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Entrevista a Jesús A. Núñez: Loya jirga conjunta en Kabul

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(Para Radio Nederland)
Agobiado en el frente interno y con la presión de Estados Unidos para que no declare el estado de excepción, el presidente paquistaní Pervez Musharraf no acompaña a su homologo afgano, Hamid Karzai, en la loya jirga conjunta que se está celebrando desde ayer en Kabul. En cumplimiento de un compromiso que ambos mandatarios cerraron en diciembre pasado en Washington, se ha logrado poner en marcha una reunión que convoca a los líderes tribales de ambos lados de la frontera afgano-paquistaní, en un nuevo intento de frenar la actividad de los talibanes y de eliminar la amenaza que representa una Al Qaeda cuyos máximos dirigentes parecen moverse con seguridad en ese intrincado laberinto montañoso. Su evidente libertad de movimientos está poniendo en jaque al debilitado Karzai, que no logra asentar su poder más allá de Kabul, a las tropas de la OTAN y de Estados Unidos, que no consiguen imponerse a sus adversarios y que se ven crecientemente rechazadas por la población local, y al propio Musharraf, cuestionado en su papel de pacificador al servicio de Washington.
Por lo visto en estos últimos años, la estrategia militar dirigida por Washington no ha rendido los frutos pretendidos (ni Afganistán es más estable, ni se ha logrado eliminar la amenaza de Al Qaeda, ni se ha podido capturar a Osama Bin Laden o al mulah Omar). Tampoco ha servido el intento de Musharraf para trasladar la responsabilidad del control de la región a los líderes tribales del noroeste del país, tal como se estableció en el acuerdo que ambas partes alcanzaron en septiembre pasado. Por el contrario, esa situación ha permitido a los grupos violentos asentados en la zona moverse con mayor libertad, al amparo de la cobertura que la población local ha venido prestando a quienes en muchos casos ven como más próximos (todos son, mayoritariamente, pastunes) que a los dirigentes de Islamabad.

Suponer ahora, con dos presidentes debilitados a ambos lados de la frontera, que los líderes tribales reunidos en Kabul van a modificar radicalmente su actitud, esforzándose por eliminar a unos grupos violentos que no representan una amenaza real para ellos mismos a cambio de convertirse en todo caso en objetivos de los violentos, es, probablemente, una ensoñación irreal. A no ser que la recompensa que les puedan ofrecer (no tanto Kabul o Islamabad, sino Washington) sea lo suficientemente atractiva.

Entrevista a Jesús A. Núñez

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