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Europa y el mundo árabe: solidaridad con moderación

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(Para Radio Nederland)
La respuesta humanitaria europea se pone en marcha. Como si se tratara de la multiplicación de los panes y los peces, en sólo dos días la Comisión Europea ha aumentado a 30 millones de euros la ayuda humanitaria para la crisis libia.

Inicialmente, la Comisión había prometido una ayuda por la suma de 3 millones de euros. Este «milagro» ha coincidido con la visita a la región de la comisaria de ayuda humanitaria Kristalina Georgieva y del secretario de Estado para asuntos europeos húngaro, Enikö Györi como representante de la presidencia de turno de la Unión Europea (UE).

Escuche la entrevista con Francisco Rey Marcos:

«El estallido de la violencia en Libia ha desencadenado una crisis humanitaria a las puertas de Europa. Los valores e intereses europeos nos obligan a actuar con decisión y es lo que estamos haciendo», han manifestado en una declaración conjunta Georgieva y Györi.

Hasta ahí, todo normal y se puede tener la sensación de que tras los retrasos, vaivenes, dudas, vacilaciones, … la UE se moviliza y como dijera de modo ampuloso el presidente de la Comisión José Manuel Durao Barroso el pasado miércoles «Europa se pone del lado de los jóvenes árabes» contra los dictadores que «son parte del problema y no de la solución».
 
Esta respuesta comunitaria coincide, además, con las acciones bilaterales que se han multiplicado en las últimas horas y que están permitiendo el retorno a sus hogares de numerosos trabajadores procedentes de Egipto, Turquía, China y otros países. Tanto España como Reino Unido, Francia o Italia y otros países han establecido «puentes aéreos» que están contribuyendo a mejorar la situación. Al mismo tiempo, las cifras alarmantes que han trasmitido tanto el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), respecto al flujo masivo de personas en las fronteras de Libia con Túnez y Egipto, pero también, en menor medida, hacia Níger o incluso Chad, han hecho que se acelere la construcción de campos de refugiados y que la ayuda comience a llegar a la zona.

Derechos de los refugiados, no inmigrantes
Sin embargo, un análisis un poco más detallado de la posición europea revela las contradicciones a las que continúan ancladas las instituciones comunitarias y que se han manifestado con toda crudeza en el torpe manejo de la crisis árabe. La revuelta y posterior estallido de la violencia en Libia ha generado una crisis de refugiados de una inusual complejidad. No se trata de la clásica huida de los ciudadanos de un país afectado por la guerra, sino del éxodo de numerosos trabajadores de muy diversas nacionalidades que quieren huir den situación en la que ya no va a encontrar las oportunidades laborales que fueron buscando. Esa está siendo hasta ahora la parte más conocida, la punta del iceberg de la crisis humanitaria. Y para dar respuesta a este aspecto de la crisis se está movilizando una masiva respuesta internacional. Pocos de estos trabajadores reclaman el estatuto de refugiado y lo que desean es ser repatriados a sus países de origen. ??Pero junto a esta dimensión, también están los ciudadanos libios y algunos de otras nacionalidades asentados en Libia, que huyen a causa de la violencia y que tienen el derecho, según la Convención de derecho de los refugiados de 1951 y otros instrumentos jurídicos internacionales, de solicitar el asilo y refugio en países terceros y, por supuesto, en la Unión Europea. Huyen, como dice la Convención «por fundados temores» y tienen por tanto el derecho de pedir refugio y exigir que su caso sea estudiado. Y no solo en Túnez, Egipto, Níger o Chad, que ya han recibido cantidades muy grandes de desplazados de todo tipo, sino en los países de la ribera norte del Mediterráneo: Europa. Y es ahí donde la supuesta solidaridad europea empieza a chirriar y donde nuestros pretendidos humanitarios comportamientos y nuestra retórica solidaridad comienzan a mostrar esas fisuras y contradicciones tan características del actuar internacional europeo. Si la diplomacia europea fue lenta y vacilante, los ministros del interior liderados por Italia, España y Francia, fueron rápidos y tajantes cuando se reunieron el pasado fin de semana y movilizaron el llamado Frontex: crisis humanitaria sí pero que los refugiados, o inmigrantes como incorrectamente decían algunos ministros, se queden en Túnez o Egipto y que no lleguen a Europa. Ni tan siquiera se habló, como en otras ocasiones, de cupos, de excepciones, de situaciones de extrema vulnerabilidad. No. Negativa tajante, freno total y que no lleguen refugiados al sacrosanto espacio de bienestar europeo. ? Aun entendiendo algunos de los argumentos de la UE, pareciera que una crisis de las dimensiones de la que se ha abierto en la ribera sur mediterránea exigiera una respuesta más coherente que, al menos, fuera respetuosa con los instrumentos jurídicos internacionales y con los derechos de las víctimas. Todos los países europeos y la propia UE han saludado la iniciativa de la Corte Penal Internacional  (CPI) de iniciar un procedimiento para juzgar al dictador Gadafi.

Estupendo. Pero cuando se trata de defender los derechos de las víctimas que este dictador está provocando, la lógica europea cambia y de lo que se trata es de frenar su éxodo o limitarlo a los países limítrofes. Y si es necesario sacando la chequera. Pero que llegue ni uno. ¡¡Hasta ahí podríamos llegar!! Los valores de los que nos hablan Georgieva,  Györi o el propio Barroso son valores con fronteras. Y como es bien sabido y da nombre a algunas organizaciones, la acción humanitaria no las tiene. 

 

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