentina lo han solicitado formalmente, la decisión no se tomado aún.
Un primer balance de la respuesta de emergencia: algunas notas
Un desastre de la magnitud del ocasionado por el terremoto del 12 de enero pone a prueba todos los mecanismos de respuesta nacional e internacional frente a catástrofes.
Y bien puede decirse que el sistema internacional de ayuda se vio claramente desbordado, pese a que numerosos países e instituciones no gubernamentales lograron desplazar de modo muy rápido personal de socorro y productos y bienes de ayuda humanitaria.
La extrema fragilidad de las instituciones locales y el estado de shock en el que estuvieron durante semanas, unido a la falta de liderazgo y similar estado de aturdimiento de la MINUSTAH y del resto de las agencias de la ONU, agravaron la sensación de caos que se vivió en el país. Los esfuerzos locales que existieron fueron despreciados, y todo ello justificó para algunos la fuerte presencia militar de muchos países con tareas bastante confusas que, aunque justificadas por motivos asistenciales, no contribuyeron a fortalecer a MINUSTAH sino que la deslegitimaron aún más ante ciertos sectores de la población. Y, mutatis mutandi, lo mismo puede decirse del gobierno haitiano que fue acusado por algunos sectores de estar poco atento a su soberanía.
Pero, pese a todo, la respuesta ante esta crisis tuvo también algunas luces y ciertas originalidades que nos interesa destacar:
A) Fuerte presencia del conjunto de países de América Latina. No se le ha dado suficiente importancia en Europa o Estados Unidos al hecho de que países tan diversos como Cuba, República Dominicana, Colombia, Brasil o Venezuela, por citar solo algunos, estuvieran presentes desde las primeras horas y sigan actuando en el país. Dejando aparte el caso de la República Dominicana, cuyo cambio de actitud hacia sus vecinos ha sido unánimemente destacado, podemos hablar casi por vez primera de una respuesta hemisférica que dio lugar a fenómenos inusitados como la reunión de UNASUR del mes de febrero a la que asistieron varios jefes de Estado y en la que se tomaron decisiones que, aunque no tuvieron el alcance económico de otros foros, sí son muy significativas por lo que simbolizan el compromiso de la región con la crisis haitiana.
El hecho de que Brasil y Venezuela participen también en la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití (CIRH) y sean, junto con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la Comunidad del Caribe (CARICOM), los únicos representantes del subcontinente en la misma, debiera permitir concretar ese compromiso en el futuro.
Es destacable también que, por encima de las discrepancias evidentes sobre el rol de MINUSTAH o del papel de la intervención internacional en el país, los diversos países de América Latina y el Caribe hayan tratado de buscar posiciones comunes en este tema.
B) Sólida respuesta española impulsando el papel de la Unión Europea y de los organismos multilaterales. España y la cooperación española en particular asumieron desde el inicio de la crisis un rol mucho más protagonista y decidido que en otras ocasiones.
La Presidencia de turno de la Unión Europea y el hecho de ser el primer donante europeo y tercero mundial en Haití obligaban a ello, y puede decirse que hubo voluntad política y decisión para asumir el reto. No se lograron todos los objetivos planteados, pero el que se consiguiera un compromiso conjunto de la Unión Europea (UE) para la reconstrucción, el que se frenaran los intentos bilateralistas de países como Francia, o el que los fondos desembolsados durante la emergencia y los compromisos futuros de nuestro país sean tan considerables, son datos alentadores. Hasta junio de 2010, la cooperación española había desembolsado más de 61 millones de euros para la emergencia, lo que le convierte en primer donante bilateral europeo, tercero a nivel internacional y sexto contribuyente a los organismos multilaterales(1). Respecto a la reconstrucción, el gobierno de España adquirió compromisos por valor de 346 millones de euros en la Conferencia de Nueva York para los próximos cuatro años. También la sociedad civil española reaccionó de modo considerable y las ONG recaudaron en torno a 72 millones de euros complementarios.
Algunos aspectos de la respuesta oficial española han sido más polémicos, y el fuerte componente militar, que supuso más de 18 millones de euros si sumamos la «Operación Hispaniola» y la presencia inicial de la Unidad Militar de Emergencias (UME), han generado críticas entre los actores civiles y las ONG. Pero incluso en ellas, se reconoce el hecho de que, en conjunto, España ha estado a la altura de lo que se esperaba y se necesitaba en esta crisis. Al participar en la CIRH, España tiene la posibilidad de consolidar su compromiso con Haití en el medio plazo. Y un elemento que nos interesa destacar es la puesta en marcha de proyectos de cooperación triangular entre España y algunos países de América Latina en Haití. Son por el momento limitados pero importantes desde la perspectiva de nuevas formas de cooperación que aprovechen las ventajas comparativas de unos y otros.
La insoportable lentitud de la reconstrucción
Las sucesivas reuniones de donantes, hasta llegar a la Conferencia de Nueva York del mes de junio, permitieron avanzar en compromisos muy cuantiosos que llegan a más de 10.000 millones de dólares. Pero apenas si se han producido desembolsos y el entramado institucional elegido, con la CIRH a la cabeza, y los procedimientos puestos en marcha para la gestión y toma de decisiones no funcionan como se esperaba. La Comisión ha mantenido tan solo dos reuniones plenarias y no parece que la Copresidencia del ex presidente estadounidense Bill Clinton y el primer ministro haitiano Jean-Max Bellerive sea eficaz. Y estos retrasos y la percepción por parte de muchos sectores de la opinión pública haitiana de que los fondos no llegan, acrecientan el descontento.
Y el riesgo no es que se alimenten las opciones de los partidos opositores, algo normal en cualquier proceso electoral, sino que este descontento degenere en violencia en los entornos más complicados del país.
Como el propio primer ministro Bellerive ha repetido mil veces, la crisis agravada por el terremoto es una oportunidad para la refundación de Haití. Y esta idea de refundación pone énfasis en que, más allá de la reconstrucción física de las infraestructuras, es precisa una nueva articulación económica, social y política, que permita pensar en una cierta estabilidad en el país. Y en este proceso la convocatoria de elecciones, que debieron ser aplazadas tras el sismo, es fundamental. Y de su resultado dependerá en buena medida el futuro de Haití.
También en esta tarea los países latinoamericanos están prestando su apoyo y finalmente será la OEA (Organización de Estados Americanos) quien realice la observación y supervisión electoral.
Haití afronta un final de año en una situación de gran complejidad en la que muchas variables van a moverse simultáneamente, y en las que el acompañamiento de la comunidad internacional puede ser muy relevante. Más allá de que haya dejado de ser primera página de los periódicos, este apoyo debe ser sostenido y firme y convertir en realidades las promesas realizadas en los foros internacionales. Y de no conseguirse ciertos logros que sean percibidos por los haitianos y las haitianas, los riesgos de todo tipo siguen estando ahí. Esperemos, pues, que pasen unos meses sin volver a las primeras páginas de la prensa.
Notas:
(1) Intermón – OXFAM, «Desembarco en Haití: un análisis de la respuesta española al terremoto», Informe de Intermón OXFAM nº 25, Julio 2010, http://www.intermonoxfam.org/UnidadesInformacion/anexos/11776/100708_desembarcohaitii.pdf , acceso 11 de agosto 2010.