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Guinea Conakry: Los indicios del final de un laberinto

Por Ángeles Mohedo Pérez

Aún al ritmo de progresión retardada- como en la poesía medieval gallega de dos pasos hacia delante y uno hacia atrás-, Guinea Conakry sigue moviéndose despacio para culminar el periodo de Transición. Algo se ha ido avanzando en el mes de febrero, y desde el exterior se han producido nuevos impulsos que parecen hoy dar resultados, de la mano del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Unión Europea (UE). El todopoderoso FMI acaba de aprobar un acuerdo trienal a favor de Guinea, en el marco del Servicio de Crédito Ampliado (SCA), por un total de 198,9 millones de dólares. Este crédito deberá posibilitar el equilibrio de la balanza de pagos del país y mejorar las precarias reservas de divisas de la Banca Central Guineana. El gesto del FMI viene precedido de un discurso sobre la confianza y el apoyo a las autoridades guineanas, dejando en un estado transitorio de K.O. a la oposición, que insiste sobre los resultados negativos de la gestión de Alpha Condé y sobre el aislamiento internacional del país debido a la misma. Sin embargo, Condé siempre ha mantenido que sus reformas no tendrían resultados a corto plazo, sino que eran cambios estructurales para superar años de corrupción, pasando por el saneamiento de las finanzas públicas y el encauzamiento hacia indicadores macroeconómicos más sanos. El FMI parece estar bien satisfecho de estas reformas (o, por lo menos, generoso para propiciar un mayor endeudamiento temporal de un Estado en el que aún, por muy democrático electoralmente que sea el nuevo presidente, no existe un Parlamento votado por el pueblo).

Lo más curioso de este soplo de aire fresco del FMI al Gobierno de Guinea es que sólo una semana antes se había concluido la mesa de negociación del Marco de Diálogo Político Inclusivo, entre el Gobierno y los partidos de la oposición, comenzada hacía dos meses. Tras arduas conversaciones y agónicos recesos, se ha publicado un informe con las principales conclusiones… sobre la no existencia de diálogo político entre los actores de tal arte en Guinea. Quizás el mejor fruto de este informe es que establece una hora de ruta de por dónde no se debe seguir: frente a los puntos de acuerdo que se sistematizan al comienzo (cuatro), aparecen las ocho áreas de disputa entre las fuerzas políticas.

El paradigma en diálogo político de «oposición» contra Gobierno se colorea con las múltiples alternativas propuestas por los diferentes grupos de oposición, algunas contradictorias también entre sí. La discusión política se centra casi exclusivamente en la celebración de las elecciones legislativas y los motivos de su retraso, convirtiéndose esto ya en una bomba de relojería.

Por primera vez, se enumeran (cual tesis doctoral) las raíces de este letargo electoral: divergencias políticas entre Gobierno y oposición, ligadas a la falta de legitimidad de la Comisión Electoral Nacional Independiente (CENI); discrepancias sobre el fichero electoral; disolución de los consejos comunales; dificultades para el libre ejercicio de las actividades de los partidos políticos y falta de respeto a las leyes y a la autoridad del Estado. Se aplauden, en todo caso, los esfuerzos por desbloquear esta situación tanto por parte del Gobierno como de los partidos de la oposición… pero poco más. Detrás de todo no está sino la desconfianza en las instituciones del Estado de todos los partidos políticos y la costumbre, durante tantos años bajo Lansana Conté, de que las elecciones fueran una pantomima, y de que «producir» resultados al servicio del poder resultara bastante fácil.

Por ilustrar los agujeros negros en la convocatoria de elecciones, podríamos tomar como ejemplo las discrepancia sobre la CENI. Para solucionarlo, existe todo un arcoíris de propuestas que se mantienen lejanas de cualquier espíritu asertivo: el Gobierno confirma que en nada cambiará la composición, estructura o tipo de gestión de la CENI, salvo el apoyo de una asistencia técnica puntual. Dentro del grupo de oposición del centro-clásico se plantea, por un lado, la reestructuración de las antenas regionales y locales de la CENI, manteniendo la cúpula. Por otro, comenzar cambiando al presidente actual por uno de «consenso» (aunque el actual debería haber sido ése), y expulsar a aquellos miembros condenados judicialmente (porque también los hay, aunque sigan ejerciendo funciones bajo el paraguas de la «inmunidad»). El último, pero no menos importante grupo de oposición, propone la completa reestructuración del órgano electoral: la Alianza por la Democracia y el Progreso se muestra favorable al cambio de la CENI, siempre que en la misma se incluyan los representantes de su partido para representar mejor la nueva escena política.

Es por ello que a pesar de encontrarnos en una cadencia sin fin, en la que tanto Gobierno como oposición continúan haciendo trinos al infinito, el presidente Conté parece ya seriamente animado a impulsar la convocatoria y organización de las elecciones (¿con o sin oposición?). El hecho es que en las últimas dos semanas, desde fuentes gubernamentales se anuncia que las elecciones legislativas serán… en mayo…, sin precisar muchos más detalles. La gran sorpresa, sin embargo, ha llegado el 1 de marzo, cuando el presidente de la CENI ha anunciado oficialmente un calendario electoral, en el que se fija el próximo 8 de julio para dicha cita con el electorado. Si bien el calendario propuesto es fantasioso, ya que plantea una revisión del fichero electoral en quince días, inviable hasta con las mejores intenciones.

¿Y cuál es la posición de la Unión Europea en este largometraje? Cinco millones de euros se han ofertado al gobierno por parte del jefe la delegación comunitaria para la asistencia técnica a todas las etapas de preparación de las elecciones legislativas. Comparados con los siete millones de euros que ya costó sólo la misión de observación electoral de la UE para la elección presidencial, puede parecer poco…; pero sigue siendo una cantidad muy importante, más allá de que también cabe interpretar esta decisión como una palmada en la espalda al presidente guineano. La UE ha subrayado los pasos importantes que se han realizado en aras de mejorar el Estado de derecho, la gestión de las finanzas publicas y de la economía, así como en la reforma del sector de seguridad. En una reciente visita al país de una delegación de los Veintisiete se ha vuelto a reiterar la visión positiva sobre los avances en el diálogo político en el país (suponemos que referidos a los cuatro puntos de acuerdo… y no a los ocho de desacuerdo). La Unión insiste asimismo en el apoyo que está dispuesta a prestar en «la etapa final de la transición política hacia la consolidación del Estado de Derecho y de la democracia». Simultáneamente, era posible ver en este planteamiento una pequeña zanahoria, al confirmase que los Veintisiete podrán desbloquear 15 millones de euros para Guinea (a través de la financiación a proyectos técnicos y sociales), siempre «después» de las elecciones legislativas.

Aunque está bien que la fecha del 8 de julio comience a resonar a partir de ahora como un nuevo hito en el final de la Transición, el pueblo guineano sigue hoy por hoy en un limbo sobre cómo los avances «macro» mejorarán sus vidas a nivel «micro»- sea en lo que afecta al precio del pan, de la electricidad y del agua (cuando llega), o en el acceso a la educación y la salud. Ojalá Condé y la alianza de partidos políticos para la finalización de la Transición estén, por fin, a la altura de las esperanzas depositadas en ellos, y comience un rayo que no cese de más «trabajo, justicia y solidaridad», bello lema del país.

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